DE LA VIDA QUE PASA
(Textos periodísticos olvidados)
Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col.
Rescate, 2021, 330 págs.
Edición de Guadalupe Nieto caballero
Doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Extremadura, Guadalupe Nieto Caballero (Calamonte, 1991) es profesora e investigadora en la Universidad Complutense de Madrid. Desarrolla su investigación en el ámbito de la literatura española de la Edad de Plata, con especial atención a escritores que han quedado habitualmente al margen de nóminas canónicas como Francisco Valdés. Su tesis doctoral estuvo dedicada a la figura del autor dombenitense, sobre quien ha publicado artículos científicos y la monografía Francisco Valdés en sus libros: estudio de la obra de un autor olvidado de la Edad de Plata (2020). Ha publicado artículos y pronunciado ponencias también sobre Galdós, Josefina de la Torre, Concha Méndez y Miguel Delibes, y actualmente trabaja en la reconstrucción del contexto literario de Extremadura a comienzos del siglo XX. Ahora la Editora Regional de Extremadura publica en su colección Rescate De la vida que pasa, en cuya amplia y documentada introducción aborda facetas como la trayectoria biográfica del escritor, su obra literaria contemplada en su doble contexto regional y nacional, para centrarse en el análisis y reproducción de sus trabajos periodísticos, reveladores de su deriva estética e ideológica, pues “el análisis detenido de los artículos que hemos desgranado da cuenta de las preocupaciones y los cambios de intereses de Valdés en estos años. El cambio ideológico, tan evidente, se apacigua en cuestiones sociales como la difusión de la cultura y la educación para educar a las masas. Por último, sus atenciones literarias coinciden con las de etapas previas, aunque en algunos casos reniegue de algunas figuras como Unamuno y Jarnés, hacia quienes antes mostraba admiración y simpatía. Esta primera mitad de los años treinta, y más concretamente el periodo que va de 1932 a 1936, es bastante fructífera en su producción. Es el momento de su verdadera consolidación, del reconocimiento de la plana general de la literatura, como demuestran las numerosas reseñas y comentarios hacia su obra en diferentes periódicos regionales y nacionales. Los textos analizados son una muestra de los que recogemos en la selección que sigue a este estudio introductorio. En ellos se puede observar la relevancia y el compromiso de Francisco Valdés en el panorama de la literatura en Extremadura en las primeras décadas del siglo XX, así como en el contexto literario español de la época. Aunque no se le reconozca entre las primeras figuras que hoy integran el canon de la Edad de Plata, Francisco Valdés da cuenta de una evidente puesta al día con los presupuestos éticos y estéticos del momento que le tocó vivir”. [p. 73] Reproducimos un fragmento de un artículo (“Simpatías y diferencias. Agonía en el campo extremeño”, diario Hoy, 7 de mayo de 1933) que contiene, frente a las visiones edulcoradas que da Antonio Reyes Huertas del mismo entorno, una imagen dura y descarnada pero de un intenso poder plástico, de las “tierras inhóspitas de La Serena”.
“Sobre un cochecillo de varales, trotado por la mula castada, dócil y ligera, he ido a un pueblo cercano. Desde mi cortijo se ata-laya este pueblo durante el día aplanado por la llama del sol, y en la noche —rumorosa de estrellas— alinean sus calles las am-pollas eléctricas, lívidas y parpadeantes por la distancia. Sobre un altozano, muchas de sus casas. Luego otras toman la rampa abajo hasta anidarse en un cañazo de hondonada. Al final, en una planicie, están las casas de los "ricos".
El yermo en derredor. Tierras casi todas ellas de escasos pastizales finos: asiento de la merina vividora. A un lado algunas senaras de cebada. Cerca, también, unos viejos viñedos pobres con muchas casillas salpicadas entre su calvicie de sarmientos. Y surcándolos las brillantes rayas aceradas del tren con su escolta de palos trenzados por la red de apresuramiento.
Poco aliento de vida. Porque si tendéis la mirada ella se dilatará por el páramo agostado, con leves peñascales, donde solo unas briznas de hierba rumiarán estas merinas pequeñas de pe-lados remos y calva en el frontal. Tierras inhóspitas de la Serena con su fruto copioso de cardo y langosta. Y el sol de abril zumbando fuego y esterilidad en aquellos calveros desolados. Ni un árbol. Ni siquiera una mata”. [p. 279].
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