miércoles, 8 de marzo de 2017

Fiestas extremeñas


FIESTAS EXTREMEÑAS

Marciano Curiel Merchán
Badajoz, Diputación Provincial, Col. Raíces, 2016, 137 págs.
Edición, introducción y notas de Pilar Montero Curiel y María Luisa Montero Curiel.

   Pilar Montero Curiel y María Luisa Montero Curiel son profesoras titulares de Lengua Española en el Departamento de Filología Hispánica y Lingüística General de la Universidad de Extremadura. Autora de artículos sobre dialectología española y de la monografía El extremeño, Pilar se doctoró en 1993 con un estudio sobre “El habla de Madroñera”, de donde proceden sus libros Vocabulario de Madroñera y El habla de Madroñera. Por su parte, María Luisa defendió su tesis doctoral en 1996 (“La prefijación negativa en español”) y ha publicado el libro La prefijación apreciativa en español.
   Nietas de Marciano Curiel (Garganta la Olla, 1892-Trujillo, 1947), ambas han editado conjuntamente el estudio El léxico animal del Cancionero de Baena y los libros de su abuelo, Cuentos extremeños (2006) y Juegos infantiles de Etremadura (2012).
   Ahora el Departamento de Publicaciones de la Diputación de Badajoz publica Fiestas extremeñas, un trabajo inédito hasta hoy, que recoge celebraciones festivas cacereñas de las localidades con las que el folklorista, maestro de profesión, estuvo vinculado estrechamente, “su pueblo natal, Garganta la Olla, en la Vera de Plasencia, y dos de los municipios cacereños en los que ejerció las tareas docentes, Madroñera (1917-1934) y Trujillo (1934-1947). De Ceclavín procede una selección de cantares festivos anotas por Marciano Curiel a principios de 1932 cuando visitó la ciudad como guía de Kurt Schindler, el musicólogo berlinés afincado en Nueva York que recorrió varias regiones de España con la idea de realizar la primera recopilación sonora de la música popular española” [p. 10].
   Reproducimos un fragmento que describe una de estas festividades populares de su pueblo natal.

“LOS SANTOS

  Ha llegado el otoño. Las camaretas, sobrados, camellotes y sequeros de este fertilísimo rincón verato están pletóricos como prometido anuncio de abundancia y bienestar para pasar el invierno.
   En esta tierra favorecida todos tienen algo, todas las casas tienen su  pequeña pitarra y en todas se hace ese riquísimo néctar, bebida de dioses, que por eso se llama gloria (mosto de uva sin fermentar al que se adicionan manzanas, melocotones, anís, canela, café, y que es una verdadera ambrosía). Por estas clásicas camaretas, los rincones están hasta el techo llenos de patatas, manzanas, higos pasados, nueces y castañas. De las vigas de los techos cuelgan racimos de uvas y ristras de ciruelas. Orejones y mojiles […] Saben muy bien esto los monacillos (monaguillos) y los amigos de estos, que por los Santos son muchos. Unos y otros, la víspera de los Santos y el mismo día por la mañana, salen en alegre pandilla a pedir por las calles. No hay casa, por humilde que parezca o sea, que no sufra la acometida de estos simpáticos pedigüeños. Hay que sacar algo de todos. El alegre tintineo de una campanilla, con su argentino son, avisa al vecindario de que la alegre compañía de monacillos efectivos y honorarios se acerca. Ya llegan a las casas y anuncian a coro su llegada. Con sus infantiles voces cantan a voz en grito llenos de engreimiento por el papel que van representando. ¿Quiénes van a negar nada a los que piden diciendo que son ángeles? Y cantan con entusiasmo:

Ángeles somos,
del cielo venimos,
a pedir algo
para los Santos,
higos y castañas,
nueces y manzanas,
jarros de vino
y torreznos de tocino” [pp- 124-125].

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