sábado, 17 de junio de 2017

Microrrelatos domésticos


MICRORRELATOS DOMÉSTICOS

Elías Moro
Sevilla, Takara Editorial, 2017.


   Nacido en Madrid en 1959, Elías Moro reside en Extremadura desde 1982, y aquí ha escrito una obra literaria que se ha sentido atraída por los géneros narrativos (Óbitos súbitos, Editora Regional, 2000) y por los textos breves de Me acuerdo en colaboración con Daniel Casado (Mérida, De la luna libros, 1999, con una segunda edición en 2009 en la editorial Calambur), pero el grueso de su producción literaria se halla en el terreno de la producción poética con títulos como Contrabando (Mérida, Editora Regional, 1987), Casi humanos. Bestiario (Valencia, Germanía, 2001), Palos de ciego (un cuaderno de tirada reducida publicado en Mérida por ediciones El Ermitaño, 2003) y La tabla del tres (Mérida, De la Luna libros, 2004). En 2009 vio la luz en la Editora Regional de Extremadura En piel y huesos, una antología poética de su obra al cuidado del profesor Miguel Ángel Lama.
   En 2010 vio la luz en la editorial madrileña Calambur El juego de la taba, “un cuaderno de notas aforismos, de breves textos sin mucha conexión entre ellos, de apuntes líricos, de filias y de fobias”. Un año más tarde apareció 99 morerías (Ed. De Salvador Gómez, 2011, reeditado con el título de Morerías por Ediciones Liliputienses en 2016). En 2013, lo haría Manga por hombro (Sevilla, La isla de Siltolá), y en 2015 verían la luz dos libros: un poemario, hay un rastro (Mérida, De la Luna libros), y un libro de aforismos, Algo que perder (Sevilla, La isla de Siltolá). Recientemente, han aparecido Álbum de sombras (León, Eolas Ediciones, 2017) y Microrrelatos domésticos (Sevilla, Takara Editorial, 2017), un conjunto de pequeñas narraciones elaboradas sobre motivos del entorno cotidiano más próximo, del que reproducimos el titulado "Zapatos".

   Zapatos

   Nacimos el mismo día, tenemos idéntico color de piel, somos iguales hasta el último detalle, y sin embargo… ¡somos tan distintos!
   Como es un cabeza hueca a él le encanta salir por ahí de jarana, que lo saquen a diario de paseo, pisotear alegremente parques, terrazas, avenidas…    Y luego, claro, llega como llega, hecho un desastre, lleno de suciedad y barro, con colillas y chicles pegados a la suela (que luego no hay quien los quite) cuando no apestando a pis de gato o caca de perro.
   A mí, en cambio, me gusta más quedarme tranquilito en casa, de charla con mis otros colegas, bien a salvo de esas marranadas.
   Tenemos nuestras buenas discusiones a cuenta de eso, porque siendo gemelos pareciera que siempre tengamos que ir juntos a todos lados, nos guste o no.
   Cuando estamos enfadados él mira hacia la derecha, yo hacia la izquierda.
   Podemos pasar horas porfiando sobre el asunto sin ponernos nunca de acuerdo, sin dar nuestro brazo a torcer.
   Disputas y rencillas inútiles que quedan zanjadas de cuajo en cuanto llega ese tipo, nos calza a cada uno en su pie correspondiente y nos lleva a donde le da la real gana sin pedirnos opinión ni nada.


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