Juan Calderón Matador
Madrid, Los libros del Mississipi, 2022, 82 págs.
Prólogo de Rocío Díaz Gómez
Epílogo de José María Herranz
Fotografías del autor
Nacido en Alburquerque (Badajoz) en 1952, Juan Calderón Matador se afincó en Madrid en 1975. Desde los 14 años hasta su jubilación fue empleado de banca, trabajo que compaginó con su faceta teatral, televisiva, radiofónica, cantautor, pintor, galerista y director artístico. Escribe poesía, narrativa y teatro. Su primer poemario publicado fue Camino ancho, paso desolado, en 1977, al que siguieron otros diez títulos más. En narrativa ha publicado La noche que murió Paca la tuerta, El señorito Antonio, Veinte historias amables más un garbanzo negro, Cuando duerme Guardamar y El cuentista bajo la encina blanca. Su último poemario Sillas invisibles fue publicado en esta misma editorial en 2020. Además de cultivar literatura infantil (con títulos como La bordadora del faro), ha estrenado cinco textos teatrales, ha compuesto más de 300 canciones, algunas grabadas en discos y ha logrado numerosos premios literarios. Es cofundador de la plataforma cultural Raíces de Papel, del colectivo literario Tirarse al Folio, y de la tertulia literaria Guardamar. Pertenece a la Asociación Prometeo de Poesía, a la tertulia Rascamán y la Unión Nacional de Escritores de España.
Ahora la editorial madrileña Los libros del Mississipi publica Con tres heridas, yo, concebido desde el título como un homenaje a Miguel Hernández (el poema recordado se reproduce en la apertura del libro). Siguiendo la estructura de esta composición, se suceden tres bloques de contenido autobiográfico (se incluyen fotografías suyas y de familiares cercanos) y tono transparente y confesional como anuncia un primer texto (“Quizá sea el momento de asomarme / a los balcones del recuerdo”). El primero de ellos, “la de la vida” resulta la “herida” más dramática al recordar, desde una perspectiva documental y de denuncia, las dificultades por las que atravesó un joven que optó por una sexualidad diferente (legislación discriminatoria, violencia homófoba, hostilidad de los servidores de la Iglesia…). “La de la muerte”, el segundo bloque, se resuelve en composiciones que componen una elegía a la madre fallecida, y “la del amor” recuerda un agitado y apasionado itinerario personal que logra, al fin, acceder a un gratificante “sosiego”, como se titula la composición que reproducimos.
SOSIEGO
El otoño se enrosca en nuestras ramas
poniendo de amarillo
lo que antes
reinaba en tonos verdes.
El amor
es un pájaro anciano que dormita
en el nido suave
de nuestros dedos enlazados.
Es tiempo de sosiego,
de recoger cosecha
en los surcos que abrimos a lo largo
de tierras compartidas,
por donde fuimos esparciendo el grano
que hoy nos alimenta.
Si no fuese por ti qué difícil sería
soportar tantos ocres en el árbol
donde perdió su voz el ave.
La primavera
se convirtió en recuerdo.
Pero debo decirte
que el corazón, a veces,
se rebela debajo de mi piel
y me exige de nuevo rosas rojas,
canciones que se adentren por mis pulsos
y los llenen de vida
antes de que los venza la nostalgia.
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