domingo, 20 de agosto de 2017

Los habitados


LOS HABITADOS

Piedad Bonnett
Madrid, Visor, 2017, 56 págs.
XIX Premio de Poesía Generación del 27

   Nacida en Amalfi (Antioquia, Colombia, 1951), Piedad Bonnet es licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de los Andes, en la que desde 1981 imparte clases. Como escritora, ha cultivado la poesía, la novela (con títulos como Después de todo, 2001, Para otros es cielo, 2004, Siempre fue invierno, 2007, El prestigio de la belleza, 2010 y Lo que no tiene nombre, 2013, todos ellos publicados por Alfaguara), el teatro (Gato por liebre, Que muerde el aire afuera, Sanseacabó, Se arrienda pieza y Algún día nos iremos, montadas por El Teatro Libre bajo la dirección de Ricardo Camacho) y la crítica literaria.
   Como poeta, ha publicado ocho obras: De círculo y ceniza (Ediciones Uniandes, 1989), Nadie en casa (Simón y Lola Guberech, 1994), El hilo de los días (Norma, 1995), Ese animal triste (Norma, 1996), Todos los amantes son guerreros (Norma 1998), Tretas del débil (Alfaguara, 2004), Las herencias (Visor, 2008) y Explicaciones no pedidas (Visor, 2011). Ahora, la misma editorial madrileña publica Los habitados, un poemario que se propone “dar voz a aquellos que han visto crecer dentro de sí la plata venenosa del desasosiego, del miedo, de la disociación; a los encerrados que a menudo se siente ajenos al mundo pero también a sí mismos, y que sin embargo son capaces también de una lucidez que solo a ellos les pertenece, y que les posibilita ver más allá de lo que otros vemos. Es también un conjunto de poemas que se acerca al duelo con la serena tristeza del que sabe que debe conformarse con las migajas de la memoria, y que la palabra es un instrumento de recuperación que, aunque a veces precario, merece nuestro agradecimiento” [Texto de contraportada]
   Reproducimos uno de los poemas que presenta a un grupo de hombres y mujeres enfrentados a una muerte violenta más.

LOS OFICIOS

Mas alguien debe hacer el resto…
Juan Calzadilla

Instrumental y guantes y antisépticos.
Alguien trae una bolsa con un cierre
y guarda cada prenda con cuidado de madre.

La radio acompañando los oficios.

Quién corta limpiamente, quién salva lo que aún vive.

Impavidez y asepsia,
y nieve en esta sala, nieve sobre los muslos azulosos,
un par de estrellas muertas nadando en un mar turbio.

“la belleza final es cruenta y onerosa”

el que apaga las luces, el que cierra las puertas,
el que echa a andar los hornos,

el que lava en la calle los signos del naufragio.

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