HABAS CONTADAS
José Antonio Ramírez Lozano
Ilustraciones de Samuel Sánchez Ramírez
Badajoz, Diputación de Badajoz, Departamento de publicaciones, 2010, 84 págs.
Primer premio de la XIII Edición “Cuentos Ilustrados”, categoría infantil.
Muchos de los relatos de José Antonio Ramírez Lozano (Nogales, Badajoz, 1950) admitirían, en efecto, el epígrafe de “narrativa infantil”, pero pueden ser leídos por cualquier lector adulto, dados los ingredientes que en ellos entran en juego: una desbordada fantasía, una prosa cuidadosísima y unas imágenes inquietantes. Reproducimos uno de los micro-relatos del libro (hermosamente ilustrado por Samuel Sánchez Ramírez).
“Al huerto del cementerio lo limpian de ortigas por noviembre. Los difuntos ahogados acuden a regarlo de noche con su hilito de baba, con la gotera esa que aún les mantiene el verdín y el moho de la ausencia. Lo suyo son los crisantemos y el tierno culantrillo. A veces, en el pozo del osario brilla un pez de azogue o salta una ranita verde, de las de San Antonio, que acude a revolcarse en las cenizas. La del huerto del cementerio es un agua estancada que no sabe de acequias, un agua de responso que lo riega a salpicones”
(“El huerto del cementerio”)
José Antonio Ramírez Lozano
Ilustraciones de Samuel Sánchez Ramírez
Badajoz, Diputación de Badajoz, Departamento de publicaciones, 2010, 84 págs.
Primer premio de la XIII Edición “Cuentos Ilustrados”, categoría infantil.
Muchos de los relatos de José Antonio Ramírez Lozano (Nogales, Badajoz, 1950) admitirían, en efecto, el epígrafe de “narrativa infantil”, pero pueden ser leídos por cualquier lector adulto, dados los ingredientes que en ellos entran en juego: una desbordada fantasía, una prosa cuidadosísima y unas imágenes inquietantes. Reproducimos uno de los micro-relatos del libro (hermosamente ilustrado por Samuel Sánchez Ramírez).
“Al huerto del cementerio lo limpian de ortigas por noviembre. Los difuntos ahogados acuden a regarlo de noche con su hilito de baba, con la gotera esa que aún les mantiene el verdín y el moho de la ausencia. Lo suyo son los crisantemos y el tierno culantrillo. A veces, en el pozo del osario brilla un pez de azogue o salta una ranita verde, de las de San Antonio, que acude a revolcarse en las cenizas. La del huerto del cementerio es un agua estancada que no sabe de acequias, un agua de responso que lo riega a salpicones”
(“El huerto del cementerio”)
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