EROSIÓN
José
García Alonso
Mérida,
Editora Regional de Extremadura, Col. Poesía, 104 págs.
Nacido en Pombriego (León) en 1962, José García Alonso es autor del libro de poemas Formas
de seguir abrazando (Alcancía, 2016). Otros textos suyos han aparecido en
varios libros colectivos (como Los
hombres me han tratado bien, una antología preparada por Myriam Rubio de
2014) y en revistas como Turia, El espejo o Cuaderno del Matemático. Ha sido reconocido con los premios “Flor
de la jara” de poesía de Jerez de los Caballeros y “Fernando de Castro” de
Sahagún. Residió en Plasencia entre los años 1998 y 2003. En la actualidad
coordina las actividades culturales de la asociación Laboratorio de las Artes
del Bierzo en Ponferrada, ciudad en la que reside.
Ahora la Editora Regional de Extremadura publica en su colección “Poesía” Erosión, que agrupa las composiciones en cinco bloques que versan sobre los motivos que han pasado a su título (“El tiempo”, “La palabra”, “Fracturas” y “El pasaje gastado”), pero en todos ellos domina una percepción poética dominante: el tiempo todo los transforma lenta y pertinazmente (“La arena que se escapa entre los dedos / fue antes piedra de una casa habitada / por tu nombre, / y antes piedra en una cresta…”) y todo lo degrada y erosiona (noción clave que ha pasado a título del libro), desde los paisajes naturales a los territorios interiores. Reproducimos un poema del último bloque que se cierra con esa idea de que todo lo que vive mantiene una guerra perdida contra el tiempo muy presente en la literatura clásica (como en Góngora: “¿Confiésalo Cartago y tú lo ignoras?”).
PÁRAMOS
Como
esponjas muertas
las
piedras calizas del páramo
esconden
entre sus poros diminutos
el
agua del otoño del mundo.
La
sal de los ojos de todas las mujeres
que
aventaron sus sueños con el trigo
sale
a la luz desenterrada
por
la reja generosa del barbecho.
Hermoso
el paisaje de los ocres.
Nada
parece tener fin
a
la asombrosa amplitud de este horizonte
de
orines en las manos
y
semillas que rebrotan.
Hermoso
el paisaje de tan frío. Rozar el cielo
aquí
mismo con la punta de los dedos
antes
de que los muertos, los pájaros, la noche,
arrumben
este día de nubes de la infancia.
Se
cierra la última portilla.
Se
derrite el último nevero.
Combatimos
en una guerra
lenta
sin
fusiles
contra
el tiempo
y
está perdida.
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