AIRE POR AIRE
A Santiago Castelo
Juan Ricardo Montaña (Ed.)
Don Benito, Vberitas, 2015, 69 págs.
Entre los numerosos y merecidos
homenajes que vienen dedicándose a la memoria de José Miguel Santiago Castelo
es preciso mencionar el del colectivo dombenitense Vberitas, coordinado por
Juan Ricardo Montaña, que ha reunido en un volumen textos de numerosos amigos
del poeta (precisamente, la amistad es uno de los temas recurrentes en la
trayectoria de Castelo, desde Tierra en
la carne hasta La sentencia, su
último libros de poemas). En él han colaborado José Luis Bernal Salgado, Pureza
Canelo, Manuel Cerrato Quintero, Carmen Fernández-Daza Álvarez, Jesús Mª García
Calderón, Carlos García Mera, Teresa Guzmán Carmona, Luis Ledo, Jesús Lillo
Criado, Marisa de Llanos Pérez, Carlos Medrano, Pilar Molinos, Juan Ricardo
Montaña García, Manuel Núñez García, Antonio Reseco Álvarez, Basilio Sánchez,
Álvaro Valverde y José Antonio Zambrano. Reproducimos el texto con que se
cierra el volumen (un libro realizado con el esmero y la pulcritud con que Juan
Ricardo elabora todos su proyectos), una evocación del poeta situada en el
cementerio de Granja de Torrehermosa, donde el poeta se sabía dueño de “un
huerto / sembrado de cruces / y un ciprés de sombra / y melancolía…”
VUELTA CASA
Una luz rabiosa hiere la cal del camposanto entre plantas soñolientas.
Hace calor. En el recinto reina una paz infinita y hay un alegre trinar de colorines. De vez en cuando se hace el
silencio. En el cielo limpio y azul de Extremadura, otros azules del Caribe y
del mediterráneo han venido a este concierto de alas multicolores. No es un
cementerio triste, sino solemne. Todos están, de nuevo en la casa, esperando a
que llegaras para cerrar la puerta. Yo descanso mi pena sobre la baranda,
infinita como tu grandeza. Tengo detrás tu cuerpo, la cal, el trino y los
cipreses. Delante el pueblo. Entre mi pena y la torre hay un mar de espigas
doradas que demoraron la siega para esperarte. Tú lo dijiste, ¿recuerdas?:
“vendré por las amapolas, por el trigo, cada tarde…”. Sobre sus ramas, las
encinas centenarias lloran atardeceres púrpuras.
En el malecón de La Habana, un danzón
de espuma y sal.
Este mayo se nos va en un domingo de primavera herida, ya para siempre.
Descansa en paz, mi querido amigo.
En Granja de Torrehermosa, a 31 de mayo de 2005
Juan Ricardo Montaña García