LLERENA MEDIEVAL, GEOGRAFÍA SINGULAR (1492-1522)
Ángel Bernal Estévez
Badajoz, Departamento de Publicación de la
Diputación de Badajoz, col. Historia, 2021, 378 págs.
Prólogo de Luis Garraín Villa, Cronista Oficial de
Llerena
Ángel Bernal Estévez (Villavieja de Yeltes, Salamanca, 1954) es catedrático de instituto y doctor en Historia Medieval, cuya labor docente ha trascurrido hasta ahora en Extremadura. Es miembro numerario del Centro de Estudios Mirobrigenses (sus primeros trabajos versaron sobre Ciudad Rodrigo), de la Junta directiva de la Federación Extremadura Histórica y del Consejo de Redacción de la Revista de Estudios Extremeños, de los Cuadernos de Çafra y de la Revista de Estudios Mirobrigenses, así como presidente de la Asociación Histórico-Cultural Maimona. Autor de numerosos artículos y colaboraciones en obras colectivas, ha publicado libros como Poblamiento, transformación y organización del espacio extremeño (siglos XIII al XV), ERE, 1998; Vida campesina en Exremadura: Montemolín a comienzos de la Edad Moderna, Universidad de Extremadura, 2002 y Mérida: capital y encomienda de la Orden de Santiago (1490-1530), Diputación de Badajoz, 2013. Ahora, el Departamento de Publicaciones de la Diputación de Badajoz publica Llerena Medieval, geografía singular, un profundo y completo estudio histórico de una de las más importantes ciudades de Extremadura en un tramo histórico convulso (1492-1522) que enfrentó violentamente a los grupos humanos (cristianos, judíos, moriscos) que hasta entonces habían mantenido una relación armónica y enriquecedora culturalmente para todos ellos. Reproducimos un fragmento que narra el primer problema al que se enfrenta la comunidad judía forzada al bautismo.
“Todo empezaba por su bautismo, necesitaban apadrinarse y buscaban viejos de Llerena quien respondiera por ellos; en reconocimiento a ese padrinazgo, adoptaron sus nombres y/o apellidos. El caso más sonoro es el de los Sánchez de Coca, pero en el censo de vecinos encontramos entre los conversos muchos casos de apellidos de raigambre hidalga, —Cárdenas, Céspedes, Mendoza, Zapata— que solo encuentran explicación en lo antedicho. Ese relacionamiento venía de amistad personal, de vecindad, de trato profesional o de estatus social, etc., y fue la vía de enganche al mundo cristiano por el que además encontraban, en caso de problemas, alguna protección o amparo en sus padrinos si es que se trataba de causas defendibles, de ahí que se buscara el padrinazgo de vecinos influyentes, aunque lo más común se dio entre el pueblo llano, sencillamente, porque eran los más.
A la hora
de elegir los apellidos, los conversos de primera hora buscaron apellido en
animales —Gato, Cordero, Novillo, Toro, Lobo, Zorro, Gavilán- o plantas —Rosa,
Ramos, Romero, Espino, Jara— que pasaron a sus descendientes. Muchos se
hicieron llamar por su lugar de procedencia. Son abundantes v de orígenes muy
diversos, Castilla y/o León en genérico. Cazalla, Comontes, Córdoba, Cuenca,
Ecija, la Fuente o Fuentes, León, Mérida, Ribera, Sevilla, Toledo, Toro,
Valencia, Valladolid, Yelves, Zalamea, etc., y varios adoptaron el apellido
Llerena quizá a falta de otro o como forma de integración al medio. Otros se
hicieron denominar por algunas característica física, como ocurría en el mundo
cristiano, una alcuña o apodo que o bien tenían o se pusieron –Barba, Barriga,
Bermejo, Blanco, Bocanegra, Bravo, Albo o Alvo, Cabeza, Garrido, Pardo,
Delgado, Rojo, etc.-.” [pp. 57-58].
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