viernes, 26 de febrero de 2010

La tormenta y la muerte

Fotografía de Raúl Aguado


José Antonio Ramírez Lozano participó recientemente en el aula literaria Guadiana. La noche del 23 de febrero leyó sus poemas en la Casa de Cultura de Villanueva de la Serena, una noche de relámpagos y truenos, de “ruido y furia” que acompasaba sordamente, por encima de la cubierta del edificio, los versos del poeta y que a mí me recordaba otra noche imaginaria en que el rey Duncan es asesinado por Macbeth en el castillo de Dunsinane. Tal vez porque nos vio así, atentos y estremecidos, fue por lo que leyó, entre otros notables poemas, este texto (de La flor de la pavesa, premio “Antonio González de Lama”, León 2003).


CANCERBERO

Cerbero es el mastín
negro de don Melquíades. Cuando el amo
murió, subió ladrándole
calle arriba a la Muerte sin que el cura
se atreviera a ahuyentarlo,
pegado como vino al ataúd.

Desde entonces ya nadie
puede echarlo. Tan fiel,
Cerbero se quedó junto a la tumba
del difunto y allí
que aguarda el lubricán
postrero de la carne.

La Muerte lo castiga con la escarcha
del vidrio o pone cebos
de sombra entre las tumbas. Pero el viejo
mastín aúlla, ciego
del fulgor tan terrible
de la cal y le lame
su sarna al sacristán a cambio sólo
de un puñado de huesos de suicidas
y mártires anónimos.


Bueno, pues otra lección aprendida. Yo ya sabía que la poesía, a veces, emociona, conmociona... Esa noche descubrí que también, a veces, acojona.

1 comentario:

  1. No te falta razón Simón, leyendo el poema dan ganas de no estar ni del lado de los vivos ni del de los muertos. En este caso basta con no estar.

    Un abrazo

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