lunes, 17 de mayo de 2021

Lo justo


 LO JUSTO

 Victoria Pelayo Rapado

Tenerife, Ed. Baile Del Sol, Col. Sitio de Fuego, 2021, 166 págs.

    Graduada en Derecho por la Uned, Victoria Pelayo (Zamora, 1960) logró en 19986 el premio Ciudad de La Laguna con Una amistad corriente. Tras varios años alejada de la creación literaria, regresó con relatos aparecidos en revistas y antologías como Versión Original, Eñe, La Bolsa de pipas, En sentido figurado, Rumorvisual, Ariadna, Generación Subway. Norbanova, Letras para crecer o Farraguas. Con la novela Contratiempo fue finalista del premio de novela Castedefels en 2013 (Edición digital) y con el relato “Preparativos” ganó el XXI certamen Manuel Oreste Rodríguez López de 2016 (Paraleda, Lugo). En la XVI edición del premio Setenil 2019 fue finalista al mejor libro de relatos publicado en España con Malos días (publicado por la editorial De la Luna libros en 2018). Es colaboradora habitual del diario Hoy de Extremadura.

    Ahora la editorial tinerfeña Baile del Sol publica Lo justo, una compilación de nueve relatos situados en entornos distintos (un colegio de monjas, un teatro, una pequeña aldea, una prisión…), protagonizados por personajes que, con excepción del relato titulado “La ratonera” (próximo a lo kafkiano y a los tonos del absurdo), parecen tomados del natural, “tan reales que podrían caminar a nuestro lado por la calle sin que nos diéramos cuenta”. La mayor parte de ellos desarrollan los pormenores de una reparación del pasado, pues en ese pasado los personajes cometieron un error o fueron víctimas de una agresión o de una pérdida: pudo haber sido la muerte de una hija adolescente, la desaparición de unas niñas, el enfrentamiento de dos hermanos por una herencia que envenenará la vida de todos, la invasión de la privacidad de una niña en el colegio que llevará la desgracia a  la familia, la violación de una hija de catorce años… Los personajes a veces optan por la venganza (una forma de acceder a lo “justo”: la mujer rompe una relación que la ha dañado, otra agrede al violador de su hija…), en otros casos toman decisiones bruscas (la familia cambia de residencia logrando al fin cierta paz, una mujer rompe su matrimonio y abandona el pequeño pueblo que vive sepultado en la mezquindad y en el odio).  Puede suceder, en fin, que el destino ofrezca un poco desagravio a tanto daño, como sucede con la anciana de “Y ahora qué” que ha perdido a toda su familia (el marido, su hija y las nietas) y vive sumergida entre las primeras brumas del alzheimer y los recuerdos lacerantes, cuyo primer párrafo reproducimos.

    “Hace mucho rato que el sol se filtra por las rendijas, el que ella lleva inmóvil. Ha pensado en moverse, en cambiar de postura y, aunque nota un cosquilleo en el pie, decide seguir inerte, como muerta. No se moverá hasta que el calambre sea insoportable, hasta que los pinchazos suban por la pierna y lleguen a la espalda, hasta que el dolor la obligue a concentrarse solo en él, así no sentirá los otros dolores, el otro dolor. Otro día. Otro día más en ese lacerante equilibrio entre el recuerdo y el olvido, entre la enfermedad que avanza  inflexible y los recuerdos que desaparecen. Es bueno que se borren las malas reminiscencias, son tantas que la balanza se inclina rotunda y precisa de su lado, sin titubeos, eso le gusta, que la enfermedad barra y borre lo malo, aunque también se lleve lo bueno, ¡y es tan poco! Si el tacto de una blusa o de una manta le recuerda el de sus manitas cuando las llevaba al colegio o cuando le acariciaban la cara o el pelo, llega también la rememoración del último día, cuando vestía a una niña mientras la madre vestía a la otra. ¡El último día! Da igual si es un picor o un pinchazo o un calambre o ganas de ir al baño o de estirar las piernas o de evitar la tortícolis. Da igual, se prometió castigarse y lo hará. Así, mientras trata de controlar su cuerpo mantiene su mente ocupada”. [pp. 91-92].

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