LA PALABRA
ESCRITA EN EL ARTE COLONIAL
Arbey Atehortúa
Atehortúa
Pereira
(Colombia) Universitad Tecnológica, 2016, 78 págs.
Nacido en Cartago (Valle, Colombia) en 1964,
Arbey Atehortúa Atehortúa es doctor en Filología Hispánica y licenciado en Español
y Comunicación Audiovisual de la Universidad Tecnológica de Pereira en cuya
Facultad de Ciencias de la Educación imparte clases. Es autor de los libros Poesía en el desierto: sobre El desierto
prodigioso y prodigio del desierto (2008) y Narrativa de las guerras civiles, el establecimiento de un canon
(2010).
Ahora la Facultad de Ciencias de la
Educación publica La palabra escrita en
el arte colonial subtitulada “Sobres las relaciones entre pintura y código
lingüístico en el arte colonial neogranadino”,
que agrupa varios estudios sobre la relación entre imagen y literatura
“en tres textos neogranadinos: la colección de retratos dedicados a las monjas
muertas o monjas coronadas y las obras de Francisco Álvarez de Velasco y Pedro
Solís y Valenzuela” [Presentación]
Reproducimos un fragmento del segundo capítulo de libro (“El paratexto
en las monjas coronadas”).
“Santos y monjas son retratados muertos para
adornar iglesias y conventos, de modo que la muerte fuera sentida como algo
vivo y presente. Una de las expresiones más importantes en la Nueva Granada,
que plantea una relación particular entre imagen y código lingüístico, fue la
representación de monjas muertas de altos cargos en la vida conventual, que se
pintaron desde finales del siglo XVII. Estos retratos están acompañados de unas
cartelas que cumplen una función
retórica e individualizadora y representan una de las manifestaciones en La
Nueva Granada donde se superponen códigos [...] En la elección del motivo de
las monjas muertas, el artista, regularmente anónimo, expresa la mentalidad
funeraria y macabra de la Colonia. El pintor podría haber realizado el retrato
de la monja viva, tal como ocurrió con los retratos de arzobispos o virreyes,
pero obedeciendo a un gusto de la época que privilegiaba el momento de la
coronación con flores de la monja más virtuosa, las retrataba muertas. La
pintura, expuesta posteriormente en los pasillos del convento, servía como
modelo para las novicias de una vida devota y ejemplar” [pp. 19-20]
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