sábado, 28 de abril de 2018

La literatura española en 100 preguntas



LA LITERATURA ESPAÑOLA EN 100 PREGUNTAS

Felipe Díaz Pardo
Madrid, Ediciones Nowtilus, 2016, 350 págs.
  
   Felipe Díaz Pardo (Madrid, 1961) es licenciado en Filología Hispánica y compatibiliza su tarea docente –como profesor de Lengua Castellana y Literatura, como director de Instituto y, actualmente, como Inspector Técnico Central del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte– con otras relacionadas con el mundo literario, ya sea a través de la creación o de la investigación. Asimismo, ha coordinado la creación de materiales didácticos, algunos de ellos para Internet, como el Proyecto Cíceros, elaborado a instancias del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. 
   Por otra parte, ha publicado libros sobre temas educativos (Cómo gestionar un centro de SecundariaLa LOE pregunta a preguntaCómo aprender a enseñarManual para profesores inquietosBendita crisis), varias novelas (Las sombras que nos persiguen, La humanidad de los dioses, Tanto motivo sin fisuraLa casa de las almas soñadas), un libro de relatos (Dioses, hombres y fantasmas), una novela juvenil (La factoría de los sueños) y una antología sobre cuentos de Galdós (¿Dónde está mi cabeza? y otros relatos).
   La literatura española en 100 preguntas es un libro de divulgación que traza un recorrido por la creación literaria en nuestro país desde la Edad Media hasta nuestro presente dividiendo la materia en diez bloques, a los que se acerca, y esta es la aportación más novedosa, mediante preguntas que invitan al conocimiento de esa realidad, desde los asuntos previsibles (¿Qué diferencia al Modernismo de la Generación del 98?) a otras cuestiones imprevistas que los manuales suelen soslayar e imprimen un sesgo original a estas aproximaciones: ¿Consumían la misma literatura los distintos sectores de la sociedad medieval?, ¿Desde cuándo los cipreses forman parte de nuestro paisaje literario?, ¿Es la cebolla un buen alimento poético?, ¿Para qué sirven los premios literarios?... Reproducimos un fragmento de una de estos singulares capítulos.

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¿Es Lázaro de Tormes un buen discípulo de sus amos?

   Efectivamente, por un motivo y otro, podemos afirmar que Lázaro de Tormes es un buen discípulo de sus amos. Así lo podemos comprobar si hacemos un cómputo de los amos a los que sirvió.
[…]
   Tras lo vivido, en el último episodio del libro Lázaro llega a lo que considera “la cumbre de toda buena fortuna”, afirmación que puede entenderse irónicamente porque a lo que ha llegado es a ser pregonero de vinos en Toledo y criado de un capellán con cuya protegida se casa. Al final de la novela asistimos al cierra de la evolución sicológica del personaje y al fin de su aprendizaje. Lázaro, que comenzó siendo un niño inocente y desamparado, ha aprendido la lección suministrada por su experiencia de una realidad amarga y se convierte en un hombre conformado con su suerte. La protección del capellán, a través de su mujer, le permite vivir el resto de su vida sin demasiadas privaciones si sabe hacer caso omiso de la opinión de los demás en lo tocante a su honra. La lección que aprendió con el escudero cobra aquí toda su significación: para salvar su honra –que no es más que apariencia para mantener la buena opinión- el escudero lleva una vida miserable. Lázaro prescinde de la suya para llevar una vida tranquila”. [pp. 151-152].

jueves, 26 de abril de 2018

miércoles, 25 de abril de 2018

Micrografías


MICROGRAFÍAS

Irene Sánchez Carrón
Madrid, Visor, 2018, 72 págs.
XVI Premio Emilio Alarcos

   Irene Sánchez Carrón (Navaconcejo, Cáceres, 1967) es licenciada en Filologia Inglesa por la Universidad de Extremadura y en Filología Hispánica por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. En 1991 impartió clases de español en Londres y en la actualidad es profesora de enseñanzas medias en un centro de Cáceres. Además de colaborar en un numerosas revistas y publicaciones colectivas (como Voces poéticas en femenino editado por la A. C. Norbanova), ha publicado los poemarios Porque no somos dioses (1998, Premio Hermanos Argensola de Barbastro), Escenas principales de un actor secundario (2000, Premio Adonais), Atracciones de feria (2002, Diputación de Cáceres, col. AbeZetario), y Ningún mensaje nuevo (2008, Premio Antonio Machado de Baeza).
   Ahora la editorial madrileña Visor publica Micrografías, que logró el XVI premio “Emilio Alarcos” de poesía de 2017 concedido por un jurado presidido por Luis García Montero. En él, la escritora cacereña recoge unas composiciones que se alimentan de distintas venas líricas: los recuerdos infantiles de un mundo rural (“Final de la infancia”, “Una casa para los pájaros”, “Mientras cogías moras”…), la cotidianidad del presente (“Líneas de autobuses”, “La chica de al lado”…) o la tradición cultural tanto popular (“Canción de amigo”, “La bella durmiente…”…) como culta (“Confesiones de Adán”, “Perséfone presiente la llegada del invierno”). A este último grupo pertenece la composición que reproducimos, un texto culto pero de “línea clara” que recuerda (y recrea) el regreso de Ulises a su patria contemplado desde la mirada de la fiel esposa.


PENÉLOPE SE DESPIDE DE ÍTACA
Sin palabras, sin dioses, Ítaca es solo el mar
Y un cielo que la aplasta.

FRANCISCA AGUIRRE

Cantad, Musas, que al fin Ulises regresó
y su presencia altera la calma de la casa.
Las liras celebraron el porte del guerrero,
pero nada contaron del viejo abatido
que ha vuelto a perturbar esta dulce ruina.

¿Quién puede resistir
caminar tras un héroe a todas horas,
devolviendo su sitio a los objetos
y borrando las marcas de sus dedos,
mientras te cuenta historias insensatas?

No pretendo negar que en esos largos años
poblé la soledad de pequeñas costumbres
que se me han hecho gratas, y ahora el cuerpo las busca
como persigue un río su curso extraviado.

Contad, Musas, también esta verdad
que quizá el tiempo oculte
y decid que hace mucho que dejé de esperarle
para gozar sin límites cada minuto mío,
la sandalia en los pies al despuntar el alba,
el rocío en la yema de los dedos,
la res sacrificada por algún pretendiente,
la franqueza del vino derramado en la boca,
la túnica en el suelo frente al balcón abierto,
la labor de la luna sobre un torso desnudo,
el filtro de la voz que custodia un secreto
y el hilo del deseo en el huso olvidado.

Cantad esta versión alguna vez,
Musas esquivas,
que Ulises regresó
y no tiene sentido
que yo me quede en Ítaca.

lunes, 23 de abril de 2018

domingo, 22 de abril de 2018

El camello de oro



EL CAMELLO DE ORO

José Antonio Ramírez Lozano
Madrid, Carpenoctem, 2018, 79 págs.
  
   José Antonio Ramírez Lozano (Nogales, 1950) ha desarrollado de modo paralelo una nutrida trayectoria de poemarios, libros de literatura infantil y juvenil (aparecidos en editoriales como Edelvives, Alfaguara, Algaida, Kalandraka, Anaya, S. M. o Hiperión) y narraciones que comparten motivos repetidos y similares predilecciones formales. Objeto de numerosísimos galardones (Azorín, Claudio Rodríguez, Juan Ramón Jiménez, José Hierro, Blas de Otero, Ricardo Molina, premio de la Crítica Andaluza o los extremeños Ciudad de Badajoz, Felipe Trigo o Cáceres de novela corta).  Su obra en prosa se inició con Don Illán (Orihuela, 1978), una narración corta con algunas de claves de su mundo narrativo, a la que han seguido otros muchos títulos.
   Ahora, la editorial madrileña Carpenoctem publica El camello de oro, una novela cuya trama se sitúa en los años de la crisis de la construcción en España para dibujar un panorama delirante y caótico en que ciertos empresarios logran seguir medrando mediante la demolición de urbanizaciones ilegales al tiempo que se producen miles de desahucios, pero este propósito testimonial es superado por el talento fabulador del narrador que presenta a unos constructores católicos obsesionados por las contradicciones entre sus proyectos empresariales y el mensaje evangélico y en especial con la cita bíblica de los ricos y la gloria y las agujas y los camellos. Convencidos finalmente de que “en pecado solo están los pobres”, los planes de la sociedad “Creyentes Reunidos” pasan por llevar a la práctica la cita evangélica en una deriva argumental imprevista repleta de humor y hallazgos verbales, en que uno confiesa haber llegado a la fe por una iluminación pitagórica según la cual el mundo estaba regido por el número tres (por ello tenía tres coches, tres casas y tres mujeres), en tanto otro recuerda las ranas sagradas del baptisterio de su iglesia, más que bautizadas, tan semejantes a  los cristianos (“si nosotros creíamos en Dios, ellas croaban en Dios. Total qué más daba”).
   Reproducimos un fragmento en que uno de los empresarios y su esposa discuten sobre el sentido de otro pasaje evangélico

   A Teresa le hubiese gustado tener un par de hijos. Toda la vida cumpliendo con los mandamientos para que a fin de cuentas no le diera un hijo Dios, le parecía una injusticia. En aquella cama había habido mucho catecismo y poco amor. Todas las noches a vueltas con la teología de su marido, que hasta se soñaban con el infierno y las pesadillas de los dogmas.
-Tengo miedo, Ginés –se le quejó esa noche.
-¿Miedo a qué?
-A la avaricia. ¿No será la avaricia la nuestro, Ginés?
-Lo nuestro es trabajo y nada más que trabajo. A ver por qué se te vienen a la cabeza esas tontadas teniendo fe como tienes.
-Por lo del Evangelio. Por la parábola.
-¿Qué parábola?
-La de los talentos.
-Pero si tú no tienes talento ninguno, hija mía. Anda, duérmete.
-Que no. Que los talentos son monedas. Lo digo por lo de enterrarlos que dice la parábola.
   Ginés Vadillo era un hombre previsor. Aprovechando el recurso de la pala, había hecho un hoyo en su parcela y había enterrado en él sesenta mil euros en billetes de quinientos. Teresa lo sabía.
-Dice la parábola que un hombre dio a sus siervos un talento a uno, y dos y cinco a otros dos. Y que a su vuelta, estos dos los habían invertido y multiplicado, pero el primero enterró el único el único que le había dado y non le sacó provecho. Entonces dijo el hombre, que se supone que es Dios, que le quitasen el que tenía y que lo arrojasen a las tinieblas y que allí sería el rechinar de dientes. Y eso es los que haces tú por la noche, Ginés, rechinar y rechinar, que no hay quien duerma.
-Tonterías, Teresa –se revolvía Vadillo-. Las parábolas hay que saber interpretarlas. Cuando dice talentos quiere decir virtudes o cualidades. Dios le ha dado al hombre capacidades como la de trabajar y enriquecerse, la de curar enfermedades o la de tener hijos.
-Entonces es esa, la de tener hijos la que hemos metido en un hoyo. Un talento improductivo, que Dios nos va a echar en cara, Ginés.” [p. 14].

lunes, 16 de abril de 2018

sábado, 14 de abril de 2018

Todos los sueños del mundo



TODOS LOS SUEÑOS DEL MUNDO
Poemas de Fernando Pessoa y Porfirio Barba-Jacob
Portugal y Colombia, dos poetas, dos naciones

Bogotá, Cátedra de Estudios Portugueses, Embajada de Colombia en Portugal, 2012, 299 págs.
Prólogo, edición y notas de Jerónimo Pizarro
Traducción de Jerónimo Pizarro y Gastão Cruz
Presentación de Germán Santamaría
Colaboración de Paloma Fernández

   Todos los sueños del mundo reúne composiciones de Fernando Pessoa y Porfirio Barba-Jacob en una cuidada edición auspiciada por la Cátedra de Estudios Portugueses y la Embajada de Colombia en Portugal, con un texto introductorio de Germán Santamaría, prólogo y notas finales de Jerónimo Pizarro y numerosas fotografías. Separados por el océano Atlántico, fueron dos poetas cuyos destinos nunca se cruzaron pero que compartieron la incomprensión en sus países respectivos. “El colombiano, de Santa Rosa de Osos, Antioquia, nacido en 1983 y muerto en México en 1942. El portugués nació en 1988 en la zona del Chiado de Lisboa y murió en el hospital de Sao Luis dos Franceses, en el Barrio Alto, en 1935. Fueron absolutamente contemporáneos, de una misma generación, de vidas paralelas, aunque jamás se hubieran conocido. Vivieron en el mismo mundo, pero en las dos mitades de la Tierra. Cada uno constituyó una voz y muchas voces a  la vez. Su destino fue un juego de heterónimos. El colombiano, bautizado Miguel Ángel Osorio, fue Maín Ximénez, Ricardo Arenales y finalmente Porfirio Barba-Jacob. El portugués, además de Fernando Antonio Nogueira Pessoa, fue Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos. Ambos pulieron versos y ocultaron vicios. Los dos, más que escritores, fueron Toda una Literatura, y ese fue un título que contempló Pessoa para alguna de sus obras” [Presentación, p. 18].
   Reproducimos una composición de cada uno de ellos.

LISBON REVISITED (1923)

NÃO: Não quero nada.
Já disse que não quero nada.

Não me venham com conclusões!
A única conclusão é morrer.

Não me tragam estéticas!
Não me falem em moral!
Tirem-me daqui a metafísica!
Não me apregoem sistemas completos, não me enfileirem conquistas.
Das ciências (das ciências, Deus meu, das ciências!) — 
Das ciências, das artes, da civilização moderna!

Que mal fiz eu aos deuses todos?

Se têm a verdade, guardem-na!

Sou um técnico, mas tenho técnica só dentro da técnica.
Fora disso sou doido, com todo o direito a sê-lo.
Com todo o direito a sê-lo, ouviram?

Não me macem, por amor de Deus!

Queriam-me casado, fútil, quotidiano e tributável?
Queriam-me o contrário disto, o contrário de qualquer coisa?
Se eu fosse outra pessoa, fazia-lhes, a todos, a vontade.
Assim, como sou, tenham paciência!
Vão para o diabo sem mim,
Ou deixem-me ir sozinho para o diabo!
Para que havemos de ir juntos?

Não me peguem no braço!
Não gosto que me peguem no braço. Quero ser sozinho.
Já disse que sou sozinho!
Ah, que maçada quererem que eu seja da companhia!

Ó céu azul — o mesmo da minha infância —
Eterna verdade vazia e perfeita!
Ó macio Tejo ancestral e mudo,
Pequena verdade onde o céu se reflete!
Ó mágoa revisitada, Lisboa de outrora de hoje!
Nada me dais, nada me tirais, nada sois que eu me sinta.

Deixem-me em paz! Não tardo, que eu nunca tardo…
E enquanto tarda o Abismo e o Silêncio quero estar sozinho!


[1923]
[Contemporánea, nº 8, Fevereiro de 1923]


LAMENTACIÓN DE OCTUBRE

Yo no sabía que el azul mañana
es vago espectro del brumoso ayer,
que agitado por soplos de centurias
el corazón anhela arder, arder...
Siento su influjo y su latencia, y cuando
quiere sus luminarias encender,
          pero la vida está llamando
          y ya no es hora de aprender.

Yo no sabía que infantil ternura
da al cielo de la vida un rosicler,
y que bajo el laurel el héroe rudo
algo de niño tiene que tener...
¡Oh, quien pudiera de niñez temblando
a un alba de inocencia renacer...!
          pero la vida está pasando
          y ya no es hora de aprender.

Yo no sabía que la paz profunda
del afecto, los lirios del placer,
la magnolia de luz de la energía,
lleva en su blando seno la mujer...
Mi sien rendida en ese seno blando
un hombre de verdad quisiera ser...
          pero la vida está acabando
          y ya no es hora de aprender.

[1915]

miércoles, 11 de abril de 2018

El color de la granada


EL COLOR DE LA GRANADA

Carla Badillo Coronado
Madrid, Visor, 2016, 116 págs.
Prólogo de Antonio Colinas
XXVIIII Premio Loewe a la Creación Joven

   Carla Badillo Coronado (Quito, 1985) es periodista, traductora, narradora y poeta que ha participado en numerosas actividades y encuentros colectivos y colabora habitualmente en la revista CartóNPiedra con su espacio Vagón 204”. En 2011 resultó ganadora del Premio Nacional de Poesía “César Dávila Andrade” con su poemario, aún inédito, Partituras incompletas (apuntes de música y otras obsesiones)”. Su primer libro de versos publicado es Belongings / Pertenencias aparecido en Los Ángeles (2009) en edición bilingüe. En 2016 logró el XXVIII Premio Loewe a la Creación Joven otorgado por un jurado presidido por Víctor García de la Concha a su libro El color de la granada. En su estructura, el poemario se adosa a la vida del poeta, músico y ashik armenio Sayat Nova (1712-1795) como revelan los distintos bloques del libro: niñez, juventud, estancia en la corte, expulsión, en el monasterio, el sueño y la muerte del poeta (fue ejecutado por los soldados del Sha de Persia Mohammad Kahn Qaja tras negarse a renunciar a sus creencias). Sergei Paradjanov (1924-1989) llevaría al cine su vida en una película de 1968 de la que procede el título del poemario, que le costaría cuatro años de cárcel.
   En el prólogo, Antonio Colinas resalta “de qué manera val alternando en el poema el resplandor de la imagen con la meditación, las imágenes con las escuetas reflexiones. La autora sabe que, en el fondo, ella ‘se debe al silencio’, pero que ‘nunca aprenderá a callar’. Se sabe en posesión del don de la poesía y su silencio no es sino un silencio poblado de palabras: porque de algo está consciente Carla Badillo Coronado: ‘la verdadera luz jamás se describe’”. [Prólogo, p. 8].
   Reproducimos el primer poema de la octava parte, “Transfiguración del poeta”.

CANTO I

Quien ahora escribe sobre esta página
pretende interpretarme
volverme a la vida a través de estos poemas
Pero no soy yo, Sayat Nova, maestro de los cantares
quien dirige sus manos, la cadencia de las palabras
la exactitud del verso.
Alguien me escucha tocar el laúd y se conmueve
Sus dedos, mensajeros entre dos mundos conectados
por la belleza y el horror, benditos sean.
Quien ahora escribe sobre esta página
traduce el canto de mi infinita soledad
y se refugia en ella como un mendigo.
Mi voz, en efecto, proviene de la eternidad
morada donde habitan los verdaderos poetas
criaturas inmoladas por su capacidad de soñar
artesanos del gozo y del dolor
sobrevivientes de un tiempo que jamás fue suyo
ángeles ebrios de placer, santos de nadie
alquimistas / bufones / demiurgos.
Ustedes -dueños de todo lo que no sé nombrar-
benditos sean.


martes, 10 de abril de 2018

Borrando márgenes


BORRANDO MÁRGENES

Efi Cubero
Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2004, 91 págs.
Prólogo de Manuel Simón Viola

   Me encuentro en Facebook el texto, subido por Efi Cubero, que elaboré para la presentación de Borrando márgenes en la Capella de la Facultad de Filología de la Universidad de Barcelona el día 12 de noviembre de 2004. El acto fue presidido por Monserrat Camps Gasset, Decana de la Facultad de Filología, y en él  intervino asimismo Francisco Muñoz Ramírez, por entonces Consejero de Cultura de la Junta de Extremadura. Como al releerlo observo que mi opinión sobre el libro no ha cambiado (y mi admiración por su obra se ha acrecentado con la lectura de posteriores poemarios) rescato aquí el texto que me ha hecho recordar, por lo demás, una gratísima estancia en la ciudad.
  
   Borrando márgenes, un poemario situado, claro está, en una tradición de la que se nutre y a la que aporta su propio valor, es un libro orgánico que puede ser leído sin ninguna apoyatura erudita, pero también permite un contraste, enriquecedor de la lectura, con tres entornos. Estos ámbitos son la tradición lejana que recupera, el panorama poético en que se instala y la trayectoria personal que viene, por ahora, a culminar.
   Diré algo de cada uno de estos tres espacios, y lo haré apoyándome en otras tantas citas. La primera de ellas pertenece a la propia escritora. En el poema de cierre, “Táuride”, se inserta la siguiente reflexión, definitoria, a mi juicio, de su trayectoria hasta el momento: “Erguida en el pretil de la marea / sostienes al latir de tanta historia: / -siempre habrá una verdad propiciatoria, / víctima de la fuerza de una idea-.”
   La obra lírica de Efi Cubero se ha vertido en unos pocos poemarios compuestos sin apresuramientos, en los que, al margen de su perceptible parentesco estilístico, es posible encontrar unas orientaciones temáticas compartidas y un cuidadoso esmero en la organización de la materia poética, y así su primer libro de versos, Fragmentos de exilio (Badajoz, Kylyx, 1992) se ordena en torno a una imagen que articula el contenido del libro (dividido en cuatro bloques: “Deseo”, “Travesía”, “Llegada”, “Círculo” y “Regreso”): el viaje, la partida de una tierra querida y la llegada a un lugar extraño en el que anhelar el regreso.
   A este librito le siguió Altano (Badajoz, DPDB, 1995), que define, en poemas breves de expresión contenida, casi ausentes de anécdota, el propio proceso creador como un aliento (“altano”, palabra de uso poco común, significa “viento que sopla alternativamente de mar a tierra y viceversa”) que pone en comunicación dos ámbitos vitales: el mar (la superficie soñada "cuando solo la tierra era tu enclave, tu savia o tu universo...", pero también la ciudad costera "de palabras / sin haches aspiradas") y las tierras del sur y de la infancia, recobradas en fragmentos, en instantes luminosos de una pasado perdido, que merecerían la consideración de "apuntes al carbón de la memoria". Es, en efecto, el recuerdo, el ejercicio de una memoria consciente de todo un repertorio de desapariciones pero nada nostálgico, el motor de estos poemas, que desde la ecuanimidad del conocimiento adulto contemplan el "sur"  como el territorio de las emociones, de la risa y la pena, del gozo de vivir, de la sensación de libertad, del hontanar, en fin, de la escritura.
   El segundo entorno en el que quiero detenerme es en el de la tradición lejana que recupera. La cita pertenece a Javier Cercas: "Lo esencial es hallar en la literatura de nuestros antepasados un filón que nos exprese plenamente, que sea cifra de nosotros mismos, de nuestros anhelos más íntimos [...] Lo esencial es retomar esa tradición e insertarse en ella; aunque haya que rescatarla del olvido, de la marginación o de las manos estudiosas de polvosos eruditos. Lo esencial es crearse una sólida genealogía. Lo esencial es tener padres" (El móvil).
   En Borrando márgenes Efi Cubero (que ya había recordado a Demócrito para advertirnos de que “nada nace de nada”, y añadir: “El arte no es ajeno al eterno fluir de la cultura, de la historia o del tiempo”) ha encontrado en esa tradición un personaje y una leyenda singulares cuyas lindes precisas vienen indicadas por los epígrafes de la composición de apertura (“Áulide”) y de cierre (“Táuride”). Como relata Esquilo (525 a. d. J), Ifigenia es llevada con engaños a Áulide en donde será sacrificada por su padre Agamenón a Artemisa (o a Poseidón) con el fin de que la armada griega pueda emprender la travesía hacia Troya. Pero el mundo griego pasaría en el transcurso de unos pocos años (45 entre el nacimiento de Esquilo y y el de Eurípides. Para María Zambrano “Una cultura depende la calidad de sus dioses”), de aceptar sacrificios humanos a considerar repugnante que los dioses los exigieran. Eurípides (480, a. d. J., nacido, según la tradición, el mismo día de la batalla de Salamina) dulcificaría la leyenda relatando cómo la diosa sustituye en el último momento la joven por una cierva (o por un oso marino o por una anciana, las versiones de la leyenda son muy numerosas). Ifigenia sería llevada a Táuride (Crimea, un pueblo feroz) convertida en sacerdotisa de la diosa (y esta es la versión de la leyenda preferida por Efi, la que posee un desenlace feliz).
   Incrustada en el cuerpo del poemario, la peripecia aventurera de la joven, víctima de guerreros y tiranos, otorga a la obra además de una impresión de fuerte unidad (de que carecen tantos poemarios), una estructura de discurso lírico que progresa hacia un desenlace, como revelan los epígrafes de los cuatro bloques que lo configuran: Aulis, Las naves, Persistencia del olvido, Táuride. Concebidos así, estos textos apuntan a uno de los propósitos más profundos de la creación literaria: la escritura entendida como reelaboración personal de una tradición dilecta, dadas las similitudes intuidas entre un itinerario personal y una leyenda mitológica, con lo que se logra esa “potencia” en la expresión del “yo” que menciona Villena, pero a la vez la escritura se concibe como una reflexión sobre el propio proceso creador, y como instrumento, en fin, de interpretar el mundo, de afirmar su “fe de vida” y de recuperar lo perdido. (un propósito presente en todos los poemas).
   El tercer entorno es el de la tradición en que la obra se instala. La cita en que quiero apoyarme es de Ricardo Senabre (Capítulos de la historia de la lengua literaria. Cáceres, UEX, 1998): “Tres o cuatro escritores hablaban de poesía en torno a una mesa, mientras el limpiabotas habitual del establecimiento pulía los zapatos de uno de ellos. En el momento de cobrar el servicio y aprovechando un breve silencio de los parroquianos, el limpiabotas apuntó: “Eso de la poesía, señores, no es más que una manera de decir las cosas, ¿no?”. Es exacto: nada más –pero tampoco nada menos- que una manera de decir las cosas, esto es, una forma de lenguaje” [pág. 9]
   En la configuración de una personalidad poética, como se sabe, operan tanto las adhesiones como los rechazos. La obra que comentamos se sitúa, a nuestro juicio, lejos de un intimismo neorromántico sometido al dogma de la transparencia (reacio por ello a “cualidades” como la sencillez, la naturalidad y otras formas de pereza literaria), pero también de un culturalismo concebido como un juego erudito desprovisto de autenticidad emocional. Ahora bien, el libro recoge las mejores aportaciones de ambos: la pasión, cálida y humana, por los entornos personales conocidos (paisajes, emociones, seres queridos...), y el empleo de unos procedimientos “modernos” para expresar esa perspectiva individual sobre la realidad
   Es cierto que no puede haber auténtica poesía sin intimismo, pero también lo es que no todo intimismo ha de ser primario o neorromántico. Existen, afirma Guillermo Carnero, “dos grandes ámbitos de experiencia. El primero lo forman los acontecimientos de la vida cotidiana; son materia poética si afectan a la sensibilidad. Lo son también los que pertenecen a la experiencia de segundo grado o cultural, la que procede de la Literatura, de la Historia o de las Artes. Esas dos experiencias –la cotidiana y la cultural- aparecen natural y espontáneamente entrelazadas en el funcionamiento real del pensamiento y en la generación, exploración y formulación de la emoción – de una persona culta, por supuesto. La experiencia cultural no se superpone a un discurso poético nacido originariamente sin ella, ni responde a un prurito de ennoblecimiento retórico y decorativo; funciona de por sí, empepando la experiencia cotidiana y viciversa” (“Reflexiones egocéntricas. Cuatro formas de culturalismo”, Laurel, Cáceres, 2000, nº 1, págs. 46-47)
   De acuerdo con estas consideraciones, los textos de Borrando márgenes no nacen como un rechazo del intimismo (sin el cual no es posible una auténtica poesía), sino como un modo eficaz de renovar la expresión de la interioridad, además de mostrar su pertenencia a una tradición que puede ser revitalizada, devuelta a la vida: “Al usar una tradición, el escritor la torna presente, y la vuelve inmediatez en su obra, destinada a retornar a la gran tierra nutricia de la tradición total, y a ser usada nuevamente por alguien en el futuro (por ello tradición es cadena), vitalizándola”[1].
   Entendemos, para terminar, que sea cual sea el ámbito en que detengamos de modo preferente nuestra atención, Borrando márgenes se nos aparecerá como una obra madura, en que se tiene la impresión de que todos los propósitos se han logrado, que invita a una espera confiada en nuevas obras, insertas, como la que comentamos, en una nobilísima estirpe literaria, según recomendaba Cercas, pero también, como adivinó el limpiabotas evocado por Ricardo Senabre, dueñas –nada más, pero nada menos- de una manera personal, inconfundible, de decir las cosas.



[1] Villena, L. A. Postnovísimos. Madrid, Visor,.1986. “Prólogo”, pág. 23.

sábado, 7 de abril de 2018

Breve tratado de pintura


BREVE TRATADO DE PINTURA

Nuno Júdice
Medellín (Colombia), Frailejón Ediciones, 2014
Trad. del portugués, Elkin Obregón S.

   Nuno Júdice (Mexilhoera Grande, El Algarbe, Portugal, 1949) es licenciado en Filología Románica, doctor por la Universidad Nueva de Lisboa, profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Lisboa y agregado cultural de la embajada portuguesa en Francia. Como escritor, además de numerosos estudios filológicos, ha cultivado el teatro, la novela y la poesía. En este último campo se dio a conocer en 1972 con su primer libro, Noção do poema, al que siguieron, entre otros, O Mecanismo Romântico da Fragmentação (1975), Nos Braços da Exigua Luz (1976), A Partilha dos Mitos (1982), Lira de Líquen (1986), A Condescendência do Ser (1988), Enumeração de sombras (1989) y Obra Poética, 1972-1985 (1991). Entre los numerosos reconocimientos recibidos por su obra (Premio Pablo Neruda, Pen Club, Associação portuguesa de escritores, Fernando Namora…) destaca el premio Reina Sofía de poesía iberoamericana de 2013 por Navegação de acaso.
   En 2014, la editorial antioqueña Frailejón Ediciones publicó en una cuidadosa edición de ejemplares cosidos a mano con solapas de tela Breve tratado de pintura, un compendio de poemas, la mayor parte de ellos elaborados sobre una referencia visual, que se propone “restituir un sentimiento a cada uno de esos rostros o cuerpos que permanecen en la soledad de las salas de los museos, y liberarlos de su inútil belleza para una nueva convivencia a través de la poesía”.
   Reproducimos una de las composiciones seguida de la traducción de Elkin Obregón.

CASSANDRA

Sonhou ler o destino; e desejou nunca
o ter feito. Deixou de olhar para os homens,
quando adivinhou a sua norte; e desafiou
o céu, quando descobrou que nada existe
para além do azul. Percebo, pela
contracção da sua coxa, que esboça
o desejo de se erguer; mas o braços
caem para trás das costas,
como se não tivesse já para
onde ir. No tanto, o fogo
que arde no altar ilumina-lhe
o rosto, condenando-a a ver
tudo o que acontece: os incêndios
que devastam a terra, um massacre
de mulheres, a inutilidade
das súplicas. E entrega-se a todos
os que passam à sua frente,
pedindo-lhes que apaguem a chama
para que um manto de treva
lhe cubra o corpo.


CASANDRA

Soñó leer el destino; y deseó nunca
haberlo hecho. Dejó de mirar a los hombres,
cuando adivinó su muerte; y desafió
al cielo, cuando descubrió que nada existe
más allá del azul. Percibo, por la
contracción de su muslo, que esboza
el deseo de erguirse; pero los brazos
caen atrás de las espaldas,
como si no tuviera ya
a dónde ir. No obstante, el fuego
que arde en el altar le ilumina
el rostro, condenándola a ver
todo lo que sucede: los incendios
que devastan la tierra, una masacre
de mujeres, la inutilidad
de las súplicas. Y se entrega a todos
los que pasan frente a ella,
pidiéndoles que apaguen la llama
para que un manto de niebla
le cubra el cuerpo.

viernes, 6 de abril de 2018

La policía celeste


LA POLICÍA CELESTE

Ben Clark
Madrid, Visor, 2018, 68 págs.
XXX Premio Loewe de poesía

   Ben Clark (Ibiza, 1984) ha publicado, entre otros, los poemarios Los hijos de los hijos de la ira (XXI Premio de Poesía Hiperión. Hiperión, 2006), Basura (Delirio, 2011), Mantener la cadena de frío (escrito en coautoría con Andrés Catalán. IV Premio de Poesía Joven RNE. Pre-Textos, 2012), La Fiera (Premio El Ojo Crítico de Poesía de RNE 2014. Sloper, 2014) y Los últimos perros de Shackleton (Sloper, 2016). Sus labores de traducción incluyen los Poemas de amor de Anne Sexton, la Poesía completa de Edward Thomas y, junto a Borja Aguiló Obrador, la antología Tengo una cita con la Muerte (poetas muertos en la Gran Guerra). También ha traducido los libros de cuentos Diez de diciembre y Pastoralia, del narrador estadounidense George Saunders
   Este año, el poeta mallorquín Ha logrado el XXX Premio Loewe de poesía con La policía celeste (Visor, 2018) otorgado por un jurado presidido por Víctor García de la Concha y compuesto por la colombiana Piedad Bonnet, Franciso Brines, José Manuel Caballero Bonald, Antonio Colinas, Soledad Puértolas, José Ramón Ripoll y Luis Antonio de Villena). Reproducimos uno de los poemas del libro, marcado como otros por la presencia del padre.


EL HORNO

   Mi padre hizo el taller detrás de la casa.
No había más que campo y dibujó
un rectángulo enorme sobre el suelo
con yeso en polvo.
Luego, con un amigo tatuado,
sacó toda la tierra
y la sustituyó por hormigón.

Un camión trajo el horno y la grúa
lo posó en el rectángulo vacío.
Después hizo el taller.

El horno, mientras tanto, parecía
una nave espacial abandonada
junto al viejo algarrobo.
Los gatos evitaban sus reflejos
cromados y hubo pájaros
que intentaron hacer un nido dentro
sin comprender su error.

Nunca se me ocurrió que llegaría
el día de tener que pensar cómo
íbamos a sacarlo. Aunque eso es fácil:
no se puede. Tendremos que tirarlo
todo abajo y el horno volverá
a parecer la nave de mi padre,
esperando oxidada en el jardín,
lista para volver a su planeta
en cuanto él regrese.