LA
LITERATURA ESPAÑOLA EN 100 PREGUNTAS
Felipe
Díaz Pardo
Madrid,
Ediciones Nowtilus, 2016, 350 págs.
Felipe Díaz Pardo (Madrid, 1961) es
licenciado en Filología Hispánica y compatibiliza su tarea docente –como
profesor de Lengua Castellana y Literatura, como director de Instituto y,
actualmente, como Inspector Técnico Central del Ministerio de Educación,
Cultura y Deporte– con otras relacionadas con el mundo literario, ya sea a
través de la creación o de la investigación. Asimismo, ha coordinado la
creación de materiales didácticos, algunos de ellos para Internet, como el
Proyecto Cíceros, elaborado a instancias del Ministerio de Educación, Cultura y
Deporte.
Por otra parte, ha publicado libros sobre
temas educativos (Cómo gestionar un centro de Secundaria, La LOE
pregunta a pregunta, Cómo aprender a enseñar, Manual
para profesores inquietos, Bendita crisis), varias novelas (Las
sombras que nos persiguen, La humanidad de los dioses, Tanto
motivo sin fisura, La casa de las almas soñadas), un libro de
relatos (Dioses, hombres y fantasmas), una novela juvenil (La factoría
de los sueños) y una antología sobre cuentos de Galdós (¿Dónde está mi
cabeza? y otros relatos).
La literatura española en 100 preguntas es un libro de divulgación que
traza un recorrido por la creación literaria en nuestro país desde la Edad
Media hasta nuestro presente dividiendo la materia en diez bloques, a los que
se acerca, y esta es la aportación más novedosa, mediante preguntas que invitan
al conocimiento de esa realidad, desde los asuntos previsibles (¿Qué diferencia
al Modernismo de la Generación del 98?) a otras cuestiones imprevistas que los
manuales suelen soslayar e imprimen un sesgo original a estas aproximaciones:
¿Consumían la misma literatura los distintos sectores de la sociedad medieval?,
¿Desde cuándo los cipreses forman parte de nuestro paisaje literario?, ¿Es la
cebolla un buen alimento poético?, ¿Para qué sirven los premios literarios?...
Reproducimos un fragmento de una de estos singulares capítulos.
44
¿Es
Lázaro de Tormes un buen discípulo de sus amos?
Efectivamente,
por un motivo y otro, podemos afirmar que Lázaro de Tormes es un buen discípulo
de sus amos. Así lo podemos comprobar si hacemos un cómputo de los amos a los
que sirvió.
[…]
Tras lo vivido, en el último episodio del
libro Lázaro llega a lo que considera “la cumbre de toda buena fortuna”,
afirmación que puede entenderse irónicamente porque a lo que ha llegado es a
ser pregonero de vinos en Toledo y criado de un capellán con cuya protegida se
casa. Al final de la novela asistimos al cierra de la evolución sicológica del
personaje y al fin de su aprendizaje. Lázaro, que comenzó siendo un niño inocente
y desamparado, ha aprendido la lección suministrada por su experiencia de una
realidad amarga y se convierte en un hombre conformado con su suerte. La protección
del capellán, a través de su mujer, le permite vivir el resto de su vida sin
demasiadas privaciones si sabe hacer caso omiso de la opinión de los demás en
lo tocante a su honra. La lección que aprendió con el escudero cobra aquí toda
su significación: para salvar su honra –que no es más que apariencia para mantener
la buena opinión- el escudero lleva una vida miserable. Lázaro prescinde de la
suya para llevar una vida tranquila”. [pp. 151-152].
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