El pasado domingo, 15 de junio, Eugenio Fuentes publicó en el diario Hoy ("Tribuna extremeña") una reseña sobre Correspondencias, antología de narradores de Extremadura y del departamento colombiano Antioquia. Reproducimos, con su consentimiento, el texto.
DE
EXTREMADURA A COLOMBIA
Eugenio Fuentes
Hace unos días, en el Pabellón
Iberoamericano de la Feria del Libro de Madrid, y organizada por la embajada de
Colombia, se desarrolló una conversación sobre 'Correspondencias', un libro
colectivo de relatos de escritores de Antioquia y Extremadura, es decir, de un
departamento colombiano donde abundan los creadores y de una comunidad autónoma
española con carencias en muchos campos, pero no precisamente en los
literarios. De los treinta y un relatos, quince pertenecen a autores
extremeños, quince a autores antioqueños o paisas (son válidos los dos
gentilicios) y uno es de Antonio María Flórez, que tiene un pie aquí y otro pie
allá y lleva años estableciendo lazos. Los escritores, hombres y mujeres,
abarcan tres generaciones, desde Luis Landero (1948) a David Betancourt (1985) y
tienen obra en marcha.
El libro no es una selección ni una antología,
una palabra que siempre despierta recelos. Y con razón. ¿Quién puede estar tan
seguro al dictaminar lo que es mejor hoy y lo que es peor, lo que será válido
mañana y lo que quedará en el olvido? Aquí vale decir que 'Correspondencias' es
una muestra representativa de la narrativa corta actual de ambas tierras, en la
que sin duda también ha influida -para bien o para mal- el eco que los autores
han tenido más allá de las fronteras de su comunidad.
Ciertamente, no exime en la historia de la
literatura extremeña una tradición de filandones como en otras comunidades
autónomas, y hay que esperar al siglo XX para que el cuento autóctono despegue.
Los dieciséis autores reunidos son de calidad contrastada, pero como siempre ocurre,
han quedado fuera otros dieciséis con similares méritos que podrían figurar en
el índice.
La introducción teórica por la parte
extremeña corre a cargo de Manuel Simón Viola y, por parte antioqueña, de Luz Mary Giraldo.
Y a propósito de Luz Mary Giraldo, no
desaprovecharé la ocasión de contar una anécdota que ilustra su generosidad:
hace unos años en mi estancia en Manizales sufrí uno esos malestares digestivos
frecuentes al visitar otros países, acaso consecuencia de la alimentación, las
aguas o el clima. Y como quiera que teníamos que dejar la habitación del hotel
cuando todavía no podíamos ir al aeropuerto para regresar a España, en esas
incómodas horas muertas en territorio de nadie Luz Mary Giraldo nos dejó su
habitación para descansar, con todas sus cosas personales dentro, documentos,
joyas, ropa, en un gesto inusual de confianza entre personas casi desconocidas.
Puestos a elegir, de la parte extremeña,
recuerdo, sin ningún afán evaluador, el relato magistral de Gonzalo Hidalgo
Bayal, los no menos admirables de César Martín Ortiz o de Pilar Galán.
De la parte colombiana, han quedado en mi
memoria un fragmento de Piedad Bonnet, extraído de su libro ‘Lo que no tiene
nombre’ y un relato de Paloma Pérez Sastre, sobre los recelos y las condenas
previas, capaz de generar tensión en unas pocas páginas.
Mientras el Retiro bullía de lectores y
autores que firmaban sus obras, en el Pabellón Iberoamericano se habló de
algunos de loas asuntos que aparecen en ‘Correspondencias’ no muy diferentes en
las dos orillas. La globalización ha llegado para quedarse y los temas que se
tratan en un lado pueden interesar en otro: la memoria, las relaciones
emocionales, el arraigo o desarraigo de la tierra, la pérdida de un ser
querido, la violencia.
Solo en el tema de la guerra me parece que
hay desequilibrio temático. La Guerra civil española impregnó durante mucho
tiempo la literatura española, en todos los géneros, como asunto central o como
paisaje de fondo.
Sin embargo, y a pesar del reciente gran
éxito de 'La península de las casas vacías', de David Uclés, el tema ya no
despierta tanto interés, ni en lectores ni en las editoriales, acaso porque ya
han pasado tres generaciones y se está perdiendo su memoria vital, aunque no su
memoria histórica.
Y, sin conocer a fondo la historia
colombiana, creo que el eterno conflicto armado de las guerrillas está detrás
de buena parte de su literatura.
De ahí que en 'Correspondencias' no se hable
de la Guerra Civil española y que, en cambio, por parte colombiana si aparezca
el conflicto de las guerrillas, porque está más reciente.
Toda buena literatura es universal y una
historia ambientada en la selva puede interesar a alguien del polo, o un relato
del mar apasionar a gente de la montaña siempre que esté bien escrito, los
personajes sean convincentes y el suceso despierte emoción.
Quizá alguna gente, convencida de que lo
importante en la vida es1a política, las divisas y la tecnología, opine que un
libro de escritores de ambas orillas no sirve para nada.
Me pregunto, sin embargo, si, ante los
recelos entre países, no son precisamente este tipo de diálogos para
intercambiar historias y palabras a ras de página los que muestran que tenemos
las mismas inquietudes, los mismos sueños y las mismas pesadillas, y que
compartir su relato contribuye a la concordia más que algunos encuentros
diplomáticos.