EL
CUADERNO DE HULE NEGRO
(Relatos)
Mérida,
Editora Regional de Extremadura, col. Rescate, 2024, 201 págs.
Edición, introducción y notas de Fernando Pérez González
Fernando Pérez Gonzalez (1984), editor del
presente libro e hijo del autor, es profesor de filosofía y poeta con una obra
recogida en varias antologías como Piedra
de toque. 15 poetas emergentes en Extremadura (ERE, 2017) y Diáspora. Poetas extremeños en el exilio
(Ediciones Liliputienses, 2020). Ahora la Editora Regional de Extremadura,
dirigida con notable eficiencia por Fernando Tomás desde 1995 hasta su
fallecimiento prematuro en 2005, publica este compendio de narraciones que su
autor dejó inéditas. En el estudio introductorio Fernando Pérez traza una
pormenorizada biografía paterna, emocionada, pero perfectamente documentada y
ecuánime en sus juicios, deteniéndose en los años de formación, humana y
académica (doctor en Filosofía), su tarea docente en varios institutos de la
región y su labor como editor al frente de una empresa pública que agrandó bajo
su dirección el perfil de buque insignia de la edición en Extremadura. En vida
publicó, entre otras obras, La
introducción del darwinismo en la Extremadura decimonónica (1987) y, junto
con Diego Núñez, Genealogía extremeña de
Antonio Machado. Estudios sobre José Álvarez Guerra (1989) , además de
numerosísimos trabajos en diarios y revistas especializadas. Tras su muerte,
vio la luz Artículos y ensayos
(2013). Un segundo bloque de la introducción analiza las narraciones incluidas,
de variada temática pero con un marcado sesgo biográfico (recuerdos de la niñez,
evocaciones del mundo rural, oficios y tipos campesinos…, que en ocasiones (“Un
suceso en la Mina”, “Labrarás la tierra”…) se acercan a perfil de la novela
corta, con un estilo “cervantino” de frases amplias, un notable rigor léxico y
una marcada capacidad de observación. Reproducimos un fragmento de uno de los
pocos textos no inéditos (Gacetilla de la
U.B.Ex., 1994) titulado “Últimas lecturas” que contiene un emocionado
recuerdo de su padre (Fernando Pérez Marqués, escritor como él).
“En
las infinitas de este universo inagotable me he reencontrado luego, una y mil
veces, con el hombre que me enseñó a leer. Le debo también esa extraña
complicidad que crean los libros, hermosas tardes con él compartidas, en
animada charla o en exploración minuciosa de polvorientas librerías de viejo.
Los últimos días que pasé a su lado transcurrieron entre los pupitres de la Biblioteca
Nacional y las casetas de la Cuesta de Claudio Moyano. Cuando era ya
dolorosamente consciente de peligro que ser cernía sobre él, hube de recordar
más de una vez aquella anécdota que tantas veces le oí referir con un ligero
tono de melancolía: "Cuentan de Menéndez Pelayo que, estando ya próximo el
final de sus días, exclamó: ¡Qué pena morir cuando aún me faltan tantos libros
por leer!". Esta tarde de verano incierto, he vuelto a la casa de mi padre
para buscar entre sus libros esa tenue presencia que se resiste a abandonar los
objetos que fueron muy queridos. Sobre su mesa de trabajo le aguardan aún, en
espera solícita, sus últimas lecturas. Tomé al azar uno de sus libros: las
poesías de Machado. Y entonces, a través de los versos de este poeta de común
veneración, pude escuchar el eco inextinguible de su voz diciéndonos:
Hacedme
un
duelo de labores y esperanzas.
Sed
buenos y no más, sed lo que he sido
entre
vosotros: alma.
Vivid,
la vida sigue,
los
muertos mueren y las sombras
pasan;
lleva
quien deja y vive el que ha vivido.
Comprendí, así, que nadie se pierde en el
abismo sin rostro de la muerte si ha enseñado a su hijo a leer en los libros la
huella perenne de sus enseñanzas”. [pp.
189-190].