EL CREDO DE LOS
SUICIDAS
Anabel Rodríguez
Mérida, Editora
Regional de Extremadura, col. Geografías, 2022, 76 págs.
Anabel Rodríguez Sánchez es licenciada en Derecho y abogada en ejercicio,
especialista en derecho civil, penal y administrativo. Experta universitaria en
mediación familiar, ha participado con relatos en diversas obras colectivas y
publicado dos novelas: Azaría (2015)
y Perdedores (2020). Colaboradora
desde hace varios años en diversa revistas digitales y en la revista cultural Aladar (perteneciente a El Correo de Andalucía), en la
actualidad participa en el magazine de radio de Canal Extremadura El Sol sale por el oeste, donde ha
tratado desde el feminismo, hasta la historia, pasando por el derecho más
actual. También toma parte como tertuliana en Cadena Cope y Onda Cero.
Ahora la Editora Regional de Extremadura publica en su colección Geografías El credo de los suicidas, una novela corta cuya trama arranca con un episodio insólito, el protagonista secuestra en el pasillo de un hotel a un desconocido y se encierra con él en su habitación tras narcotizarlo dispuesto a obligarlo a ser testigo de su suicidio. Encerrados ambos hombres en un único espacio, la novela se ajusta en su trama al perfil de una obra dramática clásica que obedeciera canónicamente las tres unidades (una acción, un espacio, un tiempo reducido; de hecho sería muy fácil convertirla en un texto teatral representable, con los pasajes narrativos como acotaciones). La conversación descubre que el hombre secuestrado es el más adecuado interlocutor del suicida, pues es el descendiente de una larga saga familiar de suicidas fracasados que recurrieron a esta medida extrema por diversas razones (un disparo fallido de un militar acosado por combatientes rifeños, un embarazo vergonzante, la infidelidad de la esposa, una homosexualidad perseguida por su entorno familiar, un fracaso académico…), en su desarrollo argumental que se cierra con un desenlace imprevisto. Reproducimos un fragmento de la conversación.
“-No vas a preguntar por qué quiero
suicidarme.
-No, no voy a hacerlo. Las razones que
tiene cada uno son de lo más variadas: estoy arruinado, mi mujer me engaña,
tengo una enfermedad terminal, me drogo y amargo la vida de los que me rodean,
sufro maltrato y no sé cómo evitarlo... pero al final se reducen a una única
razón: no puedo afrontar la vida y la única salida es morir. Ahí se encierran
todas y cada una de las razones de los suicidas desde que el mundo es mundo. No
soportan más la vida, la muerte se revela como el único remedio permanente a
los problemas, aunque sean pasajeros. No sé si estás enfermo, o si has perdido
dinero o a tu familia, si te abandonó tu amante, te persigue tu pasado o la
policía... Da igual, la vida te abruma tanto, que prefieres acabar. No hay
razones, hay una única razón y es la que te digo.
-Sí, quiero dejar de respirar, dejar de
hacerlo para siempre. Desisto de vivir.” [pp. 32-33].
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