EL ESPÍRITU ÁSPERO
Gonzalo Hialgo Bayal
Barcelona, Tusquets, 2009
EL FLASH-BACK DE HIDALGO BAYAL
La editorial Tusquets acaba de publicar un libro que Gonzalo Hidalgo Bayal había estado redactando durante los últimos veinte años: El espíritu áspero. El argumento puede explicarse en pocas palabras, pero sospecho que serán las que primero olvidará el lector. Un profesor de latín se jubila, después de haber enseñado toda su vida en el instituto de Murania, dejando 237 folios de memorias que son, en sí mismas, el grueso de la novela de Gonzalo Hidalgo. Este es el punto de partida. El turbión de personajes que viene después, que rebosa la memoria del cronista y va poblando la del lector, es un conjunto de figuras de trazos precisos, pero laberínticos, que se ordenan como un retablo y podría haber firmado un imaginero. Hacía mucho tiempo que la novela contemporánea no segregaba un espejismo tan sólido como este. Una novela-mundo, una novela memorialística que va engordando con anillos generacionales, igual que el árbol de la caoba. Estamos tan ahítos de la actual novela histórica, hecha de falsos retazos de intrahistoria, que el lector agradecerá esta ficción pura, mucho más fiel a lo que entiende por tiempo vital.
El espíritu áspero se mantiene en pie gracias al hechizo que el lenguaje mantiene en todas sus páginas. La novela dispone sus muros de carga sobre algunos personajes y situaciones, pero es su lenguaje –decantado y muy atractivo- lo que hace que sigamos leyendo. A ello hay que añadir un sesgo irónico, divertido, que hace de la novela un día de fiesta. Sus contrastes poseen una estructura hiperbólica. Marcan la vida de unos personajes a los que los meandros de la redacción van convirtiendo en menesterosos mitos. El descubrimiento del sexo, de Madrid ciudad abierta, el efecto continuador de los hijos, las a menudo extrañas desavenencias familiares hacen de la novela un espejo en el que pueden reflejarse muchas vidas anónimas. Sin embargo, el autor les ha arrancado su espina dorsal de vulgaridad, les ha concedido la gracia del lenguaje, ha hecho de ellas un juego de palabras. Para eso –parece decirnos- sirve la literatura.
Gonzalo Hidalgo ha escrito otras novelas que podrían considerarse como antecedentes, pero estamos ante una obra de largo aliento que, me atrevo a deducir, ha sido paralela, ha acompañado a buena parte de su producción narrativa. Confío en que el lector la conciba y la trate así, como un largo camino de maduración y, a la vez, como un compendio luminoso de lo que el autor sabe sobre la novela. El espíritu áspero quizá haya prestado a otros libros la cadencia experimental que posee, y acaso otros libros hayan vertido en él corrientes que lo vuelven un mosaico donde, al igual que en el I Ching, uno puede apartarse y sumergirse para degustar o consultar. Las comparaciones son odiosas, pero necesarias en la novelística. A veces, hasta necesarias para no perder el tiempo. Frente a la novela que actualmente se escribe en este país, El espíritu áspero es uno de esos ascensores en los que podemos subir sin temor a escuchar comentarios sobre el tiempo.
(Publicado por Alonso Guerrero en "Trazos", 17 de mayo de 2009)
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