viernes, 14 de octubre de 2016

El mapa de Sara


EL MAPA DE SARA
Octavio Escobar Giraldo
Bogotá, Panamericana Editorial, 2016, 128 págs.

   Octavio Escobar (Manizales, 1962) es profesor de literatura en la universidad de Caldas y uno de los narradores colombianos más reconocidos dentro y fuera de su país, pero también en Extremadura, que ha visitado en varias ocasiones, donde la editorial cacereña Periférica ha publicado dos de sus títulos, Saide (2008) y Destinos intermedios (2010), en tanto Antonio María Flórez seleccionó El álbum de Mónica Pont enTransmutaciones, una antología de la literatura colombiana actual publicada por la Editora Regional de Extremadura. Paralelamente a sus novelas (con otros títulos aparecidos en Colombia como El último diario de Tony Flowers, 1994; 1851. Folletín de cabo roto, 2007, o Cielo parcialmente nublado, 2013), el narrador colombiano también ha publicado relatos en libros como De música ligera (1998, premio nacional de literatura del Ministerio de Cultura) y Hotel en Shangri-Lá (2004). Hace solo unos días, el escritor recibió el premio Nacional de Narrativa de Colombia por Después y antes de Dios (publicada en España por la editorial valenciana Pre-Textos, logró el premio internacional “Ciudad de Barbastro” de 2014). En esta trayectoria, Octavio Escobar había cultivado ya literatura infantil y juvenil (Las láminas más difíciles del álbum recibió el premio Comfamiliar del Atlántico en 1997), género al que pertenece El mapa de Sara, publicada ahora por Panamericana Editorial. Alfredo, el protagonista, recibirá una durísima lección de Sara cuando envíe a la chica un mapa con el lugar de su primera cita (un episodio del que el chico saldrá más triste y más sabio), pero el protagonismo de la trama corresponde a un personaje inolvidable, el tío Pipo, situado en la frontera entre la cordura y la demencia, que “caminaba alrededor de la fuente del patio, siempre en la dirección de las manecillas del reloj, para darle cuerda al universo”, que colocaba las piezas en el tablero de ajedrez según salían de la caja, pues las partidas “se volvían así mucho más creativas”...
   Reproducimos un fragmento sobre los lugares en que se sitúa la trama, la ciudad de Manizales y el Nevado del Ruiz, espacio este que reaparecerá en el desenlace de la narración.

   “Hace mucho debí decir que vivo en una ciudad de la región cafetera colombiana, en el centro del país. Se llama Manizales y está a más de dos mil metros de altura sobre el nivel del mar. Sus atardeceres son hermosos, sus calles empinadas y sus mañanas frías. Llueve mucho y en sus cocinas son frecuentes los olores del café, el chocolate y la arepa, torta de maíz que a algunos turistas no les sabe a nada. Rodeada por todos los verdes –a veces una montaña parece la sombra de la otra-, a treinta kilómetros de distancia queda el Parque Natural de los Nevados. Desde Manizales se ve el volcán nevado del Ruiz y el nevado de Santa Isabel. Entre los dos está la laguna Verde Encanta, y el tío Pipo me invitó a subir allí un sábado, para premiar mis buenas notas en el colegio y los dos goles que marqué contra el equipo del Colegio San Luis Gonzaga.
         -Iremos a uno de los lugares más bellos del mundo –me dijo varias veces, y una tarde nos sentamos a revisar la ruta en un mapa que buscamos en Internet”. [pp. 57-58]

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