TE TENDRÉ QUE
MATAR
Nicanor Gil
Mérida, De la luna Libros, Col. Lunas de Oriente, 107 págs.
Codirector del aula literaria José Antonio Gabriel y Galán, Nicanor Gil González (Guadalupe, 1967) ha colaborado como
narrador en varias antologías y libros colectivos. Es autor, además, del libro
de relatos Historia de Villa Germelina
(De la luna libros, 2008) y de Guía
histórica ilustrada de Guadalupe (Ediciones del Ambroz, 2010). Ahora, la
editorial emeritense De la luna Libros, en su colección recién inaugurada
“Lunas de Oriente” (que abre Alonso Guerrero con una novela, El mundo sumergido), publica su segundo
libro de relatos, Te tendré que matar,
que agrupa los textos en dos bloques; “Mis crímenes ejemplares” (en que
predominan los microrrelatos de tonos paródicos y desenlaces sorprendentes) y “Sonrisas
a prueba de balas”. El resultado constituye “”un conjunto de relatos y
microficciones escritos en un tono gamberro e irreverente, aderezado de un
cínico humor negro, que mezcla la realidad con fina ironía surrealista y cuya
lectura deja atrás un poso de risas y reflexiones sobre el oscuro arte del
asesinato” [Texto de contraportada]
Reproducimos una composición del segundo
bloque construido sobre un suceso real.
Al modo de
William S. Burroughs
-¿Puede
haber algo más romántico que morir a la luz de la luna? Cerraré los ojos, sabes
que no soporto ver la sangre –dice Joan mientras coloca el vaso de ginebra
sobre su cabeza y esboza esa sonrisa idiota que tanto me enerva.
-Ya
puedes disparar, Guillermo Tell –dice con un tono burlón de felicidad.
Me vuelvo para asegurarme de que nuestros
amigos son testigos de nuestro juego. Extiendo el brazo, apunto, contengo la
respiración y aprieto el gatillo. Mis ojos persiguen la trayectoria del vaso
intacto antes de llegar al suelo. Ella se desvanece con un agujero negro en la
frente. Su cuerpo convulsiona. Quiere decirme algo. Yo no puedo moverme, estoy
petrificado. El revólver cae al suelo. La sangre negra ha formado un corazón
que alarga sus lóbulos hasta alcanzar mis zapatos. Todo me lleva a la atroz
conclusión de que en ese preciso instante, a las 19:30 horas del ocho de
septiembre de mil novecientos cincuenta y uno, en México D.F. me hice escritor.
[p. 56]
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