LA TIZA QUE RÍE
Anécdotas de alumnos y maestros
Flóbert Zapata Arias
Manizales (Colombia), Ed.
Manigraf, 2007, 130 págs.
Palabras introductorias del
autor
Autor de compilaciones antológicas como La generación invisible (2000) o Musa Levis. Breviario de poesía
contemporánea de Caldas (2002), Flóbert Zapata Arias (Filadelfia, Caldas,
Colombia, 1958) ha publicado los poemarios Copia
del insecto (1991), Después del
colegio (1994), Declaraciones
(1999), Ataúd tallado a mano (2005) y
el libro de cuentos La bestia danzante
(1995).
De su último viaje a Colombia, Antonio María Flórez me ha traído un ejemplar de otro libro del autor aparecido en 2007, La tiza que ríe, una recopilación ligera
y alegre de citas y anécdotas de escritores conocidos, relacionadas con la
educación y episodios vividos por Flobert Zapata, profesor, fundador del sello
editorial lyrica species y director de talleres de poesía, o por compañeros de
oficio en el aula. Y así, el profesor se dirige a los alumnos de un centro
nocturno que bostezan constantemente: “Los que quieran dormir recuesten la
cabeza sobre el pupitre y se duermen, pero me hacen el favor de roncar pasito
para que no despierten a los otros”.
Reproducimos otro fragmento del libro
seguido de un par de anécdotas de cosecha propia (ya que en todas partes cuecen
las mismas habas).
“Liceo Isabel la Católica. Grado sexto E,
conocido como el de las alumnas grandes y brutas. Clase de Literatura Española.
Tema “Novelistas españoles”. Con libreta de notas en la mano el profesor pregunta a una de ellas:
-¿Quién
es el autor de “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha?
La alumna no lo recuerda. Calla. Pide:
-Una
señita, profe.
El profe se la da:
-El
nombre es Miguel.
De nuevo silencio.
-Otra
señita, profe -implora la alumna.
El profesor accede.
-Era
manco.
Entonces la alumna, que tenía notas pésimas
y quería recuperarse, con briosa ansiedad responde:
-¡Miguel
de Unamano, profe, Miguel de Unamano!
* * *
Una alumna de bachiller me llamó a su mesa
en cierta ocasión y me dijo:
-Un
hombre se mantenió media hora debajo del agua sin ayuda ninguna.
-¡Mantuvo!
-le contesté enojado.
-No,
no, sin tubo, je je – me contestó.
En un examen escrito, un alumno de Primaria
contestó a la pregunta de una compañera (“¿Por qué no puede visitarse la cueva
de Altamira?”): “Porque todavía no está terminada”.
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