EL MAPA DE SARA
Octavio Escobar Giraldo
Bogotá, Panamericana Editorial, 2016, 128 págs.
Octavio Escobar (Manizales, 1962) es profesor
de literatura en la universidad de Caldas y uno de los narradores colombianos
más reconocidos dentro y fuera de su país, pero también en Extremadura, que ha
visitado en varias ocasiones, donde la editorial cacereña Periférica ha publicado dos
de sus títulos, Saide (2008) y Destinos intermedios (2010), en tanto Antonio María Flórez
seleccionó El álbum de Mónica
Pont enTransmutaciones,
una antología de la literatura colombiana actual publicada por la Editora Regional de Extremadura.
Paralelamente a sus novelas (con otros títulos aparecidos en Colombia como El último diario de Tony Flowers, 1994; 1851. Folletín de cabo roto, 2007, o Cielo parcialmente nublado, 2013), el
narrador colombiano también ha publicado relatos en libros como De música ligera (1998, premio nacional de literatura
del Ministerio de Cultura) y Hotel
en Shangri-Lá (2004). Hace
solo unos días, el escritor recibió el premio Nacional de Narrativa de Colombia
por Después y antes de Dios (publicada en España por la editorial
valenciana Pre-Textos, logró el premio internacional “Ciudad de Barbastro” de
2014). En esta trayectoria, Octavio Escobar había cultivado ya literatura
infantil y juvenil (Las láminas más
difíciles del álbum recibió el premio Comfamiliar del Atlántico en 1997),
género al que pertenece El mapa de Sara,
publicada ahora por Panamericana Editorial. Alfredo, el protagonista, recibirá
una durísima lección de Sara cuando envíe a la chica un mapa con el lugar de su
primera cita (un episodio del que el chico saldrá más triste y más sabio), pero
el protagonismo de la trama corresponde a un personaje inolvidable, el tío
Pipo, situado en la frontera entre la cordura y la demencia, que “caminaba
alrededor de la fuente del patio, siempre en la dirección de las manecillas del
reloj, para darle cuerda al universo”, que colocaba las piezas en el tablero de
ajedrez según salían de la caja, pues las partidas “se volvían así mucho más
creativas”...
Reproducimos un
fragmento sobre los lugares en que se sitúa la trama, la ciudad de Manizales y
el Nevado del Ruiz, espacio este que reaparecerá en el desenlace de la
narración.
“Hace mucho debí
decir que vivo en una ciudad de la región cafetera colombiana, en el centro del
país. Se llama Manizales y está a más de dos mil metros de altura sobre el
nivel del mar. Sus atardeceres son hermosos, sus calles empinadas y sus mañanas
frías. Llueve mucho y en sus cocinas son frecuentes los olores del café, el
chocolate y la arepa, torta de maíz que a algunos turistas no les sabe a nada.
Rodeada por todos los verdes –a veces una montaña parece la sombra de la otra-,
a treinta kilómetros de distancia queda el Parque Natural de los Nevados. Desde
Manizales se ve el volcán nevado del Ruiz y el nevado de Santa Isabel. Entre los
dos está la laguna Verde Encanta, y el tío Pipo me invitó a subir allí un
sábado, para premiar mis buenas notas en el colegio y los dos goles que marqué
contra el equipo del Colegio San Luis Gonzaga.
-Iremos a uno
de los lugares más bellos del mundo –me dijo varias veces, y una tarde nos
sentamos a revisar la ruta en un mapa que buscamos en Internet”. [pp. 57-58]
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