Aunque en esta iniciativa han colaborado
numerosas instituciones públicas españolas (Ministerio de Cultura, Secretaría
General de Cultura de la Junta de Extremadura, las dos diputaciones
provinciales, los ayuntamientos de Don Benito y Medellín…), lo cierto es que
quien consiguió involucrarlas a todas, tras meses de viajes y negociaciones,
fue Antonio María Flórez (y me parece justo recordarlo aquí). De madre
dombenitense y padre colombiano, Antonio María fue, asimismo, quien convenció
a los responsables políticos y académicos de las tres ciudades (Manizales,
Pereira y Medellín) para invitar a Extremadura a sus respectivas ferias del
libro (la primera vez en su historia, como región o comunidad autónoma, que Extremadura
es invitada a una feria internacional del libro) y cubrir los gastos de
estancia y desplazamiento dentro de Colombia.
El
primer grupo en viajar lo formamos José Manuel Díez, poeta y líder hasta su
desaparición de “El desván del duende” (su último trabajo, con el nombre
artístico de Duende Josele, es “La semilla” en versión CD y CD-libro), Susana Martín Gijón, autora de la saga de novela negra “El trébol de cuatro hojas”, Eduardo Moga, poeta, crítico literario y director de la Editora Regional de Extremadura, y yo. Tras la
consabida espera de tres horas en Barajas, tomamos un vuelo de Avianca con
destino a Bogotá, en donde tuvimos que esperar otras tres horas para el vuelo a
Manizales, un viaje interminable en el que no faltó un percance kafkiano en el
control de inmigración, que Eduardo Moga ha contado mejor de lo que pudiera hacerlo yo en su blog Corónicas de Españia.
MANIZALES
Manizales es la más pequeña de las ciudades que visitamos (unos 450 000
habitantes), pero es, sin duda, la más hermosa (y la más española: su himno es
un pasodoble). Situada como un nido de águilas (o de cóndores) a 2200 metros de
altitud en los Andes Centrales, crece de un modo tentacular por montes y
quebradas de tal modo que ni desde el avión se consigue tener una panorámica
completa de su superficie, pero lo que sí puede contemplarse desde cualquiera
de su rincones, en los días claros, es la fumarola del cercano volcán Nevado
del Ruiz, el más septentrional del cinturón volcánico de los Andes, activo
durante los últimos dos millones de años (en 1985 la erupción de uno de sus
cráteres arrasó la ciudad de Armero provocando 25000 muertos). Cuando al
atardecer del día uno de septiembre aterrizamos en su pequeño aeropuerto, los
organizadores nos felicitaron por nuestra suerte: las cenizas del volcán unos
días y la niebla otros obligan a desviar los vuelos a una ciudad cercana, pero
nadie las tenía todas consigo cuando el pequeño avión se descolgó de las nubes
a una velocidad pasmosa y, con un ruido ensordecedor, enfiló la diminuta pista del
aeropuerto de La Nubia.
Manizales celebra la feria del libro entre el 1
y el 6 de septiembre y, de modo paralelo, su Festival internacional de Teatro,
que este año llegaba a su 50ª edición (Octavio Escobar, director de la 7ª Feria del libro nos
regaló entradas para todas las obras que se representaban durante los días que
permanecimos allí), pero la ciudad estaba conmocionada cuando llegamos por otro acontecimiento más excitante, el partido de clasificación para el Mundial de Rusia de 2018 entre
Colombia y Venezuela, de máxima rivalidad (ganó Colombia).
Enclavada
en el llamado eje cafetero, un entorno bellísimo con todos los tonos
imaginables del color verde, Manizales crece a partir de un eje o avenida
central (la avenida Santander, por el apellido del general que se opuso a
Bolívar) que une un extremo (el centro histórico, con una catedral construida a
prueba de seísmos), con otro, en que se levanta la torre de Herveo (o del cable), por la que
los fundadores conseguían sacar de esta región montañosa el café hasta el río
Magdalena.
Junto a esta torre se encuentra el hotel en que
nos hospedamos y a cinco minutos a pie, el Campus Palogrande de la
Universidad de Caldas (Manizales tiene diecisiete universidades, la mayoría privadas),
en cuyo paraninfo se celebraron todos los actos literarios, con los pasillos
atestados de alumnos pues en Colombia el curso académico va desde enero a
noviembre. Además de escuchar a escritores como Adalberto Agudelo, Juan Manuel Roca, Juan Gabriel Vásquez, Orlando Mejía, Lucía Estrada o Piedad Bonett, participé en dos actos: el primero, fue una charla, bastante
informal, sobre Cervantes, junto a Alonso Aristizábal y Octavio Escobar; el otro contó con la
presencia del Rector de la Universidad, Felipe César Londoño López: tras trazar una panorama de
la literatura en la región en las últimas décadas, los escritores (Susana, Antonio María, Eduardo, José Manue) leyeron una muestra
de su obra literaria. El acto se cerró con un coloquio con los asistentes.
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