martes, 26 de marzo de 2013

Junto al Gévora



   Cuando voy unos días a La Codosera suelo dar un paseo mañanero por las afueras del pueblo siguiendo la carretera de San Vicente de Alcántara hasta llegar al río Gévora, cuyas aguas, límpidas y frías, bajan cantarinas desde Portugal a la sombra de los alisos (es el único río pacense en que las truchas pueden sobrevivir, aunque no reproducirse). El pasado domingo me crucé con un vejete que caminaba ligeramente inclinado hacia adelante con las manos cogidas a la espalda. Como en la zona de la raya es obligado saludar a los desconocidos, sopesé varias fórmulas de cortesía (Con Dios, A la paz de Dios, Buenas…) y opté finalmente por la más laica, “¡Vamos allá!”. El hombre me miró y contestó sonriendo con sorna: “Eu nao vou; eu já venho” (No voy; yo ya vengo).
   Seguí mi camino preguntándome por qué había sonreído de aquel modo hasta que di con la respuesta. ¡El muy tunante había hecho una trampa en el juego! En vez de responder al sentido de la fórmula de saludo (que, como todas las demás, es una expresión lexicalizada), había contestado al significado literal de mis palabras (tal vez porque en portugués “¡Vamos allá!” no sea propiamente un saludo). Es decir, se había burlado de mí y sonreía satisfecho de su travesura.
   Pero más tarde caí en la cuenta de que, además, me había contestado en verso (cuando yo me había dirigido a él en prosa), así que reproduzcamos el "poema" como Dios manda.

“Eu nao vou;
eu já venho”.

   Como puede verse, se trata de un pareado de tetrasílabos blancos (“vou” es una palabra tónica y hay que sumar una sílaba; los portugueses, más perezosos que nosotros, cuentan hasta la última sílaba tónica del verso e ignoran la terminación aguda, llana o esdrújula del mismo. Para ellos, por tanto, estos versos son trisílabos). Una mirada más atenta permite descubrir que en esas ocho sílabas (al otro lado de las sierras cercanas de la frontera, recordemos, sólo seis) utilizó una anáfora (ambos versos comienzan con la misma palabra), un paralelismo (las estructuras sintácticas son similares) y una antítesis (entre “vou” y “venho”). Por último, el texto, como aconsejaba Antonio Machado, permite una lectura “de frente” (yo ya regreso del paseo) y otra “al sesgo” (soy un anciano y ya vengo de vuelta).
   La anécdota que cuento ejemplifica lo fácil que es extralimitarse comentando un texto: es evidente que el anciano ignora absolutamente todo lo que llevamos dicho y se sorprendería mucho del comentario (puedo imaginarlo llevándose un dedo a la sien y sonriendo, una vez más, con sorna). Ahora bien, el hecho de que los recursos empleados en un texto sean inconscientes o involuntarios ¿desvirtúa o entorpece su eficacia? No estoy seguro de que sea buena idea preguntárselo a él cuando vuelva a verlo.


viernes, 22 de marzo de 2013

Átomos y galaxias



   No acaba uno de acostumbrarse a la extraordinaria gama de posibilidades que ofrecen las distintas herramientas de Internet. Leí en el blog de José Luis García Martín, Crisis de papel, una reseña sobre el último libro publicado por Miguel d’Ors (Santiago de Compostela, 1946), Átomos y galaxias (Sevilla, Renacimiento, 2013). Un día más tarde, Álvaro Valverde colgaba en su blog otra reseña del libro con un enlace a un lugar en facebook que recogía varios poemas de la obra. Allí encontré esta décima.

AVECEDARIO

   La golondrina, aguzada
como un flechazo de Amor;
el mirlo madrugador,
gayarre de la enramada;
la tórtola que, enlutada, [5]
borbota su desconsuelo
en Fontefrida; el mochuelo
dando ejemplo de atención.
Y los gorriones, que son
la calderilla del cielo.

   Me pareció que el texto, además de su indudable calidad, era muy apropiado para un examen, así que le añadí un repertorio de preguntas y lo colgué en un blog destinado a mis alumnos de literatura universal de segundo de bachiller. No podían preguntarme nada sobre el poema, pero sí podían consultar cualquier duda en internet (yo ya había comprobado que era posible encontrar fácilmente todas las respuestas). Mientras, cada uno frente a su ordenador, hacía el examen abrí mi correo y allí, solo un día más tarde de subir el texto, tenía un mensaje del escritor en que me decía: “tengo la sensación de que nos hemos conocido personalmente, quizá con ocasión de una tesis, una conferencia, una oposición o una lectura poética en Extremadura. Sea como sea, quiero agradecerte el honor que me haces al dedicar tan simpática y sabia atención a mi "Avecedario" en tu blog. Pocas veces me he sentido tan bien comprendido por un lector. Gracias y un cordial saludo. Miguel d'Ors”.
  En efecto, Miguel d'Ors formó parte del tribunal ante el que leí mi tesis doctoral, dirigida por Gregorio Torres Nebrera. Eso sucedió el 11 de julio de 1997, una tarde de calor sofocante en Cáceres, con todos anonadados por la amenaza de ETA de asesinar a Miguel Ángel Blanco, cosa que haría al día siguiente.
    El resultado del examen, como era de esperar, fue variopinto. No me resisto a reproducir las respuestas a una de las preguntas: “¿Por qué crees que el poeta habrá identificado a los gorriones con un sustantivo colectivo como “calderilla” (“conjunto de  monedas de escaso valor”)? Contestaron: porque son muchos y pequeños, por su gran número y porque no son diferentes, debido al vuelo de los gorriones en bandadas, porque son abundantes como la calderilla, porque son aves muy comunes, porque son muy simples y no tienen ninguna cualidad específica, porque son pájaros pequeños y fáciles de apresar (?), porque hay muchos y todos son iguales.

 Nota
   En cierto momento del examen los interrumpí para leerles el correo del poeta. Al terminar, les pregunté: “¿No os parece todo esto mágico?” Me miraron muy sorprendidos, un poco como el mochuelo del poema, y contestaron a coro: “No”.

sábado, 9 de marzo de 2013

La leyenda negra



LA LEYENDA NEGRA
Historia natural y moral de una catástrofe ecológica
[1492-1592]

Agustín Muñoz Sanz
Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. Estudio, 2012, 252 págs.

Jefe de la unidad de patología infecciosa del Hospital Infanta Cristina de Badajoz y profesor de la Universidad de Extremadura, Agustín Muñoz Sanz (Valle de la Serena, 1953) es autor de novelas (O Yacoi, 1994), Venturas y desventuras de un pícaro sueco, 1997), Aunque sean soberanos los empeños, 2009), libro de relatos (La dehesa de los Bidasoa, 1992), libros viajes (En busca de Ítaca, 1992), además de varios libros de ensayo, dos obras de teatro y numerosos artículos periodísticos. Ahora la Editora Regionalde Extremadura publica Leyenda negra. Historia natural y moral de una catástrofe ecológica, un estudio dividido en tres bloques: “El escenario y los actores de la tragedia”, “Los aderezos ecológicos del desastre” y “Las epidemias que asolaron el otro medio mundo” para cerrarse con un epílogo titulado “Alegato bien probado sobre la leyenda negra”. Reproducimos un fragmento del Prólogo.
  
“Sorprende que un bulo –se trata de una leyenda, no de un mito- de tamaña categoría, al que no hay forma de ponerle origen, ni autoría, ni base científica historiográfica que lo sustente, tenga una vigencia de cinco siglos y siga siendo motivo de polémica entre expertos y aficionados. Y de sustento curricular e ideológico e determinados sectores de la inteligentzia universitaria, mediática y política anglosajona (sobre todo inglesa, aunque también norteamericana, europea y, cosas veredes, amigo Sancho, española), amén de ser la teta inagotable que nutre de agria leche el rencor irremisible, el afán de venganza y el revisionismo de no pocos ciudadanos nacidos en (y habitantes de) lo que se conoce hoy como Iberoamérica” [p. 15]