PESQUERA
Cada pocos kilómetros, el Gévora represaba su cauce con pesqueras de
pizarra, ahora abiertas como la de la fotografía, que elevaban el nivel del agua y la
derivaban hacia levadas para regar las huertas de las márgenes del río. Nacido
en la cercana Sierra de São Mamede, el río fluye cantarín y cristalino a la
sombra de los amieiros mostrando en instantes fugaces las flechas plateadas de las
pardillas y las colmillejas. Excepto
las huertas de la ribera, la tierra era pobre, con jarales en las lomas, franjas
de centeno dorado en las laderas y olivares polvorientos cercados por paredes de
pizarra que crujían atormentadas por el sol, pero, todavía hoy, el río alza su glauca estatura frondosa en que silban los mirlos
esquivos ocultos en los mimbrales, gorjean los pardales saltando de rama en rama en busca de las
primeras brevas, canta engreído un pintassilgo en el galapero y murmura el agua
en la levada. Hay un rumor de vida pequeña en ebullición: insectos de alas de
oro, abejas en su monótona tarea sonora, tímidos grillos metálicos... Y uno siente cómo las horas se aproximan lentas desde las sierras azules apoyando perezosamente sus cuartos en las
lomas, golpean con un restallido sordo de sábana al cierzo y se alejan, por
fin, valle arriba. Tiempo perdido, tiempo perdiéndose...
[Glosario: pesquera: azud; levada:
acequia; amieiros: alisos; pintassilgo: jilguero; galapero: peruétano]
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