LA MUJERES
FELICES SON UNA QUIMERA
Alonso Guerrero
Córdoba, Ed. Almuzara, 2022, 270 págs.
I Premio
Internacional de novela jurídica del ICAGR
Nacido en Mérida en 1962, Alonso Guerrero es
escritor y profesor. En 1982 gana el premio Felipe Trigo de narraciones cortas
con Tricotomía, y en 1987 el Navarra
de novela con Los años imaginarios.
Muestras de sus incursiones en el cuento son El hombre abreviado (1998), Fin
del milenio en Madrid (1999) y De la
indigencia a la literatura (2004). La novela también le llevó a experimentos
como Los ladrones de libros (1991), El durmiente (1998), El edén de los autómatas (2004), Doce semanas del siglo XX (2007) o la
narración futurista Un palco sobre la nada (2012), en tanto La muerte y su
antídoto (2004) contiene una reflexión sobre el oficio de escribir. Sus
últimos libros han sido una novela sobre los atentados del 11-M en Madrid, Un día sin comienzo, la narración El mundo sumergido y la novela El amor de Penny Robinson (Berenice,
2018), que se convirtió en un gran éxito de ventas. También ha ejercido la
crítica literaria y el periodismo de opinión. Es profesor de Lengua y
Literatura en un instituto de Madrid y con Las
mujeres felices son una quimera ha resultado ganador del Primer Premio
Internacional de Novela Jurídica, que impulsa el Colegio de Abogados de
Granada.
La
mujeres felices son una quimera desarrolla una trama de novela negra de
ambientación urbana que arranca con el descubrimiento del cuerpo de un hombre ahorcado en un árbol de una plaza
céntrica de Madrid. El comisario Enrique Lahoz, apodado por sus compañeros “el
fantasma” por su tendencia a mantenerse alejado de la comisaría, emprende una
investigación (a pesar de una primera impresión no se trata de un suicidio sino
de un asesinato) que le llevará a aproximarse a un grupo de cinco personas que
sin conocer ni siquiera sus nombres (todas se ocultan tras un alias o nick) coinciden en una página de la Deep
Web. La investigación policial tendrá que enfrentarse a nuevos asesinatos que
hacen pensar en un asesino en serie, a circunstancias extrañas (como la
aparición de los teléfonos móviles de unas víctimas en el escenario del crimen
de otras) y a unas personas que han sustituido las relaciones personales por su
presencia constante en las redes: en sus casas no hay libros ni cuadernos, ni
bolígrafos, sino televisiones de tamaño desmesurado, cedés, lápices de memoria,
tarjetas con archivos visuales… Como en los modelos clásicos que reúnen un caso
policial con un reflejo crítico de la sociedad (corrupción policial,
connivencia entre políticos y delincuentes), la presente novela desarrolla una
trama absorbente que nos lleva de un enigma a otro hasta un desenlace insólito,
pero también se propone presentar a un nuevo prototipo de ser humano que se ha
volcado hacia un mundo virtual en el que el anonimato es “el de gente que se
mantiene de incógnito porque así significa más que con sus nombres y apellidos”,
en que “nadie quiere ser quien es, ni estar donde está” y tiene una deriva
terrible en el caso de niños y adolescentes con los que “la educación ya no
sirve de mucho. Ahora se hacen montaraces en internet como si fueran perros
abandonados”. Comunicada con una prosa cuidada y precisa tan eficiente en la
narración como en los diálogos, la novela es una notabilísima muestra de la
novela negra actual. Reproducimos un fragmento del arranque de la trama.
“La cara del capitán apareció en la
pantallas, con sus ojeras de político con demasiadas sobremesas, y le expuso
personalmente el expediente del tío colgado del árbol. Asunto del que se había
hecho cargo el Juzgado de Instrucción número 21.
-Encárgate de él –le dijo-. No es un
suicidio. El forense ha dicho que lo colgaron después de matarlo.
¿Por qué yo? —preguntó Lahoz—. Sabes
que no me gustan las cosas complicadas.
-Porque eres el más cabrón, y el que
menos ganas tiene de trabajar. Los jueces sólo te quieren porque les pones las
cosas claras.
-Sabes que los hay más cabrones que yo
en la policía, aunque tengas razón en lo segundo.
-Échale un vistazo al informe del
forense. No tiene buena pinta.
-Nada tiene buena pinta.
-La familia está pasándolo bastante
mal. Hay detalles muy extraños.
-Estoy seguro de que ya has resuelto el
caso. Dime si el asesino es el mayordomo, y punto.
-Las soluciones ya te las pedirá a ti
el juez Corcovado, que es quien instruye el caso. Como os lleváis tan bien,
quizá te amplíe el margen de actuación, siempre que no se lo quites a él.
-Corcovado, extraña casualidad -dijo
Lahoz-. Hemos tenido roces, dentro y fuera del juzgado, pero me cae bien.
-¿Qué quiere decir fuera? ¿Habéis
compartido amantes?
-Esa es la única investigación en la
que no me gustaría profundizar. [pp. 10-11].
No hay comentarios:
Publicar un comentario