viernes, 8 de abril de 2016

Marquetalia (Un pueblo que rabia)


MARQUETALIA
(Un pueblo que rabia)

Antonio María Flórez
Manizales, Editorial Universidad de Caldas, 2003

   De madre dombenitense y padre colombiano, Antonio María Flórez (Don Benito, 1959) ha alternado por razones educativas y luego profesionales periodos de su vida en España y en Colombia, lo que le ha permitido conocer de primera mano el panorama literario de ambos países y lo ha convertido, con un gran número de proyectos, en un valioso puente de unión entre ellos. Paralelamente, Antonio María ha ido construyendo una notable obra literaria que se abre al ensayo, a la narración y a la poesía. Recientemente, el escritor me hizo llegar un ejemplar de Marquetalia (Un pueblo que rabia) aparecido en la editorial de la Universidad de Caldas, con una dedicatoria en la que afirma que la obra es el origen de proyectos posteriores. Y en efecto, en sus cuatro bloques (“El poeta en su estatura”, “País de caos”, “Paraíso perdido” y “Destino”) podemos encontrar, inseminadas, ideas que desarrollarán otros poemarios, como Desplazados del paraíso (premio Nacional de poesía “Ciudad de Bogotá”, aparecido en Colombia en 2003 y en la Editora Regional de Extremadura en 2006), Corazón de piedra (Littera Libros, 2011), Tauromaquia (Antología Trema) (Don Benito, 2011), Bajo tus pies la ciudad (De la Luna libros, 2012), o En las fronteras del miedo (Badajoz, Alcazaba, 2013) por citar solo algunos de los títulos más recientes. Reproducimos un poema de “Paraíso perdido” (que es, a la vez, un lugar de Colombia y la propia infancia)


JUEGOS DE INFANCIA

“Dormir y olvidarlo todo...”
Raymond Carver

Recuerdos mis juegos de infancia:
las canicas, el trompo y las cometas,
las decapitadas muñecas de mis hermanas.
Recuerdo la niebla lamiendo los caminos,
la gris piel de los cencerros del alba,
la leña crepitando en el fogón.
Evoco el espacio brumoso de un cuerpo
y muchos cuerpos en el agua,
el lecho navegante de los besos
creciendo en las nubes del sudor.
El amor que viene y va
en los brazos desnudos del vacío.
La soledad como premisa del verso,
el silencio al acecho de la página en blanco,
el corazón desgarrado de la tinta en el esfero.
La impotencia del sueño y la memoria,
y mi voz como un viento helado
sobre la tierra desierta y sin paisajes.
¡Qué inútil el recuerdo!
¡Qué inútil la palabra!
¡Qué inútil todo
si soy solo el poeta en su estatura!

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