No acaba uno de acostumbrarse a la extraordinaria
gama de posibilidades que ofrecen las distintas herramientas de Internet. Leí
en el blog de José Luis García Martín, Crisis de papel, una reseña sobre el
último libro publicado por Miguel d’Ors (Santiago de Compostela, 1946), Átomos
y galaxias (Sevilla, Renacimiento, 2013). Un día más tarde, Álvaro Valverde
colgaba en su blog otra reseña del libro con un enlace a un lugar en facebook
que recogía varios poemas de la obra. Allí encontré esta décima.
AVECEDARIO
La golondrina, aguzada
como un flechazo de Amor;
el mirlo madrugador,
gayarre de la enramada;
la tórtola que, enlutada, [5]
borbota su desconsuelo
en Fontefrida; el mochuelo
dando ejemplo de atención.
Y los gorriones, que son
la calderilla del cielo.
Me pareció que el texto, además de su
indudable calidad, era muy apropiado para un examen, así que le añadí un
repertorio de preguntas y lo colgué en un blog destinado a mis alumnos de
literatura universal de segundo de bachiller. No podían preguntarme nada sobre
el poema, pero sí podían consultar cualquier duda en internet (yo ya había
comprobado que era posible encontrar fácilmente todas las respuestas). Mientras,
cada uno frente a su ordenador, hacía el examen abrí mi correo y allí, solo un
día más tarde de subir el texto, tenía un mensaje del escritor en que me decía: “tengo
la sensación de que nos hemos conocido personalmente, quizá con ocasión de una
tesis, una conferencia, una oposición o una lectura poética en Extremadura. Sea
como sea, quiero agradecerte el honor que me haces al dedicar tan simpática y
sabia atención a mi "Avecedario" en tu blog. Pocas veces me he
sentido tan bien comprendido por un lector. Gracias y un cordial saludo. Miguel
d'Ors”.
En
efecto, Miguel d'Ors formó parte del tribunal ante el que leí mi tesis doctoral, dirigida por Gregorio Torres Nebrera. Eso sucedió el 11 de julio de 1997, una
tarde de calor sofocante en Cáceres, con todos anonadados por la amenaza de ETA
de asesinar a Miguel Ángel Blanco, cosa que haría al día siguiente.
El resultado del examen, como era de esperar, fue
variopinto. No me resisto a reproducir las respuestas a una de las preguntas: “¿Por
qué crees que el poeta habrá identificado a los gorriones con un sustantivo
colectivo como “calderilla” (“conjunto de
monedas de escaso valor”)? Contestaron: porque
son muchos y pequeños, por su gran número y porque no son diferentes, debido al
vuelo de los gorriones en bandadas, porque son abundantes como la calderilla,
porque son aves muy comunes, porque son muy simples y no tienen ninguna
cualidad específica, porque son pájaros pequeños y fáciles de apresar (?),
porque hay muchos y todos son iguales.
Nota
En cierto momento del examen los interrumpí
para leerles el correo del poeta. Al terminar, les pregunté: “¿No os parece
todo esto mágico?” Me miraron muy sorprendidos, un poco como el mochuelo del
poema, y contestaron a coro: “No”.
Interesante ejercicio, Simón. Y curiosas casualidades. Que no decaiga. Saludos, Á.
ResponderEliminar