martes, 13 de diciembre de 2022

La Raya

LA RAYA

Una historia de contrabando

Fran Serrano

Badajoz, Editorial Intemperie, 2021, 219 págs.

   Nacido en Oliva de la Frontera, Fran Serrano ha desarrollado su carrera profesional en diferentes ámbitos de la psicología, principalmente en el ámbito social y sanitario. Como miembro del Grupo de Análisis de la Realidad Social de la Universidad de Extremadura ha participado en diferentes proyectos e investigaciones. Fue miembro fundador de la Asociación Extremeña de Terapia Familiar y de la Escuela de Terapia Familiar Milenia, y actualmente el secretario de la Federación Nacional de Terapia Familiar. En la actualidad es director del Centro Psicoworking en Badajoz, donde ejerce como psicólogo y psicoterapeuta. También trabaja en la Fundación Atenea, en el proyecto Caixa Proinfancia, y en la Asociación Cuéntame algo que me reconforte, dedicada a elaborar cuentos para niños en cuidados paliativos. Autor de numerosos poemarios y libros de relatos premiados en distintos certámenes, publicó en 2021 una novela singular, La Raya, subtitulada “Una historia de contrabando”, que sitúa su trama en unos campos y una aldea fronterizos con Portugal, del que les separa el río Ardila (en cuya margen portuguesa se levanta el castillo de Noudar). A lo largo de las cuatro estaciones de 1950 acompañamos a unas gentes humildes en su brega cotidiana por la existencia abandonados a su suerte y sin el menor amparo institucional (pero sí con la constante vigilancia represora de las fuerzas del orden). Próxima a los postulados temáticos y formales de la narrativa del realismo social, la novela presenta unas vidas humanas en el límite de la subsistencia que se presentan  e interrelacionan desde su condición profesional. Conocemos así al molinero, al piconero, al pastor, al peón caminero, a las costureras, al tendero, al ladrón, a las mujeres y a los niños, y junto a ellos a los protagonistas de la “historia de contrabando” anunciada en el subtítulo: Diego el mochilero y los guardias que lo persiguen sin tregua. Con una prosa rica y precisa, el narrador consigue transmitir las pasiones de unos seres humanos sometidos al ventarrón de la historia en un entorno rural periférico que si por un lado condiciona su presente y su futuro tiene, por otro, algo de refugio, a la vez que ofrece un precario y peligroso medio de vida. Reproducimos un fragmento que, como tantos otros, atiende tanto a la acción novelesca como al entorno en que transcurre (un paisaje rural descrito pormenorizadamente en todos los momentos del año).

    “Las ovejas rodean una zona de jaras y se acercan comisqueando hacia el cauce del arroyo. El tímido sonido de sus cencerros se mezcla en armonía con el del agua arremolinada. La que va primera se para en seco y alza la cabeza mirando al frente. Ceniza se adelanta unos pasos y fija su mirada en la vereda que sale entre las encinas, por lo que Dionisio entiende que viene alguien por ese lado. Aparece silenciosa una abubilla con su vuelo combado, como dando saltos en el aire. Se posa en una piedra y mueve su cabecita hacia los lados como un robot. Unos segundos después aparecen y la abubilla se aleja con su canto alegre, como si quisiera que la siguieran. Cuatro guardias civiles con su primo Diego en medio, andando a paso ligero. Pasan a su lado sin decir nada, como una procesión de ánimas. Las miradas incómodas dominan el escenario. El sargento Padilla lo mira fijamente, él mira a su primo, su primo mira el pasillo que han hecho las ovejas para que pasen, un guardia mira al sargento, la perra Ceniza mira a Dionisio, y una pareja de cuervos posados en una piedra los mira a todos. Después los ve alejarse camino del cuartel, mientras escucha el tintineo suave de los cencerros y el sonido de un pájaro. Parece el chirrido de una puerta vieja que se abre y se cierra deprisa una y otra vez. Puede ser un martín pescador. En otra ocasión se hubiera acercado a verlo, siempre le ha parecido el pájaro más hermoso que existe. Pero ahora no tiene tiempo, debe ir a avisar a la Reme” [p. 26].

 

 

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