miércoles, 12 de julio de 2017

Los menandros del Guadiana


   Tendría por entonces catorce o quince años, cuando en cierta ocasión le entregué a mi profesor de Latín y Griego un poema para que me diera su opinión. Se titulaba “Oda al río Guadiana” (yo era un alumno interno de un centro privado emeritense que estaba próximo al río y todavía recuerdo las escapadas por sus orillas y las nieblas persistentes durante los meses de invierno). La última estrofa, en un franco diálogo con el río (del que dijo Plinio saepius nasci gaudet; esto es, el río que se complace en nacer varias veces) afirmaba  resueltamente:

“Cruzarás tierras de Huelva
entre curvas y menandros
y llegarás al final
desembocando en el Atlántico”

   (Ahora que la releo pienso que podría ejemplificar con rigor la “difícil sencillez” de ciertos estilos poéticos, ejem, ejem).
   El profesor puso especial empeño en comentar con detalle el segundo verso (sin duda, el mejor de los cuatro). Recuerdo que me dijo: “Verás, la primera palabra está mal utilizada porque da a entender que el río pasa “por el medio de las curvas y los menandros”; la segunda es sinónima de la última y por tanto es superflua (en poesía, lo que no suma resta); la tercera, claro, ya no es necesaria, y la cuarta no existe, porque se dice ‘meandros’”.

2 comentarios:

  1. Un verso memorable y un análisis modélico, Simón. Enhorabuena al alumno que fuiste, por tu inventiva, y al profesor que tuviste, por su implacabilidad.
    Abracísimos.

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  2. Por aquí ando releyendo "Insumisión" y "Muerte y amapolas en Alexandra Avenue" para suplir mis carencias.

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