jueves, 8 de julio de 2010

Otro juego



Doce animales


En el atardecer dorado de la campiña va cayendo el sol como un globo de oro tras las sierras del oeste, como una abúlica brasa encendida, como un velo rojo ensangrentado. Entonces, tú cantas al río y a la arboleda, a las sierras y a la noche que llega, para que todas las cosas mantengan solidarias su existencia, y has notado un sentimiento de culpa voluptuoso que tal vez tenga todas las trazas de un sueño. A esta hora, recuerdas, ella siempre acaba llorando.

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