sábado, 13 de marzo de 2010

Alberti y Lorca, una amistad imposible


ALBERTI Y GARCÍA LORCA. LA DIFÍCIL COMPAÑÍA

Hilario Jiménez Gómez
Sevilla, Ed. Renacimiento, 2009, 357 págs.
Prólogo de Luis García Montero

De los numerosos epígrafes con que fue denominado el conjunto de poetas que se dio a conocer en la tercera década de siglo (generación de la Dictadura, de la República, del 27...), el “de la generación de la amistad”, fomentado por los propios componentes, subrayaba la relación afectuosa que cohesionó al grupo hasta, al menos, los umbrales de la guerra civil. Hilario Jiménez ha indagado en la relación que unió a dos poetas andaluces hermanados en la inercia de los hábitos académicos (la misma que empareja a Guillén con Salinas, a Aleixandre con Cernuda...) desde 1924, años en que Lorca y Alberti se conocen en la Residencia de Estudiantes de Madrid, hasta el verano de 1936 en que es asesinado el poeta granadino.
El resultado es un riguroso trabajo, perfectamente documentado (cartas, fotografías, postales, manifiestos, noticias de prensa...) que traza el itinerario de una “amistad” en que alternaron las declaraciones públicas de afecto con los desencuentros. Aunque la perspectiva crítica de Hilario Jiménez es impecablemente ecuánime, la lectura de este excelente trabajo deja la impresión de que Lorca fue culpable en mayor medida de esa “amistad imposible”, pues aunque supo contrapesar su actitud con declaraciones de afecto y de sincera admiración, pudieron más su enfermiza egolatría, sus celos, el envanecimiento del éxito..., hasta llegar a la parodia de ciertos poemas de su compañero. Reproducimos un texto de Alberti y la parodia de Lorca (que, también hay que decirlo, nunca publicó).

“¡Qué salero!
¡Cógeme, torillo fiero!
Te digo y te lo repito,
para no comprometerte,
que tenga cuernos la muerte
a mí se me importa un pito.
Da, toro torillo, un grito
y ¡a la gloria en angarillas!”

[Fragmento de “El Niño de la Palma. Chuflillas”]


CHUFLILLAS

Déjame, pirulito,
déjame solo
con el cascarabito
del garigolo.

¡Carigolantes,
viva el vito bonito
de los tunantes!

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