TRIENIOS
Diario y bestiario de un funcionario
Jorge Márquez
Mérida, De la Luna libros, 2016, 281 págs.
Presentación (“Bienvenidos a la jungla”) de
Wesley J. Weaver III
Director
del Festival de Teatro Clásico de Mérida entre 2000 y 2005, Jorge Márquez
(Sevilla, 1958) es un articulista, dramaturgo y narrador con más de veinte
obras teatrales como Coraggio, mia
signora (premio Constitución de 1992), Títeres
de la luna, Hazme de la noche un
cuento, La tuerta suerte de Perico
Galápago (premio “SGAE” de 1994) o Cuchillos
de papel (premio “Lope de Vega” de 2010). Como narrador, Márquez es autor
de El claro de los trece perros (premio
“Ciudad de Salamanca”, 1996), Las parcas
(Editora Regional de Extremadura, 2000), que reúne tres narraciones cortas
tituladas “Cloto (La taberna)”,”Láquesis (La brújula)” y “Átopos (La habitación
de hotel”, y Los agachados (Sevilla,
Algaida, 2003). Ahora, la editora emeritense De la Luna libros publica su
tercera novela, Trienios, cuya trama
alterna bloques narrativos diferenciados por el tipo de letra, un “diario” de
un ordenanza que ha perdido a la mujer que ama y un “bestiario” protagonizado
por numerosos tipos humanos que tienen en común su trabajo en la administración
(maestros, ordenanzas, técnicos de mantenimiento, jefes de recursos humanos,
directores de departamentos de publicaciones…) durante un amplio tramo
cronológico que abarca los años de la República, el Franquismo, la Transición y
las décadas de Democracia. El resultado es un reflejo a veces ácido, en
ocasiones amable, de la vida cotidiana de ese mundo cerrado, reacio a la
transparencia, en que todo (contratación de personal, ascensos, despidos…) se
somete al clientelismo, al parentesco, a la arbitrariedad, a la concesiones
interesadas (“Si das de comer a quien te critica, no podrá hablar mal de ti
cuando mastica”) de un poder burocratizado que exhibe parecidas lacras sea cual
sea la forma de gobierno.
Reproducimos un fragmento en que un auxiliar administrativo recién
llegado y un técnico de mantenimiento discuten frente a una fotocopiadora atascada
(una secuencia, por cierto, fácilmente representable).
“-A
ti te han mandado hacer fotocopias y a mí me han mandado reparar la
fotocopiadora –exhibe un papel arrugado en la mano izquierda, una orden
escrita-. Será porque la fotocopiadora necesita ser reparada, digo yo. O sea,
que está averiada. Y si la fotocopiadora está averiada, es imposible que tú
estés haciendo fotocopias. Entonces, si no estás haciendo fotocopias, ¿me
puedes decir qué coño estás haciendo con la fotocopiadora?
-Pues…
fotocopias –responde Nicolás con cara de tonto-. Bueno –se lanza antes de que el
técnico vuelva a enredarle en el laberinto de su ilógica funcionaria-, el caso
es que estaba averiada pero poco; tenía un folio atascado, se lo he sacado y
funciona […]
-No,
no. Qué va –dice. No es posible que funcione. Vamos a ver, ¿tú quién eres?
-Nicolas Lagarcha -le tiende la mano-, auxiliar
administrativo. Me he incorporado hoy.
-Muy
bien, Nicolás Lagarcha Auxiliar Administrativo –responde el técnico ignorando la
oferta de saludo-. No sé si decirte encantado de conocerte, fíjate, por lo que
me estás contando. Así que has abierto tú la fotocopiadora.
-Sí,
pero porque…
-Y
que la has arreglado –le interrumpe, ya sin preguntar.
-Bueno,
es que era…
-Y
me has dicho que te llamas Nicolás Lagarcha Auxiliar Administrativo; o sea que
eres auxiliar administrativo, Nicolás Lagarcha, la misma palabra lo dice.
-Sí…
-Muy
bien. ¿Y tú sabes cómo me llamo yo? –no tiene intención de dejarle contestar-.
Pues yo me llamo Eladio Presilla Técnico de Mantenimiento, ¿Sabes por qué? Pues
porque soy técnico de mantenimiento, la misma palabra lo dice; lo cual no me
impide ir a tu mesa y hacer tu trabajo de auxiliar administrativo; así tú te
tocas los huevos, y cuando venga tu jefe y te pregunte por qué te estás tocando
los huevos en vez de trabajar, le dices que Eladio Presilla Técnico de
Mantenimiento ya ha hecho tu trabajo. ¿Y sabes qué pasa entonces? Pues que tu
jefe dirá que si hay otro que hace tu trabajo para qué coño te necesita a ti, y
te mandará a la puta calle. ¿Entiendes la metáfora?”. [pp. 254-255]
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