EL CÍRCULO DE LOS PRIMOS ASIMÉTRICOS
Juan Tomé Escribano
Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col.
Geografías, 2020, 118 págs.
Catedrático de Física y Química de enseñanza media, Juan Tomé Escribano es miembro fundador de la Asociación para la enseñanza de la Astronomía y autor de obras científicas como La paradoja de Olbers (2003) y Cosmología para la secundaria (2012), así como de un libro compuesto por siete ensayos y siete relatos complementarios sobre cosmología y evolución, Existiendo el universo (2015). Publica el blog Amonaria cosmológica, donde reúne trabajos de naturaleza dispar. Su último libro, publicado por la Editora Regional de Extremadura en su colección “Geografías”, es El círculo de los primos asimétricos, compilación de ocho relatos sobre diversos temas y modelos narrativos recorridos por el motivo reiterado (los números primos) que ha pasado al título y marcados por un tono lúdico y una atención preferente a la expresión formal. Reproducimos el fragmento con que arranca una de las composiciones, “Gambito de magdalena”, que reflexiona sobra la relación (y las diferencias) entre verdad y ficción.
“Sostiene uno de los miembros más antiguos de nuestro círculo, buen escritor de cuentos, que la narración de las cosas que a uno le han pasado es propia de reuniones familiares o de amigos, cerradas alrededor de una mesa o abiertas a la barra de un bar, y que tiene que ser oral, de modo que otros, al oírla, y empezando con pues ahora te voy a contar yo lo que me pasó a mí, puedan atender su necesidad, si la tienen, de narrar y de ser oídos. Dice que la realidad, aun cuando trate de sucesos más insólitos que cualquiera inventado en la ficción, tiene siempre coordenadas y fechas, está protagonizada por personas concretas, se atiene a la geografía y transcurre siempre en la sucesión inamovible de los acontecimientos. La ficción, en cambio, aunque trate de sucesos comunes, es libre al dibujar los escenarios y las épocas, está protagonizada por personajes y su lógica puede escapar a las leyes de conexión de los espacios y de la ordenación causal de los sucesos. Está convencido de que, al lado de la ficción, la realidad es un chiste, una parodia simplona de algo que podría haber sido contado con más profundidad, con más matices, con más palabras y mejor jugadas. Pero advierte de que la realidad es íntegra y vengativa, de que no acepta ser disfrazada de fantasía y de que siempre termina revelando las caras que esconden las caretas, delatando la impostura si se intenta. Y cree que lo consigue porque le bastan reclamos tan sutiles como luces, sonidos, olores o palabras para acudir a las mentes y materializarse en ellas. Por todo ello, él recomienda que no se escriba sobre la realidad vivida. Porque tarde o temprano, dice, aquí o allí, alguien que esté leyendo una invención construida sobre algo que pasó, acabará evocándolo y en esa evocación perderá la invención su magia”. [pp. 109-110].
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