No me resulta
fácil narrar de la única manera en que puedo hacerlo (secuencialmente) algo que
ocurrió de modo casi simultáneo. Yo cerraba con llave el tapón del depósito de
gasolina mientras con la mano izquierda extendida esperaba el cambio del
billete de cincuenta euros que acaba de darle al empleado de la gasolinera. Él
encajaba con la mano derecha la pistola en el surtidor mientras metía la
izquierda en el bolsillo del pantalón buscando el cambio, mirando de reojo a
los demás surtidores (en cada uno de los cuales esperaba pacientemente un automovilista). Entonces asistí al siguiente diálogo:
Surtidor.- Mu
chas gra cias.
Empleado.- A
usted, caballero.
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