LADY GALATEA
Miguel Ángel Sánchez Rafael
Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col.
Geografías, 372 págs.
Nacido en Llerena en 1967, Miguel Ángel Sánchez Rafael se ha dedicado, como profesional, al área sanitaria en centros de salud de Andalucía y Extremadura, labor que ha compaginado con la creación literaria y su dedicación al teatro como actor (del grupo Susurro Teatro) y como adaptador (de obras, entre otros, de Jardel Poncela o Ionesco). Sus relatos y textos breves han aparecido en diferentes revistas. En 2007, la Editora Regional de Extremadura publicó Once cuentos de cuaderno y un enxiemplo popular en la colección Vincapervinca.
Ahora, la Editora Regional de Extremadura publica Lady Galatea, una novela compleja, de estructura y expresión barrocas, en que dos voces narrativas (un profesor de enseñanza media y una prostituta) se alternan para armar una trama narrativa que presentan dos líneas muy contrastadas: una de ellas, de corte realista, está protagonizada por unos profesores en un entorno escolar y urbano que gira en torno a unas relaciones sentimentales marcadas por rupturas y reencuentros abocados también al fracaso como si el amor constituyera un territorio en que la felicidad tal vez sea posible pero siempre improbable, como sucede en la obra que Adolfo, profesor de lengua y literatura y director de un grupo de teatro escolar, se propone montar, “Historia de una escalera” (una historia de vidas y amores truncados, de leche derramada, de felicidad imposible). Y será este personaje el que se empecine en la escritura de una (Lady Galatea) centrada en la creación de una figura femenina que tiene rasgos de de una joven, novia de sus años universitarios y ahora profesora en el mismo centro, de una prostituta vocacional reacia a ser idealizada, pero también de mujeres del pasado (lady Hamilton, esposa del embajador inglés en Nápoles y amante del Almirante Nelson) y de mitos griegos (la escultura de la que se enamora Pigmalión, su creador). Ensimismado en su novela, poseído por la protagonista, aislado de su entorno, el escritor entra en un proceso de degradación personal que lo llevará a la embriaguez constante, a la soledad y al suicidio. Reproducimos un pasaje del arranque de la narración en que se recoge en realidad su desenlace: Adolfo, mortalmente herido, pide a su amigo que destruya sus dos libros (uno y publicado y otro inédito), pues “los personajes de una novela deberían morir el mismo día, al mismo tiempo que su autor”.
“-Ahora
veo las cosas como Mahiram me decía. Ella llevabas razón… -balbuceó Adolfo
junto a mi oído mientras lo acompañaba en la parte de atrás de la ambulancia,
con la boca rota por el balazo, jadeando como un toro de lidia en el último
tercio. Apenas se escuchaba lo que decía, y se sujetaba con una mano la
barbilla en un intento en un intento inútil de que las palabras, como la baba y
la sangre que se le escurría por la comisura de la boca, no restasen dignidad a
su muerte-. Mariham me decía que un escritor es el hombre más solitario del
universo, que sobre un mundo de papel intenta convertirse en un dios y, en el
último instante, el definitivo, se encuentra más solo que Dios, sin ninguna de
las criaturas a su lado para consolarle… ¡Oh, lady Galatea!
Con la otra
mano que le quedaba libre tomó las mías, apretó bien fuerte, hasta que sentí el
crepitar de cinco de mis dedos, cinco insolentes crik crik amenazando la
integridad de las articulaciones; y volvió, una vez más, a implicarme en la
consecución de su locura.
-¿Recuerdas
el libro de relatos que publiqué con ayuda de mis tías, cuando joven, Once cuentos de cuaderno? –preguntó con
la voz débil.
-Sí
–respondía.
-Quiero
que encuentres los quinientos ejemplares que entonces se editaron, aunque para
ellos tengas que alzar del suelo montañas enteras y buscar debajo de ellas, y
que destruyas todos esos libros.
[…]
-Pero empieza antes que
nada destruyendo Lady Galatea.
Lady Galatea era su última
novela, que había enviado la víspera por correo ordinario a una editorial de
Madrid para su publicación.
-Trata por todos los
medios que no llegue a manos de la editorial. Fue un error intentar publicarla;
los personajes de una novela deberían morir el mismo día, al mismo tiempo que
su autor” [pp. 12-13].
No hay comentarios:
Publicar un comentario