Alfonso Armada acaba de publicar Diccionario de Nueva York (Madrid, Ediciones Península, 2010, 408 pp.). La obra (reseñada con lucidez por Santos Domínguez Ramos en http://encuentrosconlasletras.blogspot.com/) se abre con la visión que de la ciudad tiene un ciego marroquí. He aquí la acotación inicial:
(La conversación transcurre junto a los ventanales del restaurante de las Naciones Unidas sobre el East River, mientras cae la tarde, el agua se vuelve primero malva, luego morada, finalmente cobalto, y se encienden las luces de los puentes y reclamos luminosos como el de Pepsi-Cola, en Long Island City, la orilla de Queens. Lo que queda son sólo las palabras de Mahjoub Boulhaj, marroquí, ciego desde los diez años y miembro del servicio de traducción de la ONU. Me había cruzado varias veces con él a la entrada del palacio de vidrio. Si todas las ciudades son una declaración visual, una realidad física que se impone antes que nada como un accidente para los ojos, qué pensar de una ciudad trazada con ciclópeos golpes de hacha como Nueva York en la mente de quien no ve, sobre todo después de haber sufrido una brutal e instantánea desfiguración.)
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