domingo, 29 de noviembre de 2020

Antígona / Hipólito

ANTÍGONA. SIGLO XXI

HIPÓLITO

 Isidro Timón / Emilio del Valle

Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. Escena Extremeña, 2020, 205 págs.

    Graduado en Dirección de Escena y Dramaturgia, Isidro Timón (Cáceres, 1961) ha dirigido instituciones como el Gran Teatro de Cáceres, festivales como el Teatro Cásico de Cáceres y diferentes proyectos de artes escénicas. Como dramaturgo, es autor de más de treinta textos teatrales desde Las extrañas vacaciones de Pal y Rolen (1985) hasta Neandertart (2002) y La maleta (2007).

   Emilio del Valle (Madrid, 1961) es licenciado en Dramaturgia por  la RESAD y Director artístico de Inconstantes Teatro. Ha montado textos de autores contemporáneos y dirigido textos propios como Cuando todo termine (2002) o Requiem (2016). Ha colaborado, asimismo, en proyectos colectivos, adaptaciones  libres y versiones de textos clásicos (de Rojas Zorrilla, Calderón de la Barca, Sófocles o Eurípides).

   Emilio del Valle e Isidro Timón estrenaron los textos que ahora ven la luz en el Festival Internacional del teatro Clásico de Mérida, Antígona. Siglo XXI en 2011, e Hipólito en 2018, protagonizadas ambas por caracteres femeninos muy marcados: Antígona, la heroína íntegra y firme que pone por encima de las leyes de los hombres sus deberes religiosos y familiares, y Fedra, la heroína cruel y despiadada (o un juguete en manos de Artemisa que la empuja a una pasión adúltera). Las dos, en fin, ejemplifican la concepción de la tragedia como un conflicto irresoluble a la vez que esa idea recurrente, que pasa de unas obras a otras, de que nadie debería considerarse feliz hasta un instante antes de su muerte pues en cualquier momento el cielo puede caer sobre todos.

   Reproducimos un fragmento en el que Antígona es sorprendida por los soldados arrojando polvo sobre el pecho de su hermano Polinices infringiendo la prohibición de Creonte (que ha amenazado con la pena de muerte a quien entierre su cuerpo).

 

CREONTE:

         ¿De dónde la traes?

GUARDIÁN:

         Estaba enterrando al muerto. (Empuja a Antígona al centro del espacio).

HEMÓN:

         ¡Trátala con respeto!

GUARDIÁN:

         ¡Estaba enterrando al muerto! No me pegues,  príncipe…

CREONTE:

         ¡Separadlos! (El coro les separa).

HEMÓN:

         No la vuelvas a tocar o te mato.

CREONTE:

         Cállate, Hemón. Tú no vas a matar a nadie. (Al guardián). Y tú, charlatán, mentiroso, embaucador, contesta con brevedad a mis preguntas, no disertes más allá de lo que te pida. ¿Te das cuenta del alcance de lo que afirmas?

GUARDIÁN:

         Sí.

CREONTE:

         ¿Estás seguro?

GUARDIÁN:

         La vi en el momento en que enterraba el cadáver.

HEMÓN:

         ¿La viste? ¿Cómo la viste? ¿Cómo cayó en tus manos?

CREONTE:

         Contesta.

GUARDIÁN:

         Cuando llegué sobrecogido por aquellas terribles amenazas que me dirigiste, limpié todo el polvo que cubría al muerto y lo puse bien al descubierto. El cadáver se estaba descomponiendo, nos sentamos en lo alto del muro al abrigo del viento, para evitar la peste. Cuando el sol se situó en medio del firmamento y despedía un calor insoportable, un remolino levantó del suelo una polvareda anunciando tormenta. Toda la llanura se llenó de ese polvo insidioso que se pega al sudor. Al cabo de un buen rato, el polvo se disipó y apareció esta…

HEMÓN:

         ¡Antígona, llámala por su nombre, estúpido!

CREONTE:

         ¡Termina tu relato!

GUARDIÁN:

         Aparece Antígona, gritando como un ave entristecida cuando ve el nido vacío, sin los polluelos. Exactamente así. (Silencio) Al ver limpio el cadáver, maldice contra los responsables de tal acción. Con las manos, colas uñas, arranca el polvo seco de la tierra dura, y lo echa sobre el pecho del muerto, sobre la cara, los brazos, las piernas, y, a falta de agua, le cumple el rito con su llanto. Nosotros, al verlo, nos abalanzamos y, entre todos, la apresamos. Ni ofreció resistencia ni parecía que le importara lo más mínimo. La acusamos de los dos enterramientos, también del anterior, como suele hacerse a falta de culpables, y ella no dejó los hechos. [pp. 60-62].

sábado, 28 de noviembre de 2020

Juan Ramón Santos sobre Fronteras


 

   Autor de una notable trayectoria poética y narrativa, Juan Ramón Santos (Plasencia, 1975) ha publicado en Plan VE una reseña de Fronteras, lúcida y amable, que, con su permiso, reproducimos.

ME ACUERDO

   El tiempo corre que se las pela, y con cada nuevo iPhone, y con el crecer imparable de los dígitos que acompañan a la G (3G, 4G, 5G) para nombrar las redes que nos catapultan, invisibles, al futuro, van quedando cada vez más atrás, cada vez más enterrados, modos de vida que durante siglos fueron nuestros, en los que nuestros abuelos nacieron, crecieron y prácticamente murieron, en los que muchos de nosotros llegamos, al menos en parte, a criarnos, modos de vida pegados a la tierra y a los cultivos, atentos al ciclo de las estaciones, temerosos de los azares de la meteorología, modos de vida duros, sí, muchas veces arrastrados, pero con los que la gente también lograba a ratos ―seguramente con no menos frecuencia que hoy― ser felices, y que acaban siendo por ello, aunque sólo sea por ello, dignos de nostalgia.

   Cuento esto porque nostalgia es lo que rezuman muchos de textos que componen Fronteras, el volumen que el crítico y escritor extremeño Simón Viola publicó hace algunas semanas en la colección de narrativa de la Diputación Provincial de Badajoz, nostalgia, pero también al deseo urgente de apuntalar la memoria con palabras justas, sobrias, sin afectación, como éstas del relato “Al oeste del Edén”, en el que con la enumeración de especies animales y silvestres, lejos de pretender construir (mucho menos reconstruir) quiméricas arcadias, parece querer recopilar —al modo, por ejemplo, de Bernardo Atxaga—términos que nombran una naturaleza de la que cada vez estamos más despegados y que por momentos parecen condenados a extinguirse: “la mancha, que rodeaba por todas partes la tierra de siembra, era una vieja maraña de encinas y carrascas, jaras y brezos, madroñeras y torvicos, charnecas y acebuches, transitada por estrechas veredas abiertas por jabalíes, ciervos y corzos. Él solía bajar por un camino paralelo al regato que daba, al fin, a un rincón sombrío de viejos alcornoques centenarios en donde el arroyo se remansaba entre fresnos, atarfes y zarzamoras. En sus orillas, siempre verdes, crecían la salvia, el poleo y la mejorana, y más al fondo había un depósito de agua, cubierto por completo por la vegetación, del que salía una tubería hacia un cortijo que se levantaba a lo lejos en el valle.”

   Estas enumeraciones, frecuentes en el libro, no sólo recogen palabras más o menos pegadas a la tierra, sino también, como sucede en el texto titulado —precisa y atinadamente— “Enumeraciones” (referido al año 1965), noticias, acontecimientos, tebeos, canciones, programas o anuncios de la radio, en un procedimiento que recuerda al del célebre Je me souviens de Georges Pérec y con el que el autor pretende, quizá, levantar del papel, con su simple enunciado, confiando, con la fe de un estudioso del Talmud, en el poder generador de la palabra, los contornos de un temps perdu, el de su infancia y su juventud en un territorio de frontera.

   Porque en su libro, Simón Viola recupera un tiempo, pero también un espacio, el de esa incierta tierra de nadie que es la Raia, un territorio que, por supuesto, existe, y persiste, pero cuyas señas de identidad acaso se estén perdiendo, un territorio con una identidad propia, que se extiende a ambos lados de la frontera y parece estar cerca y, al mismo tiempo, tremendamente lejos de los dos países, cuyos topónimos —La Codosera, el Marco, La Rabaça, La Lamparona, La Centena, La Varse— juegan al despiste lingüístico y con un idioma propio hecho con retazos de español y portugués que el autor recoge a menudo en su libro, como recoge también, con afán casi etnográfico, consejas, chascarrillos o “contos arraianos” que lo tiñen de magia y también, a ratos, de brujería, al evocar las prácticas de veedoras y curanderas.

   Un libro, pues, para viajar en el tiempo y en el espacio, cargado a menudo de humor —tanto de humor popular, el de los frecuentes chistes rayanos que el autor recoge, como literario, en pasajes como el del traslado, en el remolque de un tractor, de una piara de cerdos transformada en coro de ópera, en los que se sirve de una rica prosa para trasladar al lector la anécdota con toda su viveza—, un libro, en definitiva, que emociona, aunque sólo sea al comprobar cómo esa misma literatura que, como uno intuye en sus historias, sacó al autor de la humildad agrícola de la Raya portuguesa, le devuelve ahora, en estas esforzadas páginas, los destellos y contornos de aquel pasado huidizo.

 


viernes, 27 de noviembre de 2020

Actos de fe / Acciones concretas



 ACTOS DE FE / ACCIONES CONCRETAS

(JULIÁN RODRÍGUEZ. TIPÓGRAFO)

MUSEO EXTREMEÑO DE ARTE CONTEMPORÁNEO

BADAJOZ

18 noviembre

12 de enero

    ACTOS DE FE / ACCIONES CONCRETAS se puede visitar en el Museo Extremeño de Arte Contemporáneo de Badajoz desde el 18 de noviembre hasta el 12 de enero por iniciativa de la Consejería de Cultura, Turismo y Deportes de la Junta de Extremadura. Del comisariado y el cuidado tipográfico se ha ocupado Juan Luis López Espada. En su origen está la Editora Regional de Extremadura. Los textos pertenecen a Javier Rodríguez Marcos y Luis Sáez Delgado.

    Julián Rodríguez nació en Ceclavín (Cáceres) el 22 de agosto de 1968. Fue escritor, editor, galerista y diseñador gráfico. Fundó y dirigió las revistas Sub Rosa y La ronda de noche. También fue director artístico de la galería de arte Casa sin Fin —con sedes en Cáceres y Madrid— y director literario de la editorial Periférica, galardonada en 2008 con el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural dentro del grupo de sellos independientes Contexto y con el Premio al Fomento de la Lectura en Extremadura en 2019.

    Fue autor del libro de poemas Nevada (Renacimiento), de la colección de cuentos Mujeres, manzanas (Editora Regional de Extremadura) y de las novelas Tiempo de invierno (Alba), Lo improbable, La sombra y la penumbra y Ninguna necesidad. Estas tres últimas quedaron reunidas en 2015 en el volumen Novelas (2001-2015) (Debolsillo).

   Es autor, asimismo, del ciclo autobiográfico formado por Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás (Caballo de Troya) y Cultivos (Literatura Random House). Sus últimos libros fueron los relatos Santos que yo te pinte y Tríptico (ambos en Errata Naturae). Profesor invitado en el Máster de Edición de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, a lo largo de su vida fue galardonado con el Premio Cáceres de Novela Corta, el Premio Nuevo Talento Fnac y el Premio Ojo Crítico de Narrativa.

   Como diseñador desarrolló proyectos para la Editora Regional de Extremadura, restaurante Atrio, la Fundación Ortega Muñoz y la Fundación Helga de Alvear además de encargarse de la imagen de Periférica y Casa sin Fin. Murió en Colladillo (Segovia) el 28 de junio de 2019 mientras leía las galeradas de un libro de Periférica en el jardín de su casa de campo. Tenía 50 años […]

    Esa biografía material es la que recorre ACTOS DE FE / ACCIONES CONCRETAS, y sigue la pauta de su colaboraci6n con la Editora Regional de Extremadura, un momento prolongado donde consolida buena parte de su experiencia y corre paralelo a la creación de Periférica, su editorial, la galería Casa sin fin y a muchas aventuras más El reconocimiento de Julián Rodríguez es también el de la cultura en Extremadura y, sus obras, balizas que acompañan el desarrollo de la cultura en España durante cuatro décadas, desde los años ochenta a la segunda década del siglo XXI.

jueves, 19 de noviembre de 2020

El oro de la sintaxis

EL ORO DE LA SINTAXIS

 Eduardo Moga

Barcelona –Santiago de Chile, RIL Editores, 2020, 214 págs.

    Eduardo Moga (Barcelona, 1963) es autor de una notable y dilatada trayectoria poética que arranca con Ángel mortal (1994) y La luz oída («Premio Adonáis», 1996) y ha sido recogida en una antología reciente El corazón, la nada (Antología poética 1994-2014), con prólogo de Jordi Doce. En prosa, el escritor ha cultivado géneros como el libro de viajes, con títulos como La pasión de escribil (La isla de Siltolá, 2013) y El mundo es ancho y diverso (Baile del sol, 2017), y los diarios: Corónicas de Ingalaterra. Un año en Londres (con algunas estancias en España) (La isla de Siltolá, 2015), Corónicas de Ingalaterra. Una visión crítica de Londres (Vasarek Ediciones, 2016). Esta trayectoria como creador ha ido acompasada de una tarea crítica que ha ejercido en revistas como Letras Libres, Cuadernos Hispanoamericanos, Revista de Occidente, Ínsula, Turia o Quimera y ha recogido en volúmenes como De asuntos literarios (2004), Lecturas nómadas (2007), La poesía de Basilio Fernández: el esplendor y la amargura (2011), La disección de la rosa (2015), Apuntes de un español sobre poetas de América (y algunos otros sitios) (2017), Homo legens (2017) El sonido absoluto (2019) o la edición (fue codirector de la colección de poesía de DVD Ediciones desde 2003 hasta 2012).

   Como estos últimos títulos, El oro de la sintaxis reúne un conjunto de críticas, artículos, ensayos y prólogos que pasan a sí de unos contenedores de textos, dispersos y de vida azarosa (las revistas), a otro (el libro) más perdurable. Con una sólida formación filológica y un vasto caudal de lecturas, Moga no duda en mostrar sus simpatías (en este volumen, la poesía de Walt Whitman, cuyas Hojas de hierba tradujo para Galaxia Gutenberg en 2019) y sus antipatías (la poesía de la experiencia y sus herederos, interpoetas y poetanautas), pero su actitud como lector y crítico sobresale por la empatía con la que se acerca a escritores, predominantemente poetas, cuyas preferencias retóricas intuimos muy ajenas a las suyas, en unas composiciones que vienen a confirmar, de modo palmario, que un texto crítico deber ser ante todo “otro texto”, tan cuidado como uno de creación. Reproducimos un fragmento de una de las composiciones titulada “La (in)felicidad de los escritores”.

    “Algunos libros nos dan la felicidad; los mejores, mucha, si es que la felicidad puede medirse. Y, ante ese derroche de alegría y plenitud, de excitación y sosiego, pensamos que los autores han sabido compartir con nosotros lo que ellos sentían: que la han cocido en el horno de las palabras y nos la han entregado, caliente aún, recién salida de la conciencia. Se comprende. Es difícil leer el Quijote –pese a la mucha violencia que lo recorre, y que llevó a Navokov a aborrecerlo por su crueldad- sin experimentar una satisfacción que conmueve de arriba abajo y que no es descabellado identificar con la felicidad. Algo muy parecido pasa con los poemas de Antonio Machado o Walt Whitman. El español, aun melancólico o doliente, inspira una serenidad moral que asombra y ennoblece. El norteamericano, enumerativo, desordenado, canta al mundo y al hombre que nace, y proclama, con alborozo, la grandeza de ser. Los ejemplos podrían multiplicarse. Y, sin embargo, esa felicidad no ha sido objeto de transmisión, ni siquiera de transformación, sino propiamente, de invención. Esa felicidad no estaba en la persona del autor, sino en el alambique imprevisible de sus necesidades y sus circunstancias. Las personas felices no escriben: se limitan a disfrutar de su felicidad. A las que hacen literatura, en cambio, siempre les falta algo. Los escritores son, sin excepción –por normales que parezcan, aunque pocos lo parecen- gente enferma: enferma de dolores muy materiales, de esos que aquejan igualmente a los fontaneros y los actuarios de seguros, pero también, y sobre todo, de ansias de ser otro, de ser más, de ser siempre”. [p. 267].


 

Cuentos extremeños


 CUENTOS EXTREMEÑOS

 Marciano Curiel Merchán

 Mérida, Editora Regional de Extremadura, Serie Rescate, 2020, 515 págs.

Edición, introducción y notas de Pilar Montero Curiel y María Luisa Montero Curiel.

    Pilar Montero Curiel y María Luisa Montero Curiel son profesoras titulares de Lengua Española en el Departamento de Filología Hispánica y Lingüística General de la Universidad de Extremadura. Autora de artículos sobre dialectología española y de la monografía El extremeño, Pilar se doctoró en 1993 con un estudio sobre “El habla de Madroñera”, de donde proceden sus libros Vocabulario de Madroñera y El habla de Madroñera. María Luisa defendió su tesis doctoral en 1996 (“La prefijación negativa en español”) y ha publicado el libro La prefijación apreciativa en español.

   Nietas de Marciano Curiel Merchán (Garganta la Olla, 1892-Trujillo, 1947), ambas han editado conjuntamente el estudio El léxico animal del Cancionero de Baena y los libros de su abuelo, Cuentos extremeños (2006), Juegos infantiles de Extremadura (2012) y Fiestas extremeñas (2016).

   Ahora, la Editora Regional de Extremadura en su Serie Rescate publica Cuentos extremeños, una obra que había visto la luz en 1944 en el CSIC y tuvo otras dos ediciones en la región (1987 y 2006). La presente edición reúne 144 narraciones recogidas en lugares en los que Marciano Curiel impartió clases (varias localidades de Badajoz y Cáceres), pero de modo predominante en Madroñera y Trujillo.

   Reproducimos uno de los relatos

 LAS TRES HERMANAS

    Un matrimonio tenía tres hijas mozas, casi del mismo tiempo.

   Un día fue el padre a una feria y las hijas le dijeron que les trajese alguna cosa. El padre, para darlas gusto, compró a la mayor un anillo, a la mediana unos zapatos y a la pequeña unos pendientes.

   El día que estrenaron estas cosas fueron los novios a verlas a su casa y sentados a la camilla, la hermana mayor, para lucir el anillo, sacó la mano, empezó a dar encima de la mesa con la mano abierta y diciendo:

        -Una araña, una araña.

        -Matarla con los zapatos como estos –decía la mediana para enseñar los suyos.

        -No, dejarla, dejarla –decía la pequeña, moviendo la cabeza para enseñar los pendientes.

   Y como se empezó, pues se acabó.

   De Trujillo (Cáceres)

Lo dio Luisa Trejo.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

El misterio del gato negro


EL MISTERIO DEL GATO NEGRO

  Beatriz Osés

Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. Tigres de papel, 2012, 89 págs.

Ilustraciones de Ester García

    Acaba de ver la luz en la Editora Regional de Extremadura (Col. Tigres de papel) la tercera edición de El misterio del gato negro, una narración infantil cuya aparición en 2012 reseñamos en este blog.




sábado, 14 de noviembre de 2020

El síndrome de Diógenes

EL SÍNDROME DE DIÓGENES

Juan Ramón Santos

Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2020, 81 págs.

XXXIX Premio de Narración Corta Felipe Trigo

     Nacido en Plasencia en 1975, Juan Ramón Santos es Licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas y autor de novelas, relatos y libros de poesía. Fue Fundador de la Asociación Cultural Alcancía, de Plasencia, y desde 2005 coordina con Nicanor Gil el Aula de Literatura “José Antonio Gabriel y Galán”. Desde 2015 ocupa la presidencia de de la Asociación de Escritores Extremeños y es, asimismo, el Coordinador de las Aulas literarias de la región. Como escritor, se dio a conocer con una compilación de textos breves titulada Cortometrajes (Editora Regional, 2004), al que siguieron El círculo de Viena (Gijón, Llibros de Pexe, 2005), Cuaderno escolar (Editora Regional, 2009), Palabras menores (De la Luna libros, 2011) y Perder el tiempo (De la Luna libros, 2017), además de colaborar en libros colectivos como Relatos relámpago (2007) y Por favor, sea breve (2009). Como poeta, ha publicado Cicerone (De la Luna libros, 2014) y Aire de familia (Sevilla, La isla de Siltolá, 2016). Asimismo, es autor de tres novelas: Biblia apócrifa de Aracia (Libros del Oeste, 2010), El tesoro de la isla (De la Luna libros, 2015) y El verano del endocrino (Baile del Sol, 2018). En la web web www.planvex.es, bajo el título “Con VE de libro”, mantiene una sección dedicada a la reseña y recomendación de lecturas.

   El síndrome de Diógenes es una novela corta que ganó el año pasado el premio de narración Felipe Trigo de su modalidad. Su trama arranca con la decisión del protagonista-narrador, un profesor de instituto, de perseguir a ladridos a las ancianas de la localidad en la que vive. Este comportamiento delirante lo convertirá en el corro de las habladurías de los vecinos, lo aleja de su hijo, el único eslabón que le une a un matrimonio roto y, en una deriva empecinada y funesta, es expulsado de trabajo y del entorno laboral para aislarse de todos (“opté por acudir sólo y solo por las tardes”) hasta aproximarse a un destino de perro callejero, un auténtico seguidor de Diógenes, que va a conocer, a través de una aplicación de móvil, a otros seres también cínicos que conciertan citas para mantener relaciones sexuales sin prolegómenos, auténticos apareamientos, en uno de los cuales, el protagonista morderá a un competidor y acabará en la cárcel (en donde conoceré otro destino canino, el de perro apaleado). La trama traza así una aventura existencial, la de un antihéroe del abandono, de la renuncia, pero también desde una perspectiva lúcida e ingeniosa y una prosa amplia y precisa contiene una denuncia social, pues es, al fin, su propio entorno (vecinal, familiar, laboral) el que lo condena al aislamiento.

   Emparentada con El verano del endocrino, la novela proclama su huella kafkiana (el desarrollo narrativo pormenorizado y lógico a partir de un episodio propio de la literatura del absurdo), su relación con la figura legendaria del filósofo griego (que ha pasado al título), pero también es posible encontrar otras huellas: la locura quijotesca del protagonista, la narración picaresca de El coloquio de los perros (en ambas, un perro relata en primera persona sus andanzas), en una obra que, de un lado, rezuma literatura por todos sus poros, y, de otro, se nos presenta como una narración profundamente original y reconocible de su universo narrativo.

   Reproducimos un fragmento que ofrece una singular simbiosis espacio/personaje, cuando el protagonista deambule, mientras pierde su condición humana, por los arrabales de una ciudad que pierde en ellos su condición urbana.

 

“… me dediqué a vagabundear por las calles, a explorar, sin objetivo alguno, la caótica cartografía de mi ciudad, labor que decidí comenzar por el extrarradio, pues cada vez me sentía menos cómodo por el centro. Allí me sabía observado. En unos casos, por mis antecedentes. En otros, por mi apariencia, cada vez más desaliñada, por mi barba, cada vez más larga, y por mis modales, cada vez más agrestes. Notaba que me miraba, que hablaban de mí en las esquinas, en las panaderías, en las terrazas de los bares, y aunque debería haberme dado igual, me fastidiaba. Por eso opté por alejarme todo lo posible del corazón de la vida ciudadana, unas veces echándome al monte con la mochila y una vara a modo de cayado, otras deambulando por barrios periféricos, dejados de la mano del Ayuntamiento, separados por páramos geométricos, abortos de urbanización sembrados de basura en los que conocí innumerables formas de marginalidad y de inmundicia y donde mis cada vez más frecuentes y marcados ademanes caninos pasaban casi inadvertidos, camuflados en el catálogo de rarezas propias de unos yermos cuyos únicos habitantes eran rastreadores de chatarra, absentistas escolares, individuos enjutos de turbios propósitos y dementes de diversa índole hundidos en sus sordas tribulaciones”. [pp. 50-51].

 

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Eduardo Moga sobre Fronteras

 

   Autor de una notable trayectoria poética, narrativa y crítica, Eduardo Moga (Barcelona, 1962) ha tenido la deferencia de reseñar Fronteras en su blog, Corónicas de Espania. Reproducimos el texto con su autorización.

    "Simón Viola (La Codosera, 1955) es bien conocido en Extremadura por su constante atención crítica a cuanto se publica en la región y también fuera de ella, fruto de la cual son algunos estudios relevantes sobre la literatura extremeña, como el monumental volumen II, dedicado a la narrativa, de Literatura en Extremadura. 1984-2009, o ediciones de referencia de Jarrapellejos, de Felipe Trigo, o de la obra poética de José Miguel Santiago Castelo, entre otras. Pero Simón Viola se acaba de estrenar también como narrador con Fronteras (Diputación Provincial de Badajoz, 2020), un libro colectivo y autobiográfico que recoge relatos sobre un trozo muy concreto del territorio extremeño, la Raya, esa franja entre España y Portugal por la que discurre la frontera más antigua de Europa, pero que es, a la vez, y paradójicamente, un lugar donde las fronteras —históricas, lingüísticas, culturales, sociales y económicas— se reblandecen y se vive en un saludable mestizaje, que alumbra lenguajes, costumbres y modos de vida particulares. He dicho que Fronteras es un libro colectivo —y este es un dato que hay que subrayar, por su rareza— porque, como Simón Viola señala en la nota prologal, algunos miembros de su familia —su padre, su hermana, responsable de dos textos, y su madre, autora de una pequeña biografía inédita— han contribuido al volumen con recuerdos o narraciones, lo cual condice con el sentido de comunidad, binacional y bilingüe, que la Raya ha propiciado históricamente. Y es autobiográfico por esa misma razón: porque lo relatado da cuenta de lo vivido por el autor y por sus familiares más cercanos en ese espacio entrecruzado y líquido. Fronteras, que podría quedarse en mero compendio de anécdotas o acercarse peligrosamente a la crónica costumbrista o, peor aún, al tratado sociológico, se lee, en cambio, como una novela. Simón Viola escribe felizmente, con buen pulso y sentido del ritmo, sin caer en tentaciones elegíacas o patrióticas, sin melancolía (o con una melancolía sutil, bien metabolizada). Por el contrario, en Fronteras predominan la descripción serena (Josep Pla decía que describir es más difícil que opinar, y tenía razón), el realismo sensato (es decir, no solo realista, sino también algo soñador) y, sobre todo, el humor. Muchas de las singularidades de este país fronterizo, tradicionalmente pobre, como el contrabando —acentuado en los peores años de la posguerra española, hasta el punto de convertirse en el modus vivendi de muchas familias— o el trasiego constante de trabajadores, de uno y otro lado de la frontera, en busca de un jornal, una oportunidad o una novia, dan pie a relatos bienhumorados, que se inspiran en la tradición picaresca y cuyo humor resulta especialmente meritorio por recaer en una realidad a la que no son ajenas las desgracias ni la miseria, lo cual lo hace a menudo negro; o quizá es que el humor en un reactivo adecuado para hacer digeribles esas asperezas. Fronteras destaca también por recoger el dialecto particular de la zona, en la que un castellano lleno de voces campesinas y sabrosos arcaísmos se enriquece con lusismos, que Simón Viola, con buen criterio, relaciona en un glosario al final del volumen. Este el principio de "Autarquía":

Tras las elecciones de febrero de 1936, ganadas en La Codosera por el Frente Popular, la Casa del Pueblo quedó instalada en el edificio de la iglesia, de donde los vecinos sacaron casi todas las imágenes, y se constituyó el primer ayuntamiento de izquierdas. En el reparto de cargos alguien, hablando en broma, reparó en que necesitaban un verdugo. Todos rieron la ocurrencia mientras otro propuso al tonto del pueblo para el puesto, lo que aumentó la algazara. El secretario, siguiendo la chanza, anotó su nombre. Fue todo muy divertido.

Meses más tarde, el pueblo fue tomado en la mañana del veintiséis de agosto de ese mismo año por un grupo de militares, carabineros y falangistas, que fusilaron en las tapias del cementerio a todos los políticos de izquierda que no habían huido. Entre ellos iba el tonto del pueblo con las manos atadas a la espalda, mirando estupefacto a unos y otros sin entender qué ocurría ("¿Onde é que vamos? A minha mâe está a minha espera"), completamente desconcertado (...).

O Pelourinho

 

O PELOURINHO

Boletín de Relaciones Transfronterizas

Estragos da Guerra. Refugiados espanhóis em Portugal durante a Guerra Civil e Pós-guerra inmediato. Solidariedade e vida na Raia.

Moisés Cayetano Rosado [Director]

Badajoz, Diputación Provincial, 2020, nº 24 (2ª época), 285 págs.

    Dirigido por Moisés Cayetano Rosado, el presente número de O Pelourinho viene a cerrar una trilogía centrada en las circunstancias vividas por los dos países durante las décadas marcadas por el paso lento y represivo de las dos dictaduras ibéricas: Exilio, Emigração e Repressão na Raia Luso-Espanhola / Exilio, emigración y represión en la Raya luso-española (nº 22, 2918) y Lugares da Repressão nas Ditaduras Ibéricas /Víctimas y lugares de la represión en las dictaduras ibéricas (nº 23, 2019).

   En la presente entrega, que se centra en analizar el destino de los exiliados españoles en Portugal que recibieron la solidaridad del pueblo portugués y fueron acosados sin tregua por todas las policías salazaristas, colaboran catorce estudiosos: Manuel Loff (“O drama dos refugiados e das populaçôes raianas”), Fábio Faria (“Refugiados em Portugal. Repressão e controlo no contexto da Guerra Civil de Espanha (1936-1939)”), Maria Fernanda Sande Candeias (“O outro lado da frontera –Memória de espaços, imagens e diálogos a propósito da Guerra Civil”), Dulce Simôes (“A construção da memoria pública dos refugiados da Guerra Civil española”), Luís Cunha (“A guerra tambén foi nossa: memorias raianas da Guerra Civil española”), Rui Rosado Vieira (“Refugiados da Guerra Civil de Espanha em Campo Maior”), Moisés Alexandre Antunes Lopes (“Refugiados espanhóis em Portugal  (1936-1938)”), Ángel Rodríguez Gallardo (“Exialiados y refugiados gallegos en Portugal desde la Guerra Civil española”), Carolina Henriques Pereira (“A presença de refugiados espanhóis nas Caldas da Rainha durante e após a Guerra Civil de Espanha (1936-1950)”), Clara Sanz Hernando (“La matanza de Badajoz en las crónicas portuguesas: sangre, fuego y censura”), Eduardo César (“A guerra dos espanhóis”), Paula Godinho (“Fronteira e cultura de orla: grupos sociais e mudança social  na frontera entre Chaves e Verin”) y Moisés Cayetano Rosado (“Refugiados españoles. Entre la tragedia y la solidaridad”).

   Reproducimos un fragmento del artículo de Fábio Faria que habla de los destinos de los republicanos españoles, alguno no tan lejano de la frontera con España.

 

   “A par do Forte de Caxias, o Forte da Graça e a Fortaleza de São Julião da Barra, em Lisboa, foram otros dos espaços que contaram com o encarceramento de um considerável número de refugiados republicanos. De acordo com César Oliveira, passaram por estes presídios, pelas delegações e prisões da PVDE e pelas unidades militares mais de 2000 refugiados espanhóis, a maioria dos quais eran militares e carabineiros. Ao longo de Agosto de 1936 verificou-se um aumento do número de espanhóis detidos no Forte de Caixas e em prisôes militares. Assim, a partir de 9 de Agosto, muitos dos militares republicanos que se encontravam em Portugal passaram a ficar detidos en Caixas e no Forte da Graça. Em setembro de 1936 encontravam-se detidos 136 refugiados espanhóis no Forte da Graça, o que, juntando aos 148 militares já existentes, perfazia um total de 284 prisioneiros. No entanto, a capacidade máxima dest presídio era de 200 presos. O problema de sobrelotação do Forte da Graça preocupou as autoridades portuguesas nos primeiros momentos da Guerra Civil de Espanha, sobretudo debido ao perigo que o regime salazarista acreditava que podía resultar do contacto dos refugiados espanhóis com os soldados portugueses”. [p. 51].

lunes, 2 de noviembre de 2020

Rutas por La Codosera

 






   
Fue un tibio y transparente día de otoño con compañeros senderistas que tuvieron la amabilidad de visitarme. Son antiguos alumnos y amigos: Paquí, Anabel, autora de la iniciativa, Jesús y Raquel, Teresa, Manuel. Visitamos algunos de los entornos de La Codosera que en estos días otoñales ofrecen un aspecto bellísimo: la alameda de las piscinas naturales del río Gévora, Valdecerillos, la ruta por la sierra de La Lamparona hasta la ermita de la Virgen de la Lapa (conocida durante años como la patrona de los contrabandistas) por un empinado sendero entre madroños, castaños y nogales, el puente que separa el Marco español del portugués, y las pinturas rupestres del Vale do Junco o Lapa dos Gaviões. Reparamos fuerzas en la brasería Portugal, junto a la Raya (bacalao dorado y a la brasa, escalope, carrilleras de cerdo con salsa de castañas…). Y una copa final en el Quinto Coño. Un día y unas imágenes para el recuerdo.