LA HABITACIÓN
Al entrar en la habitación, el sol tibio de la mañana se derramaba por toda la estancia haciendo brillar los grandes espejos y entibiando las pesadas alfombras.
Admiró la gran cama con dosel de madera tallada, magnífica por el tamaño y por la belleza de la delicada lencería.
Aspiró el aroma del cesto repleto de mangos, kiwis y papayas, y las deliciosas chocolatinas colocadas en la almohada.
Se paseó por el baño, inmenso y limpísimo, y acarició el elegante albornoz y las inmensas toallas de algodón egipcio. Toda clase de jabones, cremas y cosméticos se alineaban en el lavabo.
Todo allí era perfecto y refinado, digno de princesas como ella, con ese tipazo de gacela africana envidiado por ellas y devorado con los ojos por ellos, con esa piel de canela y ese cabello de brillante azabache, siempre prisionero en un severo recogido.
Cerró los ojos y respiró hondo. Esta vez no lloraría. Escondió en su bolsillo el mejor botellín de whisky y salió de la habitación con la cabeza muy alta, aferrada a su carrito.
Ese cuento lo escribio mi madre :)
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