EL HOMBRE QUE COMPRÓ UNA NUBE
Zaragoza, Edelvives, 2020, 69 págs
Ilustraciones de Enrique Quevedo
Ahora, la
editorial Edelvives publica El hombre que
compró una nube una divertida narración infantil que arranca con el
desconcierto de Marino Alonso al comprobar que tiene una nube en un ojo.
Consigue que desaparezca pero la nube se queda en casa con ellos, beneficiosa a
ratos (les riega las macetas de la
terraza cuando salen de viaje), y a ratos muy perjudicial cuando ocasiona
desperfectos de tormentas de granizo. Finalmente deciden vendérsela a un
agricultor de tierras de secano, pasaje que reproducimos a continuación. Como
en títulos anteriores, la narración sobresale por el ingenio, el humor y una
prosa cuidada y reconocible
“Faustino Cuenda
se fue para Monsalud más contento que un ocho. La nube lo seguía por la carretera
a la misma velocidad del coche, en dirección contraria a la de las otras nubes.
Una cosa así, tan extraña, puso en alerta a la Guardia Civil.
-¿A dónde van
ustedes con esa nube?
-Acabo de
comprarla, señor cabo. Y volvemos ya a Monsalud.
-¿Y no se ha
dado usted cuenta de que su nube circula en dirección contraria?
-No, señor.
-Con que no,
¿eh? Fíjese en las otras. –Le señaló el cielo con el índice-. Las nubes tienen
también su camino y su velocidad. Son vehículos, al fin y al cabo.
-Tiene usted
razón, señor cabo. No había caído.
En aquella ocasión
no hubo multa. Faustino tuvo que dar un rodeo hasta el cruce de Villanueva de
Merla y tomar la carretera 407 para ir así en la dirección del viento y
despacio, a su velocidad. A veces se detenía para observar si lo seguía y que
no errase la dirección. Pero no hubo manera. Ni el viento ni las demás nubes
soplaban en su dirección.
-Y dale,
Faustino. Mira que nos van a poner una multa –lo amenazaba Luisa, su mujer.
-¿Y qué
hacemos?
-Pues parar y
esperar a que llegue la noche”. [pp. 33-35].
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