lunes, 15 de diciembre de 2025

La edad del grito

LA EDAD DEL GRITO

José Manuel Díez

Mérida, Editora Regional de Extremadura, col. Poesía, 2025, 218 págs.

Prólogo (“Primera voz de José Manuel Díez”) de Miguel Ángel Lama

   Poeta y compositor, José Manuel Díez (Zafra, 1978) ha representado a la literatura española en una veintena de festivales y en las ferias y certámenes más importantes de España. Galardonado con los premios Vicente Aleixandre (2005) o Hiperión (Madrid, 2013), Ciudad de Burgos (Burgos, 2015) y Jaén de poesía (Jaén, 2017), entre otros. Su libro Baile de máscaras fue elegido mejor libro de poesía riel año 2013 en España por los lectores del diario El País.

   La edad del grito, que ahora publica la Editora Regional de Extremadura, reúne cien poemas escritos durante sus años universitarios, entre 1999 y 2005. El volumen integra, revisadas y ampliadas, sus dos primeras obras, 42 (113 Editores-Nuevas Letras, 2004) y Le caja vacía (Visor Libros, 2006), precedidas de sendos comentarios de Álvaro Valverde y Basilio Sánchez. El volumen, que recoge libros a los que seguirían Baila de máscaras (Hiperión, 2013. XXVIII Premio de Poesía Hiperión), Estudio de enigma (Visor, 2015. XLI Premio Ciudad de Burgos), El país de los imbéciles (Hiperión, 2018. XXXIII Premio Jaén de Poesía) recoge, por tanto, la obra de juventud del autor, la primera vez de “uno de los protagonistas más destacados que se da a conocer en el nuevo siglo XXI y que cuenta ya con una importante obra en libros de poemas y discolibros” [Prólogo, p. 8]. Reproducimos una de las composiciones del segundo libro.

 

CÁNTICO DE LAS CRIATURAS

Mujeres pálidas, marchitas, devastadas.

GABRIEL D’ANNUNZIO

Yo soy una de esas.

Vinieron a morderme los labios tantas veces,

a palparme los pechos en entrega,

a desnudar mi torso, a convertirme

de una mirada en sombra de mí misma,

que ya olvidé el remanso de paz que deja el beso

del hombre enamorado.

 

Vinieron tantas veces a enhebrarme en sus lenguas

por el uso en el arco corrompidas,

a mancharme en sus tactos,

a restregar sus pubis contra el mío

-yo, pan manoseado-

que ya olvidé el espasmo predecesor del éxtasis

y la forma de amar si ser pagada.

 

Yo soy una de esas: mujeres sin escrúpulos ni nombre.

Así nos representan

las ficciones urbanas, las baladas

de los escaldos clásicos,

la confabulación de voz inicua

que la historia ha tenido con nosotras.

Mujeres sin escrúpulos ni nombre.

 

Mujeres sin escrúpulos

ni nombre,

ni voz ni Dios, tal vez.

Pero aún con derecho a la alegría.

A amar. A ser amadas.