AGUA SOMOS
Jesús J. de la
Gándara Martín
Mérida, Editora
Regional de Extremadura, col. Perspectivas, 2022, 175 págs.
Prefacio del autor
Epílogo (“La madre
naturaleza y el agua que la fecunda”) de Tomás Calvo Buezas
Jesús J. de la Gándara (Tornavacas, Cáceres,
1956) es Doctor en Medicina y Especialista en Psiquiatra. Ha sido Jefe de
Servicio de Psiquiatría de Burgos y profesor de las universidades de Burgos
(Enfermería, Educación) y Valladolid (Medicina). Entre sus distinciones destaca
ser Colegial de Honor del Colegio Mayor San Bartolomé de la Universidad de
Salamanca, Académico Corresponsal de la Real Academia de Medicina Cirugía de
Valladolid, Vocal de Honor de la Asociación Española de Médicos Escritores y
Artistas, miembro de la Art&Psychiatric Section of the World Psychiatric
Association y del Colegio Español de Psiquiatras Eméritos. Ha publicado
numerosos artículos y libros científicos y de ensayo, como Envejecer en soledad (1995), Comprar
por comprar (1996), Los apellidos de
la libertad (1999), Posmodernidad y salud
mental (2010), El síndrome del espejo
(2013), Cibernícolas (2016), Un nuevo mundo viene (2022), y los
poemarios Signos Secretos (1985), Psicotropos (1997), La Tabla del 7 (1999), Milenio en Silos (2000), Vino (2013) y Agua (2014). Ahora la Editora Regional de Extremadura publica en su colección Perspectivas Agua somos, un libro singular que reúne
los textos en dos bloques, “Humanaciones” en que el agua se dirige al lector en
primera persona bajo todas sus manifestaciones (vapor, nieve, granizo, rocío,
escarcha, lluvia, niebla, bruma, lago, mar, lágrima…) y un segundo apartado, “Acuefacciones”,
con textos en tercera persona “que se dedican a explorar las complejas
relaciones de la humanidad con las aguas” (clepsidra, acuarela, acuario,
acueducto, alcantarilla…). Con un epílogo de Tomas Calvo Buezas, catedrático emérito de Antropología, que
subraya la relación de estas composiciones con el entorno del Jerte (paisaje,
leyendas, recuerdos infantiles…), los textos, muy cuidados formalmente, se
mueven entre los registros poéticos y ensayísticos apoyándose en un altísimo
número de citas (de etimología, literatura, filosofía, cultura popular…). Recogemos
uno de los capítulos del primer bloque cuya expresión lírica permitiría su reproducción
en verso.
SER VAPOR
Después de evaporarme me sucedieron muchas
cosas, como acomoda al inestable estado gaseoso y sus inaprensibles leyes y
sutiles movimientos.
La primera aventura fue convertirme en un
duende vaporoso, ajeno a cualquier norma que pretendiese controlarme.
Y así cada mañana, mientras ella se estiraba
las arrugas del insomnio, yo la contemplaba desde el espejo, disimuladamente.
Yo jugaba a empañarle la imagen y ella a
desempañarla, acariciándome con sus dedos. Yo fantasma, vaho; ella imagen, luz;
y su mano delicada abriéndome los poros para verse los suyos. Y yo licuándome,
derritiéndome, chorreándome, agotándome.
No imaginas qué complicidad: la ducha, su
piel, mi humedad sobre ella, su mano sobre mi paño vaporoso, y entre ambos el
espejo cómplice y clandestino, contemplándolo todo y sonriendo calladamente.
Qué placer el de fluir por su piel,
empapándola, hidratándola, embelleciéndola.
Qué pasión la de volver a fundirme, húmeda y
cálida, con el agua de su cuerpo.
Qué entusiasmo, que so pretexto del vapor se
haya despertado el amor, y haya orlado la siembra de la vida con el goce de los
cuerpos. [p. 25].
En 1648, el químico Jan Baptista van Helmont
creó el vocablo gas, a partir del término griego kaos (desorden) para definir
las características del anhídrido carbónico. Esta denominación se extendió
luego a todos los cuerpos gaseosos y para comprender sus movimientos, cambios
etc., los físicos más reputados han enunciado leyes complejísimas, como la de
Boyle (1662), la de Charles (1787) o la de Gay-Lussac (1802) que tantos
quebraderos de cabeza nos daban a los bachilleres.
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