martes, 20 de septiembre de 2022

Chéjov mentía

CHÉJOV MENTÍA

Diez médico escritores

Octavio Escobar Giraldo

Manizales, Editorial de la Universidad de Caldas, 2022, Col. Crítica, 173 págs.

    Profesor en la Universidad de Caldas, Octavio Escobar Giraldo (Manizales, Colombia, 1962) ha publicado dos libros de poesía muy relacionados con su condición de médico, Historias clínicas (2016) y Manual de hipocondría (XXIV Premio de Poesía Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, 2022), pero el grueso de una trayectoria literaria reconocida con prestigiosos premios nacionales e internacionales se debe al cultivo de los géneros narrativos. Es autor, entre otras, de las novelas El último diario de Tony Flowers (1995), Saide (1995, Premio Crónica Negra Colombiana, traducida a italiano y alemán), 1851 (2007), Destinos intermedios (2010), Cielo parcialmente nublado (2013), Después y antes de Dios (2014, XLV Premio Internacional de Novela Corta «Ciudad de Barbastro» y Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura, traducida al francés), Mar de leva (2018) y Cada oscura tumba (2022). Dos de sus libros de cuentos, De música ligera (1998, Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura) y Hotel en Shangri-La (2004, Premio Nacional de Literatura de la Universidad de Antioquia), suman ediciones desde su aparición, así como los libros para jóvenes Las láminas más difíciles del álbum (1995, Premio Confamiliar del Atlántico de literatura juvenil), El mapa de Sara (2016) y el libro álbum El viaje del príncipe (2019, selección Reading Colombia). La editora Regional de Extremadura incluyó en el volumen colectivo Transmutaciones (2009), al cuidado de Antonio María Flórez, su novela breve El álbum de Mónica Pont y publicó Cuentos de ida y vuelta (2020), que recoge trabajos suyos y de la escritora mexicana Mónica Lavín.

   Ahora, la Editorial de la Universidad de Caldas en su colección Crítica publica Chéjov mentía. Diez médicos escritores, que reúne ensayos sobre obras literarias de autores españoles, colombianos, cubanos y argentinos que conjugan esta doble condición (que comparte con ellos el autor del libro). Sus nombres son Luis Marcelino Gómez (Memorias de Angola), Manuel Zapata Olivella (La calle 10), Luis Martín-Santos (Tiempo de silencio), Felipe Trigo (El médico rural), Pío Baroja (El árbol de la ciencia), Antonio María Flórez (Desplazados del paraíso), Julio Castedo (El fotógrafo de cadáveres), Carlos Chernov (El sistema de las estrellas), Orlando Mejía Rivera (Dante Alighieri y la medicina) y Basilio Sánchez (La creación del sentido). Agrupados bajo un título que recuerda a Antón Chéjov (quien sabiéndose gravemente enfermo informaba a sus seres queridos de que estaba mejorando), los artículos abordan las obras citadas con numerosas referencias a otros autores, en una selección particular en la que “me encontré, por fortuna, con nuevas formas de ejercer la amistad, lo cual no significa que tratara con condescendencia a los autores que me son cercanos” [Prólogo, p. 11]. Reproducimos un fragmento del ensayo dedicado a Desplazados del paraíso de Antonio María Flórez. 

   “Desplazados del paraíso es un poemario de imágenes y ritmos, a veces meditación, a veces ironía, a veces descripción y encriptamiento. Muestra con claridad que es-tamos ante un escritor que conoce muy bien su oficio y lo ejerce sin apuntar a lecturas fáciles o estrofas recitables, un poeta que no cesa de preguntarse, como lo han hecho casi todos sus predecesores, de uno y otro lado, por los misterios de la condición humana. Quiero creer que al final de la segunda parte, "La huida", hay un poema que, para retomar los objetivos de este libro, es la expresión de las ganas de sanar, del deseo de prodigar, si fuera posible, una receta. En un libro que es, como fácilmente se deduce, resultado de una Colombia sufrida intensamente en sus múltiples y dolorosas contradicciones y violencias, testimonio de unos desarraigos personales que son también semblanza de los colectivos, surge este poema que es ruego y ensalmo, fórmula y oración:

14

 Alguien tendrá que detener esto.

Alguien, no sé quién,

debería abrir alguna puerta de su morada,

—su corazón incluso—

y generoso decir, a pesar de sus heridas:

—Entra, esta es mi casa,

bebe de mi agua

y reposa para siempre de la huida.

Así sea.

 

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