AQUILES
Marino González Montero
Mérida, de la luna libros. Col. Teatro, 2020, 106 págs.
Relacionada con
dos obras anteriores (Muerte por ausencia,
2017, y Laberinto, 2019), Aquiles se nos presenta como un poema épico-dramático
que recrea uno de los más antiguos mitos de Occidente, el guerrero despiadado
que ha preferido la muerte en combate a la inmortalidad, contemplado aquí, sin
embargo, en su faceta humana más profunda, porque “han transcurrido casi diez
años del asedio constante de la ciudad de Troya por parte de los ejércitos
griegos. El principal y más destacado héroe de aquella contienda, el pélida
Aquiles, el semidiós invencible en mil batallas, está cansado de una guerra de
la que no se atisba fin alguno. Por eso inicia un proceso de ‘humanización’ en
el que se rebela contra los dictados de los oráculos y comienza un camino que
le llevará a la búsqueda de la belleza” [Texto de contraportada].
Reproducimos un
fragmento en que se despide de Patroclo, quien, vistiendo las armas de Aquiles,
se dirige al combate (esto es, a la muerte a manos de Héctor).
PATROCLO: (Yéndose
por la derecha.)
Las adivinaciones ya tuvieron su tiempo.
Hora es de levantarse y descuajar
las raíces
de todos los escritos.
No pido tu bendición pues no es
necesaria…
Tu armadura y tus caballos me bastan
para hacer temblar
las imponentes murallas de Troya.
AQUILES: (Lanzando
una plegara por donde se ha ido Patroclo.)
Que Hera, la de los níveos brazos
cubra los campos de niebla lechosa
y el brazo de Patroclo
consiga anegar de sangre troyana
las riveras por donde fluye… ancho el Simoente
y lento el Escamandro…
(Aquiles,
como ido, va hacia el mar y comprueba cómo se forma la tormenta en el
horizonte.)
En días de tormenta
busca el sol la menor
rendija por el hueco más estrecho
para colar su luz
y hacernos sabedores
de su todopoderosa presencia.
(Al
público.)
Ya no puedo soportar tanta muerte…
Soy acaso un hombre y solo…
como sola es la tarde
en que percibes en qué medida
las letras de mi nombre se escriben de dolor.
Oscuro
total.
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