Al rescatar un artículo aparecido en un semanario comarcal (“Horrores y
erratas”, en Vegas Altas), me vino a
la memoria otra entrada de este blog en la que recordaba cómo mi padre solía
repetir una anécdota en que dos castizos campesinos de pura cepa dialogaban:
“- Ulogio, ¿no has oído rebuznar un
burro esta madrugá en la sierra la Herraúra?.
- Sí que lo oí.
- Pos era yo, je, je”.
(El que rebuznó era, claro, su burro,
con el que había ido a la sierra en busca de una carga de leña, un buen ejemplo
de metonimia: el amo del rucio por el rucio).
Y esto, a su vez, me recordó un pasaje de la
última parte de 2666, la novela póstuma de Roberto Bolaño, en el
que recoge de otro libro (Museo de errores de Max Sengen) varios
“lapsus calami”. He aquí algunos:
“¡Pobre María! Cada vez que percibe el
ruido de un caballo que se acerca, está segura de que soy yo” (Chateaubriand).
“La tripulación del buque tragado por
las olas estaba formada por veinticinco hombres, que dejaron centenares de
viudas condenadas a la miseria” (Gaston Leroux).
“¡Vámonos”, dijo Peter buscando su
sombrero para enjugarse las lágrimas” (Zola).
“El Duque apareció seguido de su
séquito, que iba delante” (Daudet).
“Empiezo a ver mal, dijo la pobre ciega”
(Balzac).
“Después de cortarle la cabeza, lo
enterraron vivo" (Henri Zvedan).
No hay comentarios:
Publicar un comentario