jueves, 27 de enero de 2022

Cuaderno de campo

CUADERNO DE CAMPO

Adolfo Gómez Tomé

Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col, Poesía, 2021, 49 págs.

    Adolfo Gómez Tomé (Mirabel, Cáceres, 1969) es profesor de lengua inglesa en Plasencia. Junto a una extensa obra publicada de relatos y narraciones breves, es autor de la novela La Gallina Ciega (premio de novela corta “Casino de Lorca”, 2000). Ha traducido a la poeta inglesa Kathleen Raine en diferentes revistas especializadas y es responsable tanto de la antología bilingüe Poesía y naturaleza, de esta misma autora, como de su autobiografía Adiós, prados felices (Renacimiento, 2013); también ha publicado versiones de Tahar Ben Jelloun y de la premio Nobel Louise Glück. Junto al ilustrador Lluvia Buijs publicó los relatos contenidos en Naufragios (Editora Regional de Extremadura, 2010). Ahora la Editora Regional de Extremadura publica en su colección Poesía Cuaderno de campo, que en sus dos bloques (“En casa” y “Debo salir y habitar sus pasos”) comunica un regreso a la casa y a la naturaleza de la infancia (una naturaleza expresa en una nota final: “este cuaderno de campo está dedicado al río Jerte, al monte Valcorchero, a la huerta del Palacio, a la finca del Risco, a la rivera del Castaño, a la garganta de Minchones, al monte Batuecas”), recreada en textos abiertos a la belleza elemental de este entorno contemplada con los tonos de un asombro infantil. Reproducimos una composición del segundo bloque.

  

Dios espera… donde están las raíces.

Rilke

 

El viejo gallinero en un rincón de la huerta.

Los huevos morenos

aún tibios

en las manos-nido de las niñas

(la ternura de los dedos alentando la tersura de la cáscara).

 

Los narcisos florecidos

(aquellos traídos a hurtadillas de Escocia veinte años atrás)

a los pies del muro de piedra

inclinando sus cabezas amarillas

                                               dulcemente.

Y dulcemente, las manos envejecidas de mi padre

ofreciéndomelos (“llévatelos a casa”)

la fragancia arremolinándose en las puntas

                                                        de sus dedos.

 

La ranita de San Antón abrazada

                                      inmóvil

a la rama de bambú

mecida imperceptiblemente

por el vislumbre de la primavera.

¿De qué nos habla el pálpito de su piel

verde, verde, verde sin paliativos?

 

El viejo gallinero en el rincón de la huerta.

                                                        He vuelto.    

 

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