José A. Ramírez Lozano
Valencia, Ed. Pre-Textos, 2021, 42 págs.
Premio Juan Gil Albert, XXXVIII Premios Ciudat de
Valencia
José Antonio Ramírez Lozano (Nogales, Badajoz, 1950) es autor de más de setenta obras en prosa y verso, premiadas muchas de ellas con galardones prestigiosos (Azorín, Claudio Rodríguez, Juan Ramón Jiménez, José Hierro, Blas de Otero, Ricardo Molina o los extremeños Ciudad de Badajoz, Felipe Trigo o Cáceres de novela corta). Su obra poética arranca con Canciones a cara y cruz (Sevilla, 1974), libro al que siguieron otros muchos títulos, muchos de ellos también premiados. Sus últimos libros de versos son Corambo (2007), Cuarto creciente (2007), Caliches (2009), Copa de sombras (2009), Raíz de la materia (2011), Rosas profanas (2012), Las islas malabares (2012), Ropa tendida (2013), Elegía de Yuste (2013), Discurso de anatomía (2014), Vaca de España (2014), A cara de perro (2017), Bestiario del cabildo (2018), Epifanías (2018), La sílaba de ónice (2019), La patria de los náufragos (2020) y Peccatamundi (2021). Ahora, la editorial Pre-Textos publica Motivos de sospecha, ganador del premio “Juan Gil Albert”, que se abre con una cita del poeta italiano Luca Banti (“El poema no es más que la sospecha de una realidad”), el libro reúne composiciones que reflexionan sobre la condición de la poesía, sobre sus posibilidades y sus limitaciones (y sus trampas) que se acercan a realidades anodinas, una “poesía de lo inútil” que hablan de peces y gatos, de moscas, hormigas, un colibrí o una escolopendra (o un botón). Reproducimos la composición que cierra el poemario.
La trampa
En tu afán, en el celo
ese con que te empeñas
en ordenar tus versos exigiéndoles
fidelidad a tus palabras,
está también la trampa, tu extravío.
La edad en su costumbre
hará de tu virtud torpe mudanza.
Confundirá tus fechas,
la luz de ese poema
en que ahora se mira el corazón
para dejarlo acaso
en un verso distinto por extraño
en el que apenas si te reconoces.
Mejor no exijas nada.
Nada impongas, mejor, a tus palabras.
Deja que ellas te dicten
la vida, que ellas sean
también su muerte, apenas dichas.
Morir si pronunciar.
Matar así a la Muerte con nombrarla.
Sin ira apenas,
sin apenas clemencia.
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