ESENCIA
Efi Cubero
Sevilla,
Ediciones de la Isla de Siltolá, 2109, 202 págs.
Nacida en Granja de Torrehermosa,
Efi Cubero es ensayista, poeta y narradora que ha colaborado con artículos,
estudios ensayísticos y entrevistas a personalidades de la literatura y el arte
en numerosas revistas (Arquitectura
y Humanidades de
la UNAM, Letralia, Mitologías, Analecta Literaria, Cuaderno Ático, Estación Poesía, El ático de los gatos, Frontera, Cromomagacine,
Papel Salmón, Alga, Norbania, Destiempos, En sentido figurado, Turia, Tinta
China…).
Su obra poética,
incluida en numerosas antologías y traducida al portugués, francés e inglés se
inicia con Fragmentos de exilio
(Badajoz, 1992), al que siguieron Altano
(Badajoz, Alcazaba, 1995), Borrando
márgenes (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2004), Estados sucesivos (Architecthum Plus, S.
C., México, 2008, con prólogo de Federico Martínez Reyes), Ultramar. Libro de Artista en colaboración con Paco Mora Peral.
Castilla-La Mancha, 2009), Condición del
extraño (Sevilla, Isla de Siltolá, 2013, con estudio introductorio de Jesús
Moreno Sanz) y Punto de apoyo
(Mérida, La luna libros, 2014).
Ahora, Ediciones de la Isla de Siltolá
publica Esencia, una compilación de textos ensayísticos sobre creadores
visuales, de modo preferente pintores, cuya aportación estética se propone
evaluar en unas composiciones fronterizas entre el ensayo y la propia poesía,
aproximándose a su ser esencial y singular con una prosa de una notabilísima
altura lírica. Son textos reflexivos en los que, dice en su capítulo sobre El
Greco, “converso sin prisa alguna”, pues él “tiene toda la eternidad para
escucharme y yo solo algunos años para hacerlo”. Aunque carezco de
conocimientos bastantes para enjuiciar sus apreciaciones, mi experiencia de
lector encuentra constantes hallazgos. He aquí algunos: Caravaggio (“En cierta
forma él encarna la audacia, ausente de prejuicios, de la modernidad, también
el desarraigo”.), Turner (“Nada somos –nos recuerda el artista- frente a los
elementos ni frente a lo poderoso de una naturaleza que a menudo nos traga y
zarandea en continuo proceso del cambiante trasiego”), Goya (“Goya desvela
igual la carne que la conciencia. Antes que Munch, su grito sin sonido resuena
sobre el viento de la idea reflejando impotencias. Mostrando como nadie la
crueldad y el valor, la indefensión y el miedo, el horror de la guerra en toda
guerra, la mirada invertida de víctima y verdugo”), Dalí (“Simulacros y
máscaras. El artificio y la verdad de la creación, su angustia y su grandeza
desde el lúgubre juego daliniano”) Antonio López (“Pinta también al hombre y a
la mujer, despojados, ajenos y terrosos, con esa claridad que atraviesa los
tiempos y nos lleva al silencio austero de las esculturas de Tell el-Amarna”)…
Reproducimos el capítulo dedicado a Antonio Gómez.
XXXIV
ANTONIO GÓMEZ
Camina Antonio Gómez con la mirada alerta y
es un mirar de fondo y hacia el fondo. Las plumas culebrean para salir del
marco, la funda del revólver solo contiene lápices y el mundo es la metáfora de
un poema bajo la afilada punta de unos ojos que piensas. Un melón coronado de
papel, una estrella de David que se convierte en un anuncio de icónica bebida
muy estadounidense, el aire se sostiene en molinillo de papel y, tan
calderoniano, todo es sueño y verdad. Reflexión y materia recrean un universo
de contrastes y luces, sombras, reverberaciones sobre el enigma de cualquier
elemento cotidiano que su interior y sus dedos ágiles transforman en poema y en
arte puro. Gómez escribe y escribe y escribe en el insomnio de la incertidumbre
mientras los bolígrafos se vacían y él los alinea como soldados en un campo de
batallas perdidas, o ganadas, con su carga de indefensión y desnudez perpleja.
A veces cierra los ojos para ver mejor mientras que desde el fondo, su Lorca
malherido, perfile el trágico perfil de aquella negra España donde lo
asesinaron. Siempre la coherencia de ese valor en alza que nada tiene que ver
con elementos mercantiles. Una visión de niño con disparos de luz proyecta
limpiamente el caminar el hombre y del poeta. Avanza hacia el asombro que le
permite pintar el arco iris, indagar en el juego de intereses que la vida
perpetra y formar, con dos hojas prestadas de algún árbol, un corazón prendido
a un imperdible con la complicidad sencilla del que ama, con la complejidad del
ser humano que medita y cavila. Poesía visual, objetual, discursiva, fónica,
acciones poéticas, instalaciones y performances, distintos soportes para una
dimensión interdisciplinar justifica su larga trayectoria, pero en el fondo,
apuntando a ese norte de emoción y razón, solo es poesía desnuda lo que abarca
su juego. Verosímil y alucinado huye de pedestales, pisa la tierra con
extrañamiento, apunta hacia un objeto y lo trastoca otorgándole un nuevo
significado desvelando las capas que en realidad contiene, porque somos
naturaleza viva unida a cualquier brizna de tiempo. Antonio Gómez vibra por la
cara interior de los matices y encuentra la verdad. Y es que respira, ajeno y
desprendido, solidario y humano, dejándonos su luz e incertidumbre.
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