martes, 14 de julio de 2020

La sílaba de ónice


 
LA SÍLABA DE ÓNICE

José Antonio Ramírez Lozano
Salamanca, Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo, 2019, 45 págs.
Premio Fray Luis de León de Poesía

  José Antonio Ramírez Lozano (Nogales, Badajoz, 1950) es autor de más de setenta obras en prosa y verso, premiadas muchas de ellas con galardones prestigiosos (Azorín, Claudio Rodríguez, Juan Ramón Jiménez, José Hierro, Blas de Otero, Ricardo Molina o los extremeños Ciudad de Badajoz, Felipe Trigo o Cáceres de novela corta). Su obra poética arranca con Canciones a cara y cruz (Sevilla, 1974), libro al que siguieron otros muchos títulos (como Antifonario para un derrumbe, Bestiario del cabildo, Cuarto creciente, Azogue impuro, Pipirifauna, Santos llovidos del cielo, El arquero ciego, Aqueronte, Discurso de anatomía, La flor de la pavesa, EpifaníasA cara de perro…). Ahora, la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León publica La sílaba de ónice, ganadora del Premio Fray Luis de León correspondiente a 1019.
   Reproducimos una de las composiciones marcada por el tono narrativo, la portentosa imaginación, lo insólito del entorno por donde deambula el animal (un cementerio) y un registro lingüístico dominado por las asociaciones léxicas imprevistas.

VACA SOLA

Hay una vaca enorme aquí en mi sueño
que pasta entre las tumbas.
Una vaca que ignora el himno de los mártires,
el ciclo de las témporas
y que apedrean los deudos cuando acuden
con su hebra de luto y sus flores de plástico.

Sobre su piel dibuja el mundo
los negros continentes, los océanos blancos.
Y ella ignora su peso, la deuda de los días,
el signo que el destino ha escrito en su testuz
y que solo los hombres logran interpretar.

Su mugido es oscuro, como el turbio
acecho de la ira, la cuerna del hondero.
Y convoca en agosto las tormentas de azufre,
los tábanos de fuego que pregonan
el lubricán del juicio, ese arrecife último
de las generaciones.

Ella ignora la promesa de Dios,
pero se deja, mansa,
ordeñar por el ángel de la desolación
mientras camina lenta,
arrastrando sus ubres, el hilo de su leche
sobre las matas verdes de  ortigas y chicoria,
sobre las tumbas negras que aguardan todavía
el vano despertar, el alba de la carne.

1 comentario:

  1. Una maravilla. Un prodigio de la imaginación hecho poema, como el verbo se hizo carne, pero a la inversa.

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