domingo, 14 de agosto de 2016

El cine era mejor que la vida


EL CINE ERA MEJOR QUE LA VIDA

Juan Diego Mejía
Manizales (Colombia), Editorial Universidad de Caldas, 2015, 238 págs.
  
     Nacido en Medellín (Colombia) en 1952, Juan Diego Mejía es uno de los escritores colombianos más representativos de la segunda mitad del siglo veinte. Formado en Matemáticas por la Universidad Nacional, Mejía fue productor de cine y televisión, director del Canal Universitario (Canal U), Secretario de Cultura Ciudadana de Medellín y, en la actualidad, Director de la Feria Internacional del Libro de Medellín. Como escritor, ha publicado los volúmenes de cuentos Rumor de muerte (1982) y Sobrevivientes (1985) y las novelas A cierto lado de la sangre (1991), Camila todos los fuegos (2001) y El dedo índice de Mao (2003).  
   En 2015 el Departamento Editorial de la Universidad de Caldas (Manizales) reeditó una de sus mejores novelas, El cine era mejor que la vida (premio Colcultura de 1996) cuyos protagonistas son tres seres humildes, casi anónimos, ensimismados en sus ensueños y enfrentados a un entorno hostil mientras se debaten entre el entusiasmo de las empresas ilusorias y el derrumbamiento del fracaso. Narrada por un niño que vive con su padre (a quien no llama papá, sino Mejía) y Laura, la amante del padre, todos buscarán la solución paliativa del cine frente a una realidad envilecida. Una de las películas, El gran escape (traducida entre nosotros como La gran evasión) se convertirá en símbolo de sus deseos, pues “saben que soñar es una manera de sobrevivir”. Reproducimos un fragmento en donde aparece expreso el sentido del título de la novela.

   “Tal vez ésta sea otra forma de recordar a Mejía sin pensar que no va a volver. Estamos en cine. Laura a mi lado, con su abrigo que huele a closet, esperando a que apaguen las luces y corran el telón para que empiecen a desfilar personajes hecho de luz que hablan, ríen y lloran como en la vida real, pero que de alguna extraña manera hacen que todo sea mejor aquí que en el mundo de fuera […] Después pensaremos de nuevo en Ofelia, en el mantel de los abuelos, y seguiremos esperando el día en que Mejía regrese de su viaje otra vez sonriente y soñador” [pp 235-236]

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