jueves, 30 de diciembre de 2021

Cuentos de la Generación de fin de siglo (1890-1915)

CUENTOS DE LA GENERACIÓN DE FIN DE SIGLO

(1890-1915)

 Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. Rescate, 2021, 224 págs.

Edición, introducción y notas de Manuel Simón Viola

  Manuel Simón Viola (La Codosera, Badajoz, 1955) es Doctor en Filología Hispánica y ha dedicado su trayectoria profesional a la docencia. Ha colaborado con reseñas y artículos en los periódicos Hoy, El periódico de Extremadura, ABC, y en revistas como Catedra nova, Revista de Extremadura, Revista de Estudios Extremeños, Zurgai, Ventana abierta, Filología Hispalensis o el Boletín de la Real Academia de Extremadura. En 2004 logró el VII Premio Nacional de Periodismo Francisco Valdés. Ha sido ponente durante varios años de talleres literarios en Don Benito y Villanueva, de los que ha editado antologías anuales. En la actualidad, es miembro del consejo de dirección de la Revista de Estudios Extremeños.

   Desde su primer libro, Introducción al comentario de textos (Método y práctica) (1992, 1996), ha publicado abundantes volúmenes de investigación, crítica literaria y ha editado a multitud de autores. Así, entre los textos en los que desarrolla la historia de la literatura en Extremadura, deben destacarse Medio siglo de literatura en Extremadura (1994, 2003), La narración corta en Extremadura. Siglos XIX y XX (2000), Extremadura. Ayer y hoy (2000), Ficciones. La narración corta en Extremadura a finales de siglo (Editora Regional de Extremadura, 2001), Literatura en Extremadura. 1984-2009. Vol. II Narrativa (Editora Regional de Extremadura, 2010), Escarcha y fuego. La vigencia de Miguel Hernández en Extremadura (2010), o Periferias. Ensayos sobre literatura extremeña del siglo XX (2017). Entre las ediciones de las que ha sido responsable, merecen mención las de La sangre de la raza, de Antonio Reyes Huertas (1995), Ocho estampas extremeñas con su marco, de Francisco Valdés, junto a José Luis Bernal (Editora Regional de Extremadura 1998 y 2013), Estrechando círculos. Antología de escritores extremeños y caldenses (1999, en colaboración con Antonio María Flórez), En la carrera, de Felipe Trigo, (2002, 2003), Cuentos extremeños de la generación de fin de siglo (2003), Jarrapellejos de Felipe Trigo (2004), La huella del aire, de José Miguel Santiago Castelo (Editora Regional de Extremadura, 2004) o Vargueño de saudades, de José López Prudencio (Editora Regional de Extremadura, 2006). En 2020 publicó su primer libro de ficción, titulado Fronteras [Texto de solapa].

   Ahora, la Editora Regional de Extremadura, en una pulcra edición de su colección Rescate, publica Cuentos de la generación de fin de siglo, cuyo texto de contraportada reproducimos: “Entre la última década del siglo XIX y el estallido de la Primera Guerra Mundial el mundo, tal como era conocido, cambia con una velocidad inesperada: el debate intelectual, el progreso científico y las alteraciones del orden social dejan su huella en la sucesión de movimientos estéticos que se acumulan y desarrollan simultáneamente. El eco de ese momento convulso que anticipa el llamado corto siglo XX llega también a Extremadura, a la periferia de un país periférico, que sufre con esas tensiones entre el viejo y el nuevo mundo que se anuncia, y deja testimonio de esta distorsión en la obra de autores más y menos recordados, pero de enorme interés, como los que aparecen en este volumen, de Gabriel y Galán y Felipe Trigo a Javier Sancho, Luis Varo o Diego María Crehuet”.

 

miércoles, 29 de diciembre de 2021

Diario durante mi estancia en el hospital


 

DIARIO DURANTE MI ESTANCIA EN EL HOSPITAL

 Manuel Pacheco

Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. Rescate, 2021, 309 págs.

Edición en introducción de Luis Alfonso Limpo Píriz

    Luis Alfonso Limpo Píriz (Olivenza, 1958) es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Bellaterra, Barcelona. Es archivero-Bibliotecario del Ayuntamiento de Olivenza desde 1989 y Cronista Oficial de la ciudad desde el año 2000. Entre otras distinciones, es correspondiente de la Academia de la Historia de Portugal (2016), de la de las Bellas Artes de San Fernando (1998) y de la Real Academia de Extremadura de las Artes y las Letras (2009). Ha sido promotor de diversas iniciativas para fomentar el acercamiento y diálogo entre las culturas portuguesa y española, como los Encuentros de Ajuda (1985) o la revista Encuentros/Encontros (1989-2004); bajo su impulso se creó el Fondo Bibliográfico Portugués y de Estudios Ibéricos, dentro de la Biblioteca Pública Municipal de Olivenza. Traductor de los sonetos de Florbela Espanca (Charneca en flor, Editora regional de Extremadura, 2013) ha reunido lo esencial de la poesía de Manuel Pacheco en la antología Arpa dulce, rota, sonámbula (2020). Como historiador ha editado diversos repertorios que facilitan el acceso a las fuentes, y traducido parcialmente Napoléon et l'Espagne, obra cumbre del historiador francés André Fugier (La Guerra de las Naranjas: Luciano Bonaparte en Badajoz, 2007). Su producción bibliográfica profundiza verticalmente en el pasado de Olivenza, sin perder de vista la dimensión horizontal y el engarce de lo monográfico con contextos más amplios, bajo el principio de soslayar la evasión erudita hacia el pasado, sino privilegiando el servicio y compromiso con la sociedad y el presente.

   Ahora la Editora Regional de Extremadura publica en su colección Rescate Diario de mi estancia en hospital al cuidado de Luis Alfonso Limpo, una de las primeras obras en prosa de Manuel Pacheco (Olivenza, 1920- Badajoz, 1998), uno de los nombres imprescindibles de la literatura extremeña de la segunda mitad del siglo XX no incluida en la edición de Obra en prosa (1949-1995) preparada por Antonio Viudas Camarasa aparecida en la ERE en 1995. En la introducción a la presente edición (“La muerte y la doncella. Experiencia y creación en Manuel Pacheco”), el editor dilucida en origen del diario en unos episodios biográficos del escritor: “Consiguió un puesto como descargador de vigas en un almacén de maderas. Por aquel trabajo le pagaban una miseria. Hubo de ofrecerse también como descargador de vagones en la estación de ferrocarril. A pesar del cansancio que le provocaban estos duros oficios, por las noches se quedaba leyendo hasta que le vencía el sueño. Día sin leer, día perdido. Fue en el verano de ese año, 1942, cuando le sobrevino el principio de úlcera de estómago que motivó su ingreso y estancia de dos meses en el Hospital Provincial, narrada día a día en las páginas de este texto que rescatamos del cajón de sus inéditos […] La filosofía de la muerte, un hondo pesimismo de raíz existencialista, impregna el Diario desde su primera a su última página. Sorprendente, esa precoz afinidad de Pacheco con las corrientes literarias y de pensamiento que prevalecerán en Europa al término de la II Guerra Mundial. Heidegger definió al hombre como «ser para la muerte» y a la vida como «relámpago entre dos oscuridades». Pacheco dice que el hombre es «un muñeco que tiembla sobre la corteza de un grano de arena» y la vida «una sombra que se extingue apagada por otra sombra». Si la peste es el trasfondo de la meditación filosófica de Camus, en Pacheco será la tuberculosis, enfermedad no menos contagiosa y cruel. El Diario es como un parte de bajas. Si no supiéramos que se limita a dejar constancia de lo que sucede a su alrededor, a la manera de un corresponsal de guerra, diríamos que es un escritor de gusto tenebrista. La muerte, con la que el poeta convivió tan de cerca, es en Pacheco una realidad omnipresente no trascendida por ninguna esperanza redentora. La esperanza es para él «una flor engañosa», su perfume «veneno para la humanidad” [pp. 15-16]. Reproducimos una de las entradas del diario.

 Septiembre, 19

   Pasan los días tristes, monótonos, iguales. Me asfixio entre estas blancas pa-redes viendo estos espectros, estos harapos humanos, jirones de cosas castigados por todas las enfermedades. La leche y los huevos me hastían. El estómago le va cogiendo repugnancia a estas comidas en líquido. Deseo que el médico me cambie el plan. El estómago no me ha vuelto a doler. Ya no tengo calentura. Leo y escribo bastante. Lejos de la realidad, me sumo en el bálsamo bendito de los sueños. Sólo al ver estas salas blancas y frías, a estas camas y pobres hombres acostados en ellas, veo donde vivo. Estoy en el Hospital, donde traen los despojos de esta mentira que se llama vida, donde vienen harapos humanos en busca de remedio a sus males, quejas, rostros amarillentos, miembros paralizados, gritos, penas, miserias, dolores. Viendo esto diariamente me asfixio. La piedad se apodera de mí y siento pena por estos muñecos que sufren. Envenenados por los sufrimientos, en vez de desear la muerte, que es el eterno descanso, desean la vida. ¡Qué miserable y débil es la constitución humana! Siempre implorantes, los ojos fijos en el misterio pidiendo gracias. ¡Ese es el hombre! Un muñeco que tiembla en ésta que es en el espacio infinito menos que un grano de arena. Lo ignoto, lo misterioso, la muerte, la nada, el miedo al más allá, es lo que deshonra al hombre y lo hace miserable, débil para enfrentarse con la vida” [pp. 55-56].

domingo, 12 de diciembre de 2021

Deslices y dislates

DESLICES Y DISLATES

   Aliquando bonus dormitat Homerus: “Incluso el buen Homero duerme a veces” aseguraban los comentaristas clásicos cuando encontraban un error en sus obras  (básicamente, cuando hacía combatir a un guerrero cuya muerte había narrado en un canto anterior). Este capítulo contiene un repertorio de dislates poéticos de naturaleza dispar: empeños frustrados, malvadas erratas, disparates  léxicos. Pues si bien es cierto que los poetas son los escritores que suelen llevar al límite expresivo todas las potencialidades que una lengua tiene inseminadas, también lo es que el poema no tolera errores (que la prosa hace menos visibles: baste pensar en los numerosísimos despistes cervantinos en el Quijote que no merman un ápice de su valor como obra fundacional). Entre ellos, no consideraremos, naturalmente, las “afirmaciones falsas”, pues, en realidad, el escritor comparece en el poema como actor, por lo que la voz poética que habla en él pertenece también a la ficción, y así Francisco de Quevedo puede empezar un soneto diciendo “Hijos que me heredáis ...”, cuando sabemos que murió sin descendencia (su único heredero fue un sobrino, Pedro de Alderete, que le correspondió editando pésimamente su obra). Hay, sin embargo, otros casos, en que ninguna explicación puede enderezar el entuerto.

   En un apartado titulado “Tontología” de la revista Carmen que Gerardo Diego dirigía durante los años veinte, el poeta santanderino incluyó una desafortunada cuarteta de uno de los más grandes poetas del siglo XX, don Antonio Machado (“Ni vale nada el fruto / cogido sin sazón, / ni aunque te elogie un bruto / ha de tener razón”). Todo esto es cierto, pensaría Diego, pero con obviedades no se elabora un poema.

   Uno de los más conocidos romances de García Lorca es el que comienza “Las piquetas de los gallos / cavan buscando la aurora”. En este par de versos, el poeta granadino homenajeaba al Poema de Mio Cid, en que se describe el amanecer con un verso precioso (o preciso, pues en poesía ambos adjetivos suelen ser sinónimos); “Apriessa cantan los gallos e quieren crebar albores”. Lorca entendió que “gallos” era el sujeto tanto del primer verbo como del segundo, de modo que los gallos, además de cantar, rompían el amanecer (por eso los identificó con “piquetas que cavan”), cuando, en realidad, el verso solo dice “cantan los gallos y está a punto de romper la mañana”. Un caso curioso en que una lectura errónea está en el origen de un arranque lírico brioso.

   En una de sus más conocidas, y peores, rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, éste confiesa a la amada que “poesía eres tú”, mientras “clavas en mi pupila tu pupila azul”, pero azul (o verde o marrón) solo puede serlo el iris, la pupila siempre fue negra.

   Dos conocidos escritores nos han dejado memoria de cómo eran asediados por jóvenes en busca de un ansiado apadrinamiento. Heine recibió dos poemas de un escritor novel para que le diera su opinión. Él cogió uno, lo leyó, y afirmó rotundo: "No le quepa la menor duda: el otro es mejor". Mark Twain, redactor de una revista literaria, tuvo que leer una poesía muy mala enviada por un “espontáneo” y titulada “¿Por qué vivo?”. La devolvió con una nota al pie: “Porque envió la poesía por correo en lugar de entregármela personalmente”. En sus memorias (El cuento de nunca acabar, 2009), Medardo Fraile cuenta que por los años cuarenta del pasado siglo un epigramista, Juan Pérez Creus, aconsejaba a Francisco Loredo, un afamado especialista del oído, tras la publicación de su último libro de versos: “Pon, Paco, a las musas coto. / Abandona la poesía / y dedícate a la oto /rinolaringología”. También Pedro de Lorenzo fue víctima del mismo epigramista burlón cuando publicó su tercera novela tomando para ello un verso de Pedro Salinas, Tu dulce cuerpo pensado (1947), una demorada y premiosa incursión en el tema amoroso con una prosa poética sin apenas desarrollo narrativo: “Tu dulce cuerpo pensado / una gran errata tiene. / Al participio pasado / l está sobrando una ene”.

   La presencia de erratas en los libros parece una enfermedad irremediable (aunque no llegue al punto de un poemario del mexicano Alfonso Reyes, del que un crítico afirmó: “Nuestro amigo Reyes acaba de publicar un libro de erratas acompañado de algunos versos"). El asunto ha llegado a ser objeto incluso de una monografía, Vituperio (y algún elogio) de la errata (Renacimiento, 2002), de José Esteban, quien confiesa cómo introdujo intencionadamente en un poema de Ramón de Garciasol dedicado a la esposa dormida, repleto de amor y ternura, una mínima variante que no solo destrozó el último verso (“Y Mariuca se duerme y yo me voy de putillas”), sino que arruinó la composición entera. Pero hay más casos.

   De cierto poeta chirle decían sus más furibundos críticos que era tan malo que hasta las erratas mejoraban sus poemas. No era una apreciación exagerada: en cierta ocasión escribió “conocía Arabia palmo a palmo” (un verso correcto sin más); el impresor convirtió esta afirmación anodina en un hallazgo poético: “conocía Arabia palmo a palma”, algo que provocó un disgusto monumental en el buen hombre.

   Pablo Neruda en Para nacer he nacido recuerda que Altolaguirre, director de una revista y una editora con el mismo nombre, “Litoral”,  publicó a un versista rimador cubano un libro de poemas, elegantemente impreso, con la siguiente errata: donde debía decir "Yo siento un fuego atroz que me devora" el impresor cambió radicalmente las preferencias eróticas del poeta al reproducir "Yo siento un fuego atrás que me devora" (parece ser que el poeta tiró todos los ejemplares al mar).

   Hasta un poeta tan enfermizamente meticuloso como Luis de Góngora acierta al describir al desdichado pretendiente de Galatea, el cíclope Polifemo, cuando recuerda que “... un ojo ilustra el orbe de su frente”, pero el gigantesco pastor parece olvidarse más delante de su mitológica singularidad (“o derribados de los ojos míos”).

   En una novela póstuma de Roberto Bolaño, 1999, el escritor chileno recoge de otra obra (Museo de errores, de Maz Sengen) algunos deslices divertidos: “La tripulación del buque tragado por las olas estaba formada por veinticinco hombres, que dejaron centenares de viudas condenadas a la miseria” (Gaston Leroux), “¡Vámonos”, dijo Peter buscando su sombrero para enjugarse las lágrimas” (Zola), “El Duque apareció seguido de su séquito, que iba delante” (Daudet), “Empiezo a ver mal, dijo la pobre ciega” (Balzac), “Después de cortarle la cabeza, lo enterraron vivo" (Henri Zvedan), “Tenía la mano fría como la de una serpiente” (Ponson du Terrail).

    Nadie parece librarse de la devastadora epidemia de errores y erratas, y sin embargo tampoco ellas han podido con la fuerza expresiva de esta singularísima manera de comunicación humana en que las palabras parecen, cuando las erratas lo permiten, recién creadas por el hombre: “Dale al aspa, molino, / hasta nevar el trigo...”.

 

jueves, 2 de diciembre de 2021

Entorno claro

  

ENTORNO CLARO

Haikus, Jaiquillas

Carlos Medrano

Mérida, Editora Regional, Col. Poesía, 2021, 73 págs.

    La vida de Carlos Medrano (Salamanca, 1961) ha transcurrido entre Extremadura -su tierra de formación vital y literaria-, Valladolid y Mallorca donde reside desde hace 25 años y es profesor de secundaria. Ha publicado algunos libros: un inicial Corro (Badajoz, 1987), Las horas próximas (Badajoz, 1989), los cuadernos o plaquettes A lo breve (Mérida, 1991) e Imágenes, encuentros (Valladolid, 1996). Tras un cierto periodo de silencio creativo y desconexión insular, en septiembre de 2010 abre un blog llamado Isla de lápices donde ha ido recogiendo su nueva obra escrita desde entonces y otros materiales anteriores. Al margen de otras colaboraciones previas, en los últimos años ha participado en una antología de poetas vallisoletanos, Sentados y de pie, 9 poetas en su sitio (Fundación Jorge Guillén, 2013) y publicado en edición no venal Donde poder volver (Don Benito, 2016). Entorno claro, que ahora publica la Editora Regional de Extremadura, recoge una serie de breves poemas situados en una tradición de la que el poeta da cuenta en un epílogo. En él cita referentes como Antonio Piedra, Francisco Pino o los tankas de Ángel Campos que recogen, con una expresión minimalista (aquella que no puede ser mejorada por la eliminación de algún componente), textos sucintos que captan una mirada a la naturaleza asociada a una emoción tácita o expresa. La naturaleza recogida en los poemas de Carlos Medrano pertenecen a lugares en que vivió (Valladolid, Soria, Yuste y la Vera y Artà, en Mallorca), casi siempre radiante, pero también destructora (tormentas y riadas, seísmos, tsunamis…), que pueden leerse en ocasiones como textos francos (“Ondean penachos / amarillos de juncos / altivos, libres”), pero con mayor frecuencia aparecen hilvanados trazando un sutil desarrollo lineal, pues “la particularidad de este libro consiste en que los poemas que lo forman van escritos en haikus enlazados. Es decir, en un momento dado surgió escribirlos en una sucesión que permitía un poema con un desarrollo mayor al de la imagen puntual contenida en tres versos, capaz así de albergar una reflexión, una pintura más amplia, una escena lograda con una suma en varios tiempos” [Epílogo, pp. 70-71]. Partiendo siempre de la contemplación de la naturaleza (que Guillén condesó en un pentasílabo: “Mira. ¿Ves? Basta”), el poema se abre así a un abanico de sensaciones personales o reflexiones íntimas. Reproducimos uno de los poemas en que ocho haikus enlazados “relatan” la subida a la cima de una montaña y el descenso (subes, cima, altura, “Otro es quien baja”).

CITA

Sin la montaña

no podría la nube

rozar la hierba.

 

Cuando a ella subes

el aire que te envuelve

es la memoria.

 

Y es más profunda

el ala que hacia adentro

toca y te abisma.

 

Desde la cima

la mirada descubre

cada minucia.

 

En ti se unen

la senda y el aroma

de lo que vibra.

 

La voz callada

que en esta lejanía

la altura atiende.

 

La luz persiste

en el trazo imprevisto

de la palabra.

 

Otro es quien baja

y recibe en silencio

la transparencia.

 

viernes, 26 de noviembre de 2021

Diario de un editor con perro

DIARIO DE UN EDITOR CON PERRO

Julián Rodríguez

Mérida, Editora Regional, Col. La Gaveta, 2021, 169 págs.

Edición de Martín López Vega

    Julián Rodríguez (Ceclavín, Cáceres, 1968 -Colladillo, Segovia, 2019). Fue escritor, editor, galerista y diseñador gráfico. Fundó y dirigió las revistas Sub Rosa y La ronda de noche. También fue director artístico de la galería de arte Casa sin Fin -con sedes en Cáceres y Madrid- y director literario de la editorial Periférica, galardonada en 2008 con el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural dentro del grupo de sellos independientes Contexto y con el Premio al Fomento de la Lectura en Extremadura en 2019.

   Fue autor del libro de poemas Nevada, de la colección de cuentos Mujeres, manzanas (Editora Regional de Extremadura) y de las novelas Tiempo de invierno, Lo improbable, La sombra y la penumbra y Ninguna necesidad. Estas tres últimas quedaron reunidas en 2015 en el volumen Novelas (2001-2015). Es autor, asimismo, del ciclo autobiográfico formado por Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás y Cultivos. Sus últimos libros fueron los relatos Santos que yo te pinte y Tríptico. Profesor invitado en el Máster de Edición de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, a lo largo de su vida fue galardonado con el Premio Cáceres de Novela Corta, el Premio Nuevo Talento Fnac y el Premio Ojo Crítico de Narrativa.

   Diario de un editor con perro recoge las entradas de Facebook publicadas por el escritor entre 2018 y 2019, año de su muerte. Retirado durante los fines de semanas en una vivienda rural de Segovia en la Sierra de Guadarrama, Julián Rodríguez fue describiendo en unos textos sobrios, muy cuidados, las tareas cotidianas (siembra y cuidados de las plantas, paseos con su perra por los alrededores, música y lecturas) en un entorno natural que la sucesión de estaciones transforma de modo cíclico y que tiene para el escritor algo de “refugio” (tal un regreso a su Ceclavín de la niñez), como afirma en un comentario, citado por el editor, Martín López Vega (Poo de Llanes, Asturias, 1975), dirigido a Enrique Bueres: “Esta casa, este jardín y esas nieves, Enrique, están en uno de los lados segovianos (alto y pobre), de la Sierra de Guadarrama, a solo una hora y media de coche desde Madrid […] pero en realidad ya en otro mundo” [Nota final, p. 166]. Reproducimos un par de entradas del diario correspondientes al mes de noviembre de 2018.

 

     Viernes, 23

   Hoy, al mediodía, el puerto y las montañas y los campos de alrededor, incluso las laderas más suaves, seguían blancos tras la nevada de anoche. El sol, sin embargo, parecía haber expulsado las nubes hacia el norte. La tahona de ese pueblo que hay junto al puerto olía a leña y a una nueva hornada de dulces. A mantequilla y a canela. Al llegar a casa, seis grados en el jardín, siete en el interior. El fuego enseguida iluminó el saloncito. Mientras llenaba la nevera y hacía la comida puse una, dos, tres veces esa canción nueva de Dominique A que tanto me gusta, Le grand silence des campagnes. Sobre uno de los sofás, dejé para más tarde un ensayo fascinante acerca de Mesa Verde, aquella civilización norteamericana anterior a Colón. Las bellísimas cerámicas que nos legaron dan fe de su sutileza.

 

Domingo, 25

   No quedan ya hojas en los árboles del jardín: cubren el césped. Llueve cada poco, los cuervos van y vienen, las águilas sobrevuelan la casa en cuanto escampa. Zama y yo volvimos del primer paseo del día empapados, apenas había amanecido. Los carboneros picoteaban las migas de pan que les había dejado en la tapa del pozo antes de salir. La niebla fue alejándose hacia el sur, más allá de las cumbres cubiertas por la nieve. En un prado cercano al robledal alguien había montado una tienda de campaña, oculta casi a la vista. El verde de la tienda se fundía con el del musgo del murete de piedra y las zarzas, tres viejos fresnos caídos parecían un biombo. Por ese camino apenas pasa nadie (sólo nosotros), el silencio es absoluto, la paz también. Zama ni siquiera se acercó a la tienda. Medio kilómetro más allá, donde el camino se ensancha y permite el acceso de algún tractor, estaba el Nissan Patrol con matrícula francesa y pegatinas de distintos congreso de ornitología. [pp. 109-111]

 

 

 

jueves, 25 de noviembre de 2021

Con permiso del olvido


 CON PERMISO DEL OLVIDO

Antología poética (1996-2020)

Julio César Galán

Valencia, Ed. Pre-Textos, Col. La Cruz del Sur, 1021, 170 págs

Prólogo de Antonio Ortega y Marco Antonio Núñez

Epílogo de Eduardo Espina

   Julio César Galán (Cáceres, 1978) ha publicado ensayos como Limados. La ruptura textual en la última poesía española (Amargord. 2016) de Óscar de la Torre; Ensayos fronterizos. Entre el poema y la heteronimia (RIL Editores/Universidad de Extremadura. 2017) en coautoría con Óscar de la Torre y Jimena Alba; El último manifiesto (Trea, 2019) de Jimena Alba; Cuaderno de Sombrario. Esferas de la poesía especular (Amargord, 2020) y Correos a los editores. Poesía Especular/Poesía non finito (RIL Editores, 2021) como Julio César Galán.

   Como creador, ha publicado textos teatrales como Eureka (Ediciones del Unicornio, 2014), La edad del paraíso (ERE, 2016) y No. Bocetos de un libro futuro (Ñaque, 2021), pero el grueso de su obra la componen los poemarios: El ocaso de la aurora (Sial 2004), Tres veces luz (La Garúa, 2007), Márgenes (Premio de poesía Villa de Cox, Edi-torial Pre-Textos, 2012), Inclinación al envés (ERE/Editorial Pre-Textos, 2014), El primer día (Isla de Sitolá. 2016) y Testigos de la utopía (Diputación de Cáceres/Editorial Pre-Textos, 2017). Además ha publicado como heterónimo los siguientes libros de poemas: Gajo de sol (Abezetario. 2009). La llanura (Premio de poesía Vicente García de la Huerta, I.E.S. Suárez de Figueroa. 2016) y Para comenzar todo de nuevo (Ay del Seis. 2017) de Luis Yarza; ¿Baile de cerezas o polen germinando? (Ediciones Idea, 2(K) y ¿Una extraña orquídea o un superviento estelar? (Bala Perdida, 2021) de Pablo Gaudet; e Introducción a la locura de las mariposas (Ti-gres de papel. 2015) de Jimena Alba.

   Ahora la editorial Pre-Textos publica Con permiso del olvido, una antología que recoge composiciones de sus libros, desde El ocaso de la aurora hasta el último libro, Un adiós abierto. En el prologo (“La escritura de Julio César Galán. Apuntes para una topología poética”), sus autores consideran: “La obra poética de Julio César Galán (Cáceres, 1978) despliega una crónica biográfica y circunstancial que se desarrolla y codifica en una simbología de creciente hermetismo, al tiempo que la reflexión sobre la naturaleza del texto va adquiriendo una mayor importancia. Esta doblez o coalescencia entre el afuera del texto —su referente— y su adentro —la forma—, llega a recordar las paradojas visuales de Escher, al tiempo que permite a su autor superar las limitaciones estéticas y la pobreza expresiva e intelectual congénita de un eclecticismo excesivamente longevo, problematizando la comunicabilidad misma de esa experiencia ingenua que se pretende como algo dado. O la identidad personal en su comercio con la escritura en un doble sentido” [Prólogo, p. 9]. Reproducimos una de las composiciones del poemario Tres veces luz.

REGRESO PARA CELEBRARME

 He sumado estos sauces

y el resultado es infinito.

Se ha abierto entre suma y suma

un sí de brazos y una lejanía

de gentes y una claridad de deseos.

Todo lo escrito lo llevamos dentro.

 

Crecen las manos como girasoles

ausentes de horas; fijas como el vuelo

de aquel cernícalo sobre su presa.

En los jardines juegan los muchachos,

se achican ilusorios en su luz,

se abren en círculos hasta mi pecho.

 

Yo prosigo mi suma: quiero,

sencillo

y alegre, perdurar en la alegría.

jueves, 18 de noviembre de 2021

El Espejo


  

EL ESPEJO, Nº 13

Revista de  la Asociación de Escritores Extremeños

Badajoz, AEEX, nº 13, 2021, 94 págs.

Dirección de Pilar Galán Rodríguez y Víctor M. Jiménez Andrada

 

   Con un texto de presentación de la Presidenta de la AEEX, Isabel M. Pérez González, acaba de aparecer el número 13 de El Espejo, la revista de la Asociación, a la que sigue un texto (“Un año en la Vera”) de Clara Obligado (Buenos Aires, 1950). Bajo el epígrafe “Cómic, ver para leer” se incluyen colaboraciones de Andrés Gutiérrez Morillo y Carlos Díaz Correia, las trayectorias de autores de cómic como Borja González,  Carlos Díaz Correia, Fermín Solís, Fidel Martínez Nadal, Gol, Jesús Bravo, Julia Lama, Lorenzo Montatore, María Ramos, Mayte Alvarado, Pedro Camello y Roberto Massó, y sendas pequeñas entrevistas a Mayte Alvarado, Julia Lama y Roberto Massó. Inma Chacón publica tres poemas sobre su hermana, Dulce Chacón, y Pilar Galán entrevista a Víctor Chamorro.

   El bloque de colaboraciones literarias está dedicado a un género en auge, el aforismo, con la participación de Carmen Artaloytia Lázaro, Antonio Cerrato Martí-Romo, José Martín Durán, Luis Leal, Pépa Gómez Bustamante, Víctor Valadés Paredes, Elías Moro Cuéllar, Caridad Jiménez Parralejo, Carmen Ibarlucea Paredes, Pilar Alcántara González, José Manuel Díaz, Luis Corrales, Rosa López Casero, Pilar Fernández Bravo, Francisco Flores Paredes, Vicente Rodríguez Lázaro, Plácido Ramírez Carrillo, Dionisio López y Cora Ibáñez. El número se cierra con el apartado de notas de lectura. Reproducimos algunos de los aforismos.

 

   El asno que se ríe de su propia figura es una cabalgadura para tomarla en serio. [Luis Leal]

   Sé que el amor está aquí, al construir el espejo en el lienzo. Si no puedo reflejarme, también podré pintar la sensación de ser un alma realizada. [Víctor Valadés Paredes]

   Cuando el pensamiento es una ruina solo cabe esperar ideas escombro. [Elías Moro Cuéllar]

    Si todo arte callejero debe ser efímero, clandestino y casi anónimo, encontrarlo es toda una sorpresa. [Caridad Jiménez Parralejo]

   Es posible perfeccionar cualquier cosa, siempre que sea ajena al sentimiento, porque el error es amigo del amor y viceversa. [Pilar Alcántara González]

   Cualquiera sabe ser feliz. Ser infeliz con dignidad es lo meritorio. [José Manuel Díez]

   No hay silencio en los tanatorios, sino una arquitectura de murmullos. Morir tiene su propia biología. [Pilar Fernández Bravo]

   Hay que  hacer méritos en la guerra para no morirse de hambre en tiempos de paz. [Francisco Flores Paredes]

   Besos contados, abrazos dormidos. Cansancio de emociones, en este tiempo de silencio azules en el reloj de la duda. [Plácido Ramírez Carrillo]

   Cuando me enfado me voy llenando de ascuas y, al final, provoco un incendio en mi respuesta. [Cora Ibáñez]


lunes, 15 de noviembre de 2021

miércoles, 10 de noviembre de 2021

jueves, 4 de noviembre de 2021

Solo Inclasificable

SOLO INCLASIFICABLE

Efi Cubero

Sevilla, La Isla de Siltolá, 2021, 136 págs.

 

   Nacida en Granja de Torrehermosa en 1949, Efi Cubero es ensayista, poeta y narradora que ha colaborado con artículos, estudios ensayísticos y entrevistas a personalidades de la literatura y el arte en numerosas revistas (Arquitectura y Humanidades de la UNAM, Letralia, Mitologías, Analecta Literaria, Cuaderno Ático,  Estación Poesía,  El ático de los gatos, Frontera, Cromomagacine, Papel Salmón, Alga, Norbania, Destiempos, En sentido figurado, Turia, Tinta China…). En 2019 la editorial sevillana La Isla de Siltolá publicó Esencia, una compilación de ensayos sobre creadores visuales (de modo preferente, pintores: El Greco, Caravaggio, Goya, Picasso…)

   Como narradora, Efi Cubero ha escrito numerosos relatos (“Huida”, “Grafitti en el vacío”, “La estatua”, “Un poco de ceniza”, “Huellas”, “El cardo”, “Proyecciones”, “La ova”...) incluidos en antologías como Estrechando círculos. Antología de escritores extremeños y caldenses (Don Benito, 1999), La narración corta en Extremadura. Siglos XIX y XX (Badajoz, Diputación Provincial, 2000) y Ficciones (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2001)

   Su obra poética, incluida en numerosas antologías y traducida al portugués, francés e inglés, se inicia con Fragmentos de exilio (Badajoz, 1992), al que siguieron Altano (Badajoz, Alcazaba, 1995), Borrando márgenes (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2004), Estados sucesivos (Architecthum Plus, S. C, México, 2008, con prólogo de Federico Martínez Reyes), Ultramar. Libro de Artista en colaboración con Paco Mora Peral. Castilla-La Mancha, 2009), Condición del extraño (Sevilla, Isla de Siltolá, 2013, con estudio introductorio de Jesús Moreno Sanz) y Punto de apoyo (Mérida, La luna libros, 2014).

   Ahora la editorial sevillana La Isla de Siltolá publica su último libro de versos, Solo Inclasificable, que agrupa los poemas en torno a términos musicales (solo, acordes, contrapuntos) y movimientos de una sinfonía (allegro, andante, adagio) como confirmación de la cita inicial de Walter Pater: “Todo arte aspira constantemente a la condición de la música”. Ya la dilogía del primer término del título otorga a la palabra “solo” una doble condición de adjetivo (único, solitario) y sustantivo (pieza musical). Organizados así, los poemas, de distinto perfil (desde las extensas composiciones de metros amplios como “Desenfocado” o “Compás de ¾” a poemas mínimos como “Tarde”: “Ya era tarde. / Tan solo era la tarde. / Pero ardías”), se ajustan levemente al ritmo del movimiento musical en el que se incluyen, pero es común a todos ellos un hondo impulso emocional comunicado mediante una expresión formal sobria, extraordinariamente cuidada. Sobre motivos reiterados como la luz, el manantial, la tierra, el silencio o los pájaros, encontramos temas como el regreso (“Deseas ser el humus o el mantillo. / Has vuelto a tu raíz para quedarte”, “Firmeza”), la reflexión sobre la propia creación: (“Hay que obrar como el agua, / también por erosión, / sedimentando”, “Erosión”),  supervivencias del mundo de la niñez: (“Erguida queda / la que me abrigó en noches invernales”, “Chimenea”), pero domina en el último apartado el recuerdo del ser amado (“Aquí mientras te nombro inútilmente”, “Fotografías”) resuelto en la voluntad de un vivir íntegro tras la pérdida: (“Para eludir la muerte / atestiguar la vida”, “Soledad”). Reproducimos una composición de este último bloque.

 

ELEGÍA

 Ser manantial tan solo,

huir de los espejos,

pues aquel que conoce los exilios

siente que en el principio se halla todo

que todo vuelve siempre a comenzar

ya que todo final es insaciable.

Siempre este espacio de revelación

de un agua especular que apenas sacia

nuestra sed de infinito.

¿Dónde abolir el límite y desdoblar honduras

lo mismo que la estrella que ha muerto y sin embargo

alumbra nuestro insomnio en las noches de cuarzo

dando cuenta del sueño que vivimos

conscientes de que todo nos ignora

ya que formamos parte de lo perecedero,

del frágil equilibrio de la perpetuidad

de esta elegía?

 

martes, 26 de octubre de 2021

Palabra de árbol


 PALABRA DE ÁRBOL

(Antología poética, 1976-2020)

Francisco Javier Irazoki

Madrid, Ediciones Hiperión, 2021, 169 págs.

    Francisco Javier Irazoki (Lesaka, Navarra, 1954) fue periodista musical en Madrid, en donde colaboró en revistas como Disco Express (bajo la dirección de Erwin Mauch) y El Musiquero (dirigida por José María Iñigo). Formó parte de CLOC, grupo de escritores surrealistas. Desde 1993 reside en París, donde ha cursado estudios musicales: Armonía y Composición, Historia de la Música, etc.

    Como escritor, sus primeros poemarios editados fueron Árgoma (Estella, 1980) y Cielos segados (Universidad del País Vasco; Leioa, 1992), que incluía los tres volúmenes de versos escritos hasta esa fecha: Árgoma (1976-1980), Desiertos para Hades (1982-1988) y La miniatura infinita (1989-1990). Más tarde, Irazoki publicaría Notas del camino (Javier Arbilla Editor; Pamplona, 2002, con fotografías de Antonio Arenal), el libro de poemas en prosa Los hombres intermitentes (Hiperión; Madrid, 2006) y La nota rota (Hiperión; Madrid, 2009), cincuenta semblanzas de músicos de épocas muy variadas, desde el Renacimiento y el Barroco hasta los mejores creadores e intérpretes del jazz. A estos títulos siguieron el poemario Retrato de un hilo (2013) y los libros de poemas en prosa Orquesta de desaparecidos (2015), Ciento noventa espejos (2017) y El contador de gotas, todos aparecidos en la editorial Hiperión. Durante cuatro años escribió su columna Radio París en El Cultural, suplemento del diario El mundo, donde en la actualidad es crítico de poesía.

   Ahora la editorial Hiperión publica Palabra de árbol, una antología preparada por el propio autor que recoge poemas de todos sus libros, además de cinco composiciones de un poemario aún inacabado, Música incinerada. Como informa en una nota inicial, “abundan los poemas en prosa. Desde los años noventa, reflejan mi manera más libre de concebir la poesía”. Estos poemas propenden a la concisión, con una expresión cuidada y pulcra, que se sitúan con frecuencia en un entorno fronterizo entre lo narrativo y lo poético (entre textos que cuentan y textos que cantan). De esta prolongada andadura de más de cuarenta años se erige una trayectoria poética notabilísima, pero también la talla de una persona de una extraordinaria calidad humana. Reproducimos una composición de su libro Retrato de un hilo que podría formar parte del más amplio grupo de poemas en prosa.

 

MIGUEL DE CERVANTES VIAJA A SUS DOS ESPEJOS

 

   En el primer espejo,

el imperio español es un pavo real

que cubre un paisaje de mendigos, matasietes

e hidalgos de gotera.

En sus plazas, el cadalso de la Inquisición

como único quiosco de música.


Ahí caminan el bisabuelo pañero,

la abuela y su familia de sangradores,

el abuelo con sus tres mozos de cuerda,

el padre sordo que ama la viola y los caballos.


Detrás vienen las hermanas,

domadoras de escribanos y genoveses relamidos,

el pueblo fisgador,

la paciente Catalina.


El militar lisiado los mira desde su ventana

y bebe unos sorbos de aguapié

mientras afila el palo de la melancolía.


Al segundo espejo llega la muchedumbre

que es cualquier hombre:

un niño que lee

los papeles rotos de la calle,

el joven que hiere a un maestro de obras,

el soldado con frascos de pólvora, botas de balas

y demás utensilios de poeta,

el cautivo ante el que ahorcan a un jardinero.


También acude el que pesa la cebada clerical,

ese que juega a los naipes

y a las excomuniones,

el que se acuesta en las cárceles

y cuyas páginas aprisiona

el libro de un suplantador.


Ve en los dos cristales su edad oscurecida.


Para ir de un espejo a otro

 cruza un lugar innombrable.